- Una respuesta desde la perspectiva del psicólogo José Carlos Palacios Montoya
Ahora que la delegación Aguascalientes de la Secretaría de Desarrollo Social aceptó tener conocimiento de las agresiones sexuales a niños en la guardería Un rayito de Esperanza, muchas madres de familia temen que suceda lo mismo con sus hijos y se han preguntado si es tan necesario un espacio como éste para que sus hijos “despierten”, como lo ha inculcado la sociedad.
En entrevista para La Jornada Aguascalientes, José Carlos Palacios Montoya, catedrático de la Universidad Autónoma de Aguascalientes y psicólogo de profesión (Cédula 6937972), manifestó que las guarderías al igual que los preescolares son espacios que tienen beneficios, tanto personales como sociales, pues los menores ejercitan habilidades que en un futuro les van a permitir interactuar y negociar con otras personas.
Los adultos son quienes van marcando pautas al niño y éste a su vez obedece, pero cuando tiene que afrontarlo con sus padres es algo distinto, pues tiene que buscar estrategias no para seguir instrucciones, sino para que junto con otro niño que parece que quiere o que puede hacer lo mismo, comparta un espacio u objeto sin conflictos; “esa parte es importante para los niños y no se puede llevar por completo en casa”, al menos que tenga hermanos o primos de edades parecidas en constante convivencia.
En caso de que un niño tenga una mala experiencia dentro de la guardería su personalidad se puede tornar retraída, miedosa y tímida, pero esto no significa que la guardería como espacio tenga propiedades positivas o negativas, sino que son las personas que trabajan en ella las que causan tal situación, aunado al ambiente que tenga el niño en su familia, “todo esto forma una miscelánea que permite tener buenos o malos resultados, pero depende de la mezcla”.
¿Cuál es el impacto en los niños al tener contacto con nuevos adultos fuera de su núcleo?
El impacto no se da por la convivencia con otros adultos sino con la relación que lleva con sus padres, principalmente con la madre, “cuando una mamá es aprensiva, al llevarlo a una guardería éste puede tener una reacción negativa ante una nueva autoridad”, pero con el tiempo esto cambia convirtiéndose en un estado benéfico para ambos lados, ya que permite que el niño vaya explorando el mundo con confianza sin presión de la madre, que muchas de las veces limita su aprendizaje y búsqueda del conocimiento.
Razón por la cual, muchas de las veces se les recomienda que a pesar de no tener que ir a trabajar, lleven a sus hijos a una guardería o preescolar; aclarando que esto no significa que tengan que olvidarse totalmente del niño, sino que él note que tiene su espacio pero la autoridad sigue siendo los papás.
Sin olvidar la importancia de mostrarle al niño que, el dejarlo en una guardería es para que aprenda, conozca y conviva con otros niños de su edad, respetando las nuevas reglas del espacio; y que las personas que están ahí son quienes le mostrarán cómo hacerlo pero sin obligarlo, para ello el padre de familia tiene que estar seguro de la persona que se queda con su hijo pues lo que siente el padre se lo transmite al niño “si la mamá o el papá no está a gusto con la maestra, el niño lo siente” y por ende su actitud cambia.
Para el especialista, una guardería no es el único lugar en donde los niños pueden desarrollarse, sino también en convivencia con familiares o personas de confianza -ya sean amigos o vecinos- pues lo importante es la experiencia y no el lugar, lo que permite que el niño experimente, conviva y explore en otro lugar fuera de casa “la guardería lo puede propiciar pero no es meramente necesaria”.
¿Es más difícil saber si un niño menor de tres años está sufriendo agresiones, que uno mayor?
En su experiencia los niños más pequeños son quienes muestran mayor honestidad y transparencia, por ello cuando los niños, en espacios como las guarderías, son maltratados de cualquier forma, ya sea física o psicológicamente, siempre se nota, si un niño siempre está llorando, es inseguro, le da miedo todo, empieza a tener manifestaciones seguidas fuera de lo común como orinarse en donde no debería y cuando no debe hacerlo y es muy huraño, son muestras de que algo sucede “un niño de esa edad no sabe fingir, es su naturaleza”.
Se va perdiendo esa transparencia conforme van creciendo pues al estar en contacto con nuevos niños van aprendiendo la capacidad de mentir, lo cual, según estudios, ocurre entre los cuatro y cinco años de edad, pues comienzan a entender qué es el engaño y para qué sirve.
Foto: Gilberto Barrón.