Mi tío José Luis / País de Maravillas - LJA Aguascalientes
15/11/2024

 

El fin de semana pasado murió mi tío José Luis Contreras, primo segundo de mi mamá (así que éramos parientes más por decisión que por lazo sanguíneo, la verdad). La noticia me tomó de sorpresa porque no estaba enfermo ni muy mayor; pero justo así funcionan los infartos, según me han explicado. Viene a cuento que lo mencione aquí porque mi tío José Luis fue, para mí, una especie de sastre literario: cada vez que me recomendó un libro tuvo tal tino que era como si justo ese libro hubiera sido escrito especialmente para mí en ese momento de la vida. Mi tío era dealer de libros o, mejor todavía, una versión literaria del detective privado especializado en personas perdidas: podías encargarle un título específico o un autor y él se encargaba de rastrearlo hasta llevarte un ejemplar. También podías pedirle textos de determinado género, época o editorial. A veces nos platicaba de sus clientes y lo mismo atendía a un hombre que buscaba primeras ediciones de Borges que a una señora que le compraba libros de determinado color, por metro, cada que decidía que era tiempo de cambiar el look de su biblioteca. ¡Me encargó cinco metros de libros rojos!, nos contaba mi tío, pero sin asomo de disgusto: ya estaba acostumbrado a tener, cada vez más, clientes así. Por eso, quiero yo pensar, disfrutaba mucho cuando yo le pedía libros. Era, ya les digo, un trabajo cuidadoso y a la medida: el cuestionario incluía mi edad, mi grado escolar, los últimos libros que me habían gustado, mi estado de ánimo, lo que me entusiasmaba en la escuela en esos momentos, mis programas favoritos de tv. Luego lo pensaba un momento y se le iluminaba el rostro con una sonrisa: ¡Ah, ya sé qué te voy a dar ahora!, decía. Y la siguiente vez que nos visitaba llegaba con un libro para mí. En esa época yo creía que me los regalaba y era un héroe. Más tarde supe que le cobraba los libros a mis papás, porque precisamente eso era lo que él hacía para vivir, vender libros muy específicos; así que no se lo tomo a mal, ni siquiera en retrospectiva. Al contrario, creo que hicimos una buena simbiosis donde todo mundo salía ganando.

Recuerdo muy especialmente una vez que no hubo cuestionario de por medio y que, de hecho, ni siquiera les cobró a mis papás el libro que me llevó, según me enteré después. Fue el día justo que cumplí doce años. Como era tradición en casa, hubo pastel y chocolate y toda la familia estaba invitada. Mi tío José Luis llegó y me dijo: Como cumples doce años, quería darte un regalo muy especial, pero como no se me ocurrió nada que fuera tan especial como quería, pues no te traje regalo. Y se me quedó viendo muy serio. Yo me reí un poquito, esperando que dijera que era broma, pero se mantuvo impávido. Ya que puse cara de desilusión continuó: Bueno, traje un libro, pero no sé si te vaya a gustar… y sacó de su portafolios un tomo verde oscuro, sin envolver. Si te gusta, me dices y te traigo los que siguen, dijo, más mirando a mi mamá que a mí, supongo que porque ella tendría que pagar las siguientes dosis de la droga que por esa vez era gratis. Asentí y abrí el libro. “En un agujero en el suelo vivía un hobbit…”, comenzaba, y fue amor a primera vista. Supongo que se notó porque no despegué los ojos del volumen ni siquiera a la hora de soplarle a las velitas del pastel. Mi tío José Luis reía mientras mi abuela trataba de razonar conmigo para que cerrara el libro al menos en lo que cenaba.

Han pasado muchos años desde entonces, claro. Me hice aficionada a las librerías de viejo y siempre que veía a mi tío José Luis decíamos que iríamos juntos de tour para que me presentara a sus amigos libreros, pero nunca concretamos el paseo. Esta historia podría terminar con esa nota triste o con una peor: el ejemplar de El hobbit que me regaló mi tío ya no está conmigo porque, en mi entusiasmo, lo presté cuando tenía dieciséis años y no me lo devolvieron. Pero no creo que sea justo terminar así esta nota, porque no es eso con lo que yo me quedo. Por el contrario, pienso en mi tío José Luis y me llena la alegría de evocar esas recomendaciones literarias personalizadas, mismas que ahora yo trato de continuar: cuando alguien me dice Recomiéndame un libro para mi hijo/sobrino/nieto/vecino… comienzo el cuestionario: ¿Qué edad tiene? ¿Qué programas de tele le gustan? ¿Le gusta leer o todavía no se contagia del bicho? Luego de eso pienso un poco y, cuando se me ilumina la cara con una sonrisa porque creo que encontré la recomendación ideal, siento que tengo de nuevo doce años y que estoy a punto de empezar El hobbit. Creo que mientras siga con ese buen hábito, recordaré con felicidad a mi tío José Luis.

Encuentras a Raquel en twitter: @raxxie_ y en su sitio web: www.raxxie.com –También contesta preguntas en su chismógrafo, http://ask.fm/raxxie

 


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