Esta semana, la décima de la Agenda 2020 (@_agenda2020), toca hablar del derecho a la familia y ese privilegio me corresponde. Me gusta hablar de la familia, yo tengo una que va en crecimiento y cada momento es significativo e inigualable.
En un concepto, “la familia es un grupo de personas unidas por vínculos de parentesco, ya sea consanguíneo, por matrimonio o adopción que viven juntos por un período indefinido de tiempo. Constituye la unidad básica de la sociedad”.
Para el código familiar de El Salvador, la familia se define en su artículo 2 como “el grupo social permanente, constituido por el matrimonio, la unión no matrimonial o el parentesco”.
En la real academia de la lengua la familia se encuentra como “el grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas”.
Como se puede observar, en todos, se habla de grupos unidos, unos por vínculos de parentesco y otros porque viven juntos. En mi experiencia, la familia es una escuela, es la primera escuela en que el ser humano aprende. Lo bueno o malo que se aprende depende de la moralidad y el juicio de quien enseña que en este caso son los padres o hermanos.
La constitución política de Aguascalientes afirma contundentemente en su artículo 4 lo siguiente:
La familia constituye la base fundamental de la sociedad. Cualquiera doctrina o credo que en alguna forma mine sus cimientos se considerará atentatoria de la integridad misma del Estado.
Por la misma razón, el hogar y, particularmente, los niños, serán objeto de especial protección por parte de las Autoridades. Toda medida o disposición protectoras de la familia y de la niñez, se considerarán de orden público.
Lo anterior reafirma la importancia social que constituye la familia. Por eso hablar del derecho familiar, no es necesariamente hablar de los derechos que al interior deben prevalecer. Lo digo precisamente porque como institución, la familia necesita ser protegida, consolidada y promovida como una primera escuela de la ética y la antropología. Y ante la innegable presencia de los troles que afirman que no se puede hacer eso que indico porque a los padres nadie les enseña a ser padres y a los hijos menos a ser hijos, ahí está el área de oportunidad más importante a nivel social: la capacitación de la familia. Lo afirmé aquí hace un mes cuando dije en mi comentario “Si la familia no educa, entonces ¿quién?”, necesitamos que la familia eduque para que así “las personas puedan establecer relaciones humanas profundas”, pero además, indico en ese mismo tema, que la familia “necesita una gran escuela para padres que les dé herramientas para el crecimiento grupal e individual”.
Si como afirma entonces el citado artículo de nuestra constitución local “Toda medida o disposición protectoras de la familia y de la niñez, se considerarán de orden público”, es menester diagnosticar el estado actual de la familia para superponerle una estrategia clara de capacitación para la vida.
Funciones vitales de la familia
Es evidente que las cuestiones materiales son fundamentales. La alimentación, el vestido, la habitación, etcétera, son derechos consagrados en la constitución, pero vividos en la primera infancia, por lo general en la familia. Sin embargo, hay otros elementos intangibles, trascendentales en la vida de las personas: la educación sobre la sexualidad, sobre los valores vividos, la libertad de creencia religiosa, las demostraciones de cariño paternal entre padres e hijos, la educación de la voluntad y la autoestima sana, y otros importantes.
Por otro lado, la descomposición social solo es una consecuencia más de que la familia se encuentra secuestrada por falsos valores, pero eso no indica obsolescencia o abratamiento de la misma. La familia se sigue constituyendo como el ambiente ideal para el desarrollo social y humano, y cuando falta esta -en la orfandad- los seres humanos crecen con una pobreza personal difícil de sortear, es ahí cuando la familia social -todos los que conformamos una comunidad- acudimos al rescate de quienes no han tenido este privilegio de participar de una familia conformada por padre, madre e hijos. Cobijar a estos individuos, habla de la misma generosidad que en familia se aprende.
La institución familiar tiene derechos sociales, económicos y culturales, y para ello, es evidente que la autoridad debe proveerlos de manera adecuada. Pero también la familia ha de actuar con la corresponsabilidad que le toca: coproducir su desarrollo. Si los miembros de la familia no comprenden estos ideales, están destinados a ser víctimas de sus contextos.
Históricamente, queda patente que el ejemplo del emprendedurismo social, es un hábito inculcado en casa. En los casos de las empresas familiares, estas herencias aprendidas en la “genética familiar” se van transmitiendo por generaciones. Pero por otro lado, las incidencias nocivas también se convierten en parte de la vida común de las familias y también -si no se atienden correctamente- son una problemática que puede transmitirse de manera intergeneracional.
En los derechos de familia, se facilita que los miembros de la misma convivan en sus propios contextos, por eso tanto las organizaciones sociales como la autoridad deben marcar en ella su punto de reunión para generarles competencias familiares que les permitan un mejor desarrollo. Estas competencias podrían clasificarse de manera general como sigue:
- Competencias humanas. En general definidas como aquella capacidad de tomar decisiones que permitan un desarrollo sano de cada uno de los miembros familiares y que les habiliten para sortear los obstáculos sociales a que se enfrentan (adicciones, violencia doméstica, pobreza, etcétera).
- Competencias productivas. No sólo referenciadas al tema laboral, sino como dicen los viejos cuando se despiden, “ya me voy, hagan cosas de provecho”, es decir, que como afirma la Declaración Americana de los derechos y deberes humanos: Artículo XXXVII. Toda persona tiene el deber de trabajar, dentro de su capacidad y posibilidades, a fin de obtener los recursos para su subsistencia o en beneficio de la comunidad. Trabajar y producir, que implican una relación económica pero también de colaboración. ¿O a poco usted no se acuerda cuando su mamá le ponía a recoger su habitación? Se llaman hábitos y se construyen desde la familia.
- Competencias comunitarias. Todas aquellas que en familia se aprenden, y que pueden contribuir a la comunicación comunitaria, a la seguridad individual y a la cohesión social. Si la familia es una escuela de comunicación, por lo tanto, entre mejor sea esta, la comunidad tendrá los beneficios con personas que pueden no solo comunicarse efectivamente, sino participar activamente.
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