Trece Diputados y medio. No creerá apreciable lector y lectora, la divertida que esta Cocinera se dio en la primera sesión, del primer periodo, del primer año -¡Uff!- de la sesenta y dos legislatura estatal. Vaya por un cafecito de olla, o negro, o capuchino, que ahora se lo cuento.
Resulta que los recién estrenados diputados, se enfrascaron en un singular debate con el falso dilema de cuántos diputados hacen mayoría en un órgano colegiado compuesto por veintisiete (legisladores, desde luego). Y aunque usted no lo crea apreciable lector y lectora, al fragor de la diatriba se llegó a mencionar que podrían ser ¡trece o catorce diputados y medio! –se lo juro, es cierto-. ¡Jo, jo, jo! Apenas podía esta Cocinera creer lo que estaba presenciando. Y es que es sabido que los órganos colegiados, se componen siempre de un número dispar de miembros, a fin de facilitar la aprobación de los asuntos, ya que por muy dividida que esté la opinión a favor y contra de un asunto a tratar, en la fría matemática de la votación siempre habrá un voto que hará la diferencia y pondrá fin a lo discutido.
¿A quién dividimos? Pues mire Usted, cómo la discusión se prolongaba, y nadie atinaba a explicar la razón por la que en un órgano colegiado, un voto hace la mayoría y por supuesto, la diferencia. Esta Cocinera dejó volar su imaginación y… ahí me tiene analizando las posibles opciones para, en pro del orden en el recinto, dividir exactamente a la mitad la flamante y recién estrenada Sesenta y Dos Legislatura. ¿Y si dividimos a Jorge Varona? ¡Digo! Por un lado la experiencia y por otro la cultura lograda con años de nocturnas lecturas. ¿Y si dividimos a la Leonardo Montañez? Por un lado la ciencia política y por otro el Derecho. ¿La China Aguilera? ¡Difícil! Por lo menos no en dos. Y es que es madre, esposa, abogada, ahora diputada… ¡no, no aplica con ella la bipartición. ¡Qué complicado! ¿Cierto? Le propongo al apreciable lector y lectora que realicen su propuesta de diputado dividido, partido, bifurcado; en la extraña lógica utilizada en esa discusión que le narro aquí. El problema de lograr, de la absurda manera que sea fraccionar a los noveles diputados locales, es que la discusión de cada tema se prolongaría al infinito, ya que no existiría un voto decisorio. Y ¡Oiga usted! Diría Don Paco Malgesto, si ya de por sí se alargan. ¡En fin!
¡Aplausos! Cuando era una joven aprendiz de Cocinera, por ahí de mis épocas de normalista “creniana”; me encantaba un cómico que tras sus apariciones siempre exigía del público ¡Aplausos, aplausos! Memo Ríos se hacía llamar (o se llamaba realmente, vaya usted a saber). Y me encantaba, no sólo por ser un cómico del lenguaje, cuyos sketches consistían en simpáticas rimas, sino por esa exigencia infantil de los aplausos a toda costa.
Ahora que estamos en la época de los informes gubernamentales ¡Ah, cómo evoco a Memo Ríos! De hecho apreciable lector y lectora, creo que en Aguascalientes vivimos la época de los gobiernos al estilo Memo Ríos: aplausos, premios, reconocimientos ¡nada parece suficiente! para satisfacer el apetito de laureles de los gobiernos hidrocálidos. Sólo que hay un problema… que los aplausos, premios y reconocimientos no los ratifican los ciudadanos de Agüitas en las urnas. ¿No encuentra en ello, lector y lectora, una contradicción?
Desde mi perspectiva y formación, el buen gobierno es aquel que recibe un rotundo ¡Sí! Electoral. Aquél que obtiene el boleto de la continuidad a las buenas prácticas administrativas. Aquél que obtiene su pase para la institucionalización de los beneficios reales para la población.
Si el ciudadano de a pie no goza de los beneficios de la buena gobernanza ¿De qué le sirve que los modelos de gobierno locales sean reproducidos en otros contextos? Quizá mi Cocina sea muy limitada, pero en las urnas el mensaje de los hidrocálidos es claro: menos aplausos y más gobiernos de las clases populares, para beneficio de estas mismas. Tal y como lo definiera el visionario Abraham Lincoln.
Por lo pronto, apreciable lector y lectora, acorde con nuestros actuales gobiernos, tan necesitados de afirmación foránea y tan lejanos de la ratificación local: esta Cocinera le pide ¡aplausos, aplausos!