La sociedad civil tiene en sus manos la oportunidad de transformar positivamente al mundo.
En México la participación de las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC, ONG) ha sido de vital importancia para el progreso. De hecho en términos democráticos, no se entiende el proceso como tal sin la participación de los grupos organizados que sigilosamente fueron abriendo los caminos de la participación. No se diga la suma que le da, que muchas en pocos años han ganado más prestigio que muchas otras instituciones políticas, precisamente por los logros alcanzados.
Según Gramsci, la sociedad se compone de dos elementos básicos: la sociedad política, integrada por los componentes del sistema gubernamental principalmente -yo agregaría el sistema de participación política partidaria-, y la sociedad civil, aquella que voluntariamente colabora con el desarrollo de la comunidad, como las asociaciones civiles, religiosas, sindicales, culturales, entre otras tantas. Y dice bien cuando afirma que “la sociedad política y civil no son esferas separadas”, sino piezas complementarias incluyentes.
Anthony Giddens dice que “Estado y sociedad civil deberían actuar asociados, cada uno para ayudar, pero también para controlar la acción del otro”. Lo que nos recuerda los procesos de intervención ciudadana para la constatación del actuar público, pero también la graficación de las organizaciones civiles para controlar que no se conviertan en elefantes blancos.
En esta sociedad civil, que se ha organizado para múltiples propósitos, muchas personas han puesto sus esperanzas. De hecho, muchas personas -me incluyo- creen que la sociedad civil, sin miramientos o compromisos de ninguna índole, pueden conformar estructuras que cambien las realidades de la vida social para incrementar el bienestar de los sectores en que trabajan. Como afirma Laura Acotto, “la sociedad civil es un grupo de personas que se nuclean para lograr intereses comunes, dando respuesta a necesidades sociales, colectivas y grupales”, es decir, a pesar de lo que muchos creen, las organizaciones no suplen un actividad que el ente Estado debería hacer, la complementan, la mejoran, o la inician. De esa manera, proyectos como el que se está celebrando a partir de esta noche, que es la recaudación de fondos para niños con discapacidad, y según afirman sus organizadores, que se ha convertido en la fundación más grande del mundo en la materia, hacen un trabajo que no hace nadie más, pero complementan los planes estratégicos de los gobiernos en ese sentido. No es hacer “la chamba” del otro, es colaborar para un desarrollo social que nos interesa a todos.
La sociedad civil cumple pues una función de coautor del desarrollo social y humano, y en amplia gama de derechos fundamentales, sociales, culturales, económicos, etcétera, impone las condiciones para que los grandes cambios se vayan dando. Clubes rotarios erradicando la polio en el mundo, organizaciones deportivas sacando de las adicciones a los jóvenes y niños; organizaciones de mujeres implementando estrategias de cooperación productiva para erradicar la pobreza en zonas rurales y urbanas; organizaciones medioambientales promoviendo la cultura del reciclaje y el cuidado del planeta; organizaciones de adultos mayores impartiendo clases de regularización en la zona oriente de la ciudad, entre otras muchas que no alcanzaría a escribirlas todas, pero que cumplen con un propósito tan fundamental, como la pieza de un rompecabezas, de no estar todas juntas, no se tiene un panorama completo.
En el tema de Derechos Humanos, las organizaciones no han sido la excepción. Los cambios dados en los recientes lustros a nivel social y más allá, después de la reforma constitucional del 2011, la participación de la sociedad civil es fundamental. Por un lado cumple una función socializadora entendida como la capacidad de aterrizar los proyectos de transformación legislativa en acciones al alcance del ciudadano más común, para que las viva. Por otro lado cumplen con una función investigadora en la que con ciencia dan argumentos para la transformación social, lo que le da validez a la toma de decisiones, no sólo en el ámbito público, sino en el privado. También cumplen con una función social en la que movilizan a poblaciones completas de un estado de indefensión en muchas materias (salud, alimentación, vivienda, violencia doméstica, pobreza extrema, etcétera), a otro más propicio para el bienestar individual y grupal. No dejemos de lado la función coproductora y evaluativa de las organizaciones cuando éstas participan en la producción y ejecución de planes gubernamentales, consolidando estrategias de gobierno y proyectos estratégicos, pero además, otras muchas se dedican a revisar que lo que el Estado haga esté bien hecho, sea justo y transparente.
Así pues, el día sábado 30 de noviembre, muchas organizaciones civiles, universidades, grupos y movimientos sociales se reunirán para establecer una Agenda Ciudadana de Derechos Humanos, en la que puedan aportar desde sus respectivas identidades, elementos para conformar la cultura de derechos humanos que queremos para el futuro y para el presente. La cita es en la Preparatoria de la Concordia (Av. Tecnológico) a las 10 de la mañana. Por cierto, nos acompaña el Dr. José Luis Soberanes, presidente de la CNDH de 1999 a 2009, quien disertará “La importancia de las OSC’s, en la cultura de derechos humanos”, es entrada libre y a cortesía del proyecto Agenda 2020, Campaña de divulgación de derechos y deberes humanos. Por allá nos vemos.