Durante el primer Coloquio Internacional de Ciencias Sociales, Humanidades y Arte, organizado por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Inbal Miller y Edgar Hernández presentaron el libro Sin límites. Arte Contemporáneo en la Ciudad de México 2000-2010. Un miembro del público preguntó a los ponentes: ¿cuál fue el criterio de selección? Los responsables señalaron uno que me pareció ridículo: que las obras se caracterizaran por ser transgresoras (otra palabra que podríamos colocar ahí: provocadoras). ¿Cómo entender esto? Compartieron un ejemplo que espero reproducir con justicia: un artista pintó unas paredes de blanco y de inmediato permitió que los espectadores presenciaran su trabajo. No colocó más nada en el espacio destinado para su exhibición. El público, ya sea por descuido o por curiosidad, tocó la superficie aún fresca. ¿Qué ocurría? Una vez que salía del lugar, se llevaba la obra consigo mismo, y quedaba, cómo no, un poco ungido de arte.
No hace mucho leí que cualquier artista contemporáneo que pretenda tener éxito debe ser muy contemporáneo. La afirmación puede sonar a un mismo tiempo estúpida e ingeniosa y no por ello menos verdadera. ¿Qué quiere decir esto? Que el artista contemporáneo exitoso tiende a presentar piezas que, para un lector atento, desafían su paciencia y no tanto el intelecto; que no se privilegia el arte tradicional; y que de cohesión, unidad, solidez, ni hablemos. Provocar por provocar.
El arte de nuestro tiempo, ni modo, tiende a ser observado como una manifestación enana e inane de la inteligencia. Sin embargo, quien diga que todo el arte contemporáneo es así, será claramente un amateur (por decirlo de una forma diplomática) o un ignorante (dicho con violencia). No podemos generalizar ni obviar esas prácticas…
El pasado 8 de abril arrancó la transmisión (Milenio Televisión y canal de Milenio en YouTube) del proyecto “El Milenio visto por el Arte”. Han pasado 7 meses y la revisión de sus intenciones me parece que no se ha hecho.
Primero una descripción del programa televisivo: sus objetivos son “Acercar a los artistas y sus obras con el público. -Conservar, exponer y catalogar la obra. -Estudiarla, promoverla y analizarla en exposiciones y conferencias. -Divulgar los procesos creativos en las diferentes disciplinas artísticas.” La conductora del programa es Avelina Lésper. Cada semana, desde que salió al aire, entrevista a un artista diferente (todos pintores). La charla comienza con una introducción sobre el protagonista, después hablan de filias, fobias y rematan con la presentación de la obra donada para la colección de Milenio bajo la indicación “tu visión del milenio”. Eso es básicamente lo que ocurre durante menos de 15 minutos. El resultado: 34 artistas con igual número de piezas. A pesar de que varios pintores y obras son francamente infames, el proyecto es interesante y defendible: ¿qué medio de comunicación dedica con tanta difusión y tanto poder, semanalmente, un espacio a la pintura? Lo que hace Milenio lo deberían de reproducir otros.
¿Cuál es la relación que encuentro entre el arte contemporáneo y un programa dedicado exclusivamente a la pintura? La conexión se antoja inexistente; sin embargo, conviene reflexionar sobre el arte que se está entendiendo, en 2013, desde Milenio: “Arte = trascendencia; Arte = Libertad” (equivalencias que fueron anunciadas cuando comenzó la publicidad del programa. Equivalencias estériles en nuestro mundo contemporáneo: ¿qué significa trascendencia?, ¿qué libertad?).
La conductora en entrevista con Carlos Puig: “Hay medios de comunicación a los que no les interesa comunicar, a nosotros [Milenio] sí, y entre muchas cosas qué es el arte. Por eso hay una declaración de principios de decir el arte es trascendencia.” ¿Por qué pintura? De nuevo la crítica de arte: “Y aquí en la ciudad de México que se expone tan poca pintura que de repente llegas y tienes muchos deseos de ver una gran exposición y está ahí un camión de basura […] la verdad, llegas al museo y hay un camión de cascajo ahí tirado…” ¿A qué alude ese camión y ese cascajo? Al arte contemporáneo. ¿Por qué nace esta noble empresa? No sólo por exponer el trabajo de varios artistas, sino por tratar de restar importancia a otro arte.
Lésper no ha comprendido, como muchos de sus fanáticos seguidores (la expresión la considero exacta), que el diálogo “- ¿es esto arte? -No, no lo es. Es basura” es una tontería. Eso no conduce a ningún sitio: no le encuentro argumentos para defender la pintura (¿toda la pintura vale la pena?) ni para atacar el arte contemporáneo (¿todo el arte contemporáneo no vale la pena? Más preciso sería cuestionar por qué continúan estas prácticas y, sobre todo, qué nos dicen de nuestro tiempo.
En síntesis: el programa, por sí mismo, me parece necesario y no necesita justificarse por medio del arte contemporáneo. Sus intenciones: torpes. Sus objetivos: nobles. Su conductora: inexperta. Hay que discriminar, pero no así.
@jorge_terrones