Un bicho que se contagia (parte 2): un caso concreto / País de Maravillas - LJA Aguascalientes
21/11/2024

La semana pasada comentaba yo por acá que no es tan fácil empezar a leer cuando no se tiene aún siquiera un tip de por dónde empezar, y cómo resulta demasiado simplista que nos pongan por todas partes letreros que dicen “lee veinte minutos al día” si uno no sabe aún qué libros podrían interesarle y, sobre todo, cómo y dónde conseguirlos. La situación se vuelve una serpiente que se muerde la cola o un cuento de nunca acabar: no leo porque no sé qué leer y como no sé qué leer, no leo.

Una alternativa ante esta situación podría ser acercarnos a quienes tienen un hábito lector; o al revés: si tenemos un hábito lector, darlo a conocer para que, quienes no lo tengan pero les interesa adquirirlo, sepan que pueden acercarse a nosotros para recibir alguna sugerencia. Si somos tímidos, podemos establecer estos lazos con la gente más cercana a nosotros; si tenemos poco tiempo, hacerlo únicamente los fines de semana o en vacaciones; si somos asiduos a las redes sociales, pedir o hacer recomendaciones en Facebook o Twitter, o incluso crear algún grupo de “libroclub sin obligación”: cada quien recomienda un libro, dice por qué le gustó y por qué lo recomendaría, y los demás del grupo pueden decidir si lo leen o no, sin el compromiso que hay en otros libroclubes donde todos los participantes deben leer el mismo libro en un mismo lapso.

En general, creo que la literatura infantil y juvenil es excelente para estos experimentos: hay libros que funcionan muy bien tanto para los lectores experimentados que para los que van comenzando (por ejemplo, los de Gianni Rodari, de quien platiqué en esta columna hace algunas semanas) y siempre se puede hacer entre amigos una biblioteca circulante (cada quien pone un libro y se intercambian cada cierto tiempo. Si alguien se enamora de un libro ajeno, se lo queda pero compra otro para reponerlo).

Hay opciones apoyadas por instituciones de gobierno, como las salas de lectura (pueden leer más al respecto en la página web http://salasdelectura.conaculta.gob.mx/) pero en esta ocasión prefiero hablar del trabajo que hace un grupo de Monterrey llamado Biblionautas. Su trabajo empezó en 2001 y siguen en activo, armando talleres, lecturas en atril, presentaciones de libros, círculos de lectura, charlas, mesas de discusión y todo tipo de actividades. En estos muchos años, han contado en ocasiones con el apoyo de instituciones como la Universidad Autónoma de Nuevo León y en otras han ido por su cuenta y riesgo, sosteniendo el proyecto con la venta de playeras y tazas y cobrando cuotas mínimas a los asistentes de los talleres y cursos, aunque me da la impresión de que buena parte de los gastos sale de sus propios bolsillos.

El proyecto surgió porque las dos fundadoras del proyecto, Irma Pérez y Dalina Flores, tenían hijos pequeños y querían que crecieran en un entorno en el que hubiera interés por la literatura. Primero fueron sus hijos y los amigos de éstos; luego otros niños y, pronto, ya estaban armando talleres de lectura y escritura para muchos otros sectores de la población regiomontana: adultos en general, maestros, personas de zonas de bajos recursos, estudiantes universitarios…

De ser dos mamás enamoradas de la lectura pasaron a liderar un equipo de varias personas, entre voluntarios y, mientras contaron con el apoyo de la UANL, prestadores de servicio social (varios de ellos se quedaron luego como voluntarios). En estos momentos, doce años después de iniciado el proyecto, son alrededor de una decena los biblionautas en activo y enfrentan un nuevo reto: abrir su propio local para organizar ahí las actividades que tanto aman.

A mí me encantó conocer lo que hacen por varias razones: primero que nada, porque los mueve el puritito amor; pero también porque, desde sus posibilidades, limitadas como son, contribuyen a que más gente tenga un primer contacto con los libros. Y también, cómo no, porque promueven la literatura desde una visión juguetona, lo mismo con círculos de lectura sobre Harry Potter que con lecturas de La casa de Bernarda Alba. En pocas palabras, son gente de a pie, “gente como uno”, que le dicen, que dedica su tiempo no remunerado a ayudar a otras personas a perderle el miedo a los libros: a contagiar el bicho del amor a los libros. Sin anuncios espectaculares con futbolistas o  estrellas del rock.

¿Tienes un caso exitoso de promoción de la lectura? Platícaselo a Raquel en http://ask.fm/raxxie para que cuente de él en alguna otra entrega de País de Maravillas. –Por cierto, puedes saber más del trabajo de Biblionautas en su página de Facebook: https://www.facebook.com/biblionautas.mx -y a Raquel la encuentras en twitter: @raxxie_ y en su sitio web: www.raxxie.com



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