No basta con hablar de paz.
Uno debe creer en ella y trabajar para conseguirla
Eleanor Roosvelt
El ser humano se reitera, se reinventa, se rehace. Quizás esa sea una de las razones por las que hay que hacer leyes para la sociedad: unos ignoran las reglas en que esta sociedad ha trascendido a lo largo de la historia humana. Otros, incluso sabiéndolas, las violan. La labor reflexiva de los seres humanos por eso hace interesante su labor educativa, pues hay que estarle recordando a todos, lo que conviene a todos, en lo colectivo y en lo individual.
La Declaración de derechos Inglesa de 1869, surge de este recordar de que el ser humano es libre pero también se debe a la sociedad, y en esa sociedad hay que ponerse de acuerdo. Surge también -como en otros llamamientos sociales- a una aspiración de paz después de haber padecido las guerras intestinas, surge por las ganas de todos de que las decisiones sean integradas por todas las opiniones. Este documento precedió a lo que sería la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano en Francia, allá por 1776, en que la principal petición era la igualdad, para secundar la fraternidad como una consecuencia del trato digno. Otros antecedentes, incluso más antiguos, son el Cilindro de Ciro (539 a. de C.) y el Pacto de los virtuosos (590 a. de C.) en el que se trataron los primeros argumentos de los derechos humanos.
El pasado 10 de diciembre se cumplieron 65 años de aquella Declaración Universal, de los tiempos modernos (1948) , redactada e influenciada importantemente por Eleanor Roosvelt, la entonces Presidenta de la Comisión de los Derechos Humanos de la Sociedad de las Naciones y viuda en ese momento del ex Presidente de Estados Unidos Fralklin D. Roosvelt. Ella sin duda, es la gran redactora de aquel documento, que a la postre ha servido para procurar que las personas sean tratadas con dignidad. Cabe señalar que la declaración también surge por el horror provocado por las atrocidades sufridas en la Segunda Guerra Mundial -igual que en cada conflicto bélico, hay una especie de remordimiento colectivo- pero los alcances de este documento fueron la columna vertebral para un nuevo tipo de sociedades modernas, cuya reflexión sobre la forma de solucionar los problemas sociales, vino cambiando radicalmente. Hoy los conflictos bélicos no han cesado, pero cada vez son más repudiados por la gran mayoría de los ciudadanos del mundo. Quizás los que siguen interesados en la guerra es por un tema económico más que de administración de justicia.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) nace también para complementar la Carta de Naciones Unidas en el sentido más bien antropológico de respetar la dignidad de todas las personas. Para ello se integró un comité de redacción en el que estaban personajes como: René Bassin (Francia), Peng Chung Chang (China), John Humphrey (Canadá), Charles Malik (Líbano) y por supuesto Eleanor Roosvelt. Esta comisión logró reunir un documento de consenso general en un lapso de casi dos años y tuvo además la participación en la redacción final de más de cincuenta estados miembros de la naciente ONU.
La resolución 217 de la Asamblea General de las Naciones Unidas (10 de diciembre de 1948, sesión ordinaria No. 183), documento en el que queda plasmada la DUDH, tiene cinco considerandos que vale la pena citar:
1. La libertad, la justicia y la paz, tienen por fundamento el reconocimiento de la dignidad intrínseca de todas las personas; 2. El desconocimiento y el menosprecio de los derechos del hombre han ocasionado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad; 3. Considerando esencial que los derechos sean protegidos por un régimen de derecho; 4. La esencial promoción de relaciones amistosas entre las naciones; 5. Que los pueblos de las naciones unidas han reafirmado su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y valor de la persona humana, y en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
En lo anterior se refleja quizás una visión “romántica” del derecho para hacer prevalecer conductas que permitan el pleno desarrollo de los individuos y, como consecuencia, de las sociedades del mundo, además refleja lo que deberá ser la declaración: un documento rector.
Pero ¿Cómo ha variado la vivencia de esta primera declaración de los tiempos modernos? Dice la experiencia que el mundo cambia y las personas también. Pero en términos reales, la dignidad humana y los derechos de su inherencia no han cambiado: los seres humanos siguen siendo iguales en cuanto a su valor incuantificable, lo que cambió fue el contexto en que vivimos.
Los derechos no han evolucionado, sino la forma en que los hacemos valer, y con ello lo que cambia son los procesos en que podemos garantizar que los derechos de todos se cumplan. Así también no es que de aquella primer declaración estemos atados, sino que como un gran árbol con un tronco fuerte, otras ramas han surgido para atender especificidades de la vida cotidiana que es necesario proteger, promover y salvaguardar. Con el tiempo hemos incrementado nuestros derechos y también los deberes.
A 65 años de historia de derechos humanos, muchos siguen cometiendo los mismos errores incluso de aquellos documentos milenarios: es una condición insalvable, parecen ser “alumnos” no educables para la vida cotidiana, pero otros tantos -puedo asegurar que la gran mayoría- hemos entendido que el camino del desarrollo humano es el atreverse a conocer los derechos humanos para que sean un lenguaje universal en que todos podamos dialogar y construir. A todas las sociedades de la historia este aprendizaje les ha costado sangre y muertes, y quizás, estas nuevas generaciones que vamos caminando, seamos quienes nos demos la oportunidad de demostrar que los seres humanos hemos evolucionado y convertido en personas capaces de solucionar las problemáticas de manera pacífica. Por eso, la apuesta en la materia tiene que contener al menos tres elementos: un componente educativo formal e informal, un componente jurídico tanto estructural como funcional, y un componente participativo en que los principales actores sociales sean los promotores del cambio.
A 65 años de aquella Declaración Universal de Derechos Humanos, seguimos poniendo el ladrillo en esta gran construcción, justo ahora, en el tiempo y lugar que nos ha tocado.