(Reporte sobre la Convención Internacional de Geografía y Medio Ambiente – 2013)
Durante los días 7, 8, y parte del 9 de este mes de octubre tuvo lugar, en el Centro Banamex de la Ciudad de México, la Convención Internacional de Geografía y Medio Ambiente 2013. El evento, auspiciado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), desplegó un amplio poder de convocatoria: alrededor de 900 personas participaron en las diversas actividades establecidas en el programa. Hay que decir además, en honor a la verdad, que desde el punto de vista logístico, la organización fue, en general, excelente. Asimismo, los expertos invitados a presentar una ponencia magistral (¿no sería mejor decir plenaria?) fueron elegidos entre los especialistas de primer orden en la jerarquía mundial de la especialidad.
La idea más general, y común a un buen número de participantes, versó sobre el creciente interés en la información geoespacial para la toma de decisiones. La atención que en la actualidad suscitan los datos de esa naturaleza se manifiesta en materias referidas a fenómenos naturales, económicos y sociales que afectan la vida de las comunidades humanas. No hay que olvidar que desde Kant se sabe que una amplia gama de fenómenos de la naturaleza y la sociedad se describen en función del momento y del lugar en que ocurren. Tiempo y espacio son, pues, ejes universales necesarios para establecer el marco que permite representar los hechos del mundo exterior que interesa entender y explicar. (Sin entrar en las complejidades técnicas de la noción de espacio-tiempo de la física relativista), es aceptable, en la descripción de fenómenos naturales o sociales, considerar el paso del tiempo como un flujo uniforme. Esa secuencia temporal es representable a manera de una lista de nombres y cifras en un orden lineal.
En el caso del espacio hay que considerar tres dimensiones. Representarlo mediante mapas o cartas significaba, hasta hace algunos años, grandes esfuerzos. Elaborar estas representaciones del espacio geográfico requería largos periodos de tiempos y resultaba costoso, sobre todo cuando se trataba de áreas de gran extensión (nuestro país, por ejemplo). Por estas razones, la representación cartográfica del espacio territorial se empleó, en mayor proporción, durante un buen intervalo de tiempo, en proyectos constructivos de ingeniería civil y en aquellos otros donde el conocimiento del relieve del terreno y de otros rasgos de naturaleza espacial, (direcciones, áreas, distancias, ángulos sobre la superficie terrestre), resultaban ineludibles. Desde mi perspectiva, las complejidades de la producción cartográfica determinaron que una buena parte de la información sobre asuntos económicos, sociales y de la administración pública se refiriese al tiempo y excluyese al espacio.
El advenimiento de las nuevas tecnologías en materia de obtención, proceso y difusión de datos geoespaciales modificó la situación. La representación de la superficie terrestre se ha hecho más asequible mediante el advenimiento de la fotogrametría digital, de las imágenes satelitales de alta resolución para la observación de la tierra, del sistema de posicionamiento global (GPS); de las técnicas Lidar (medición de las tres coordenadas de la superficie de la Tierra mediante emisiones laser) de los softwares para el cálculo geodésicos, de la potencia de la computación digital, de la difusión vía Internet entre otras innovaciones.
Es por esas razones que las bases cartográficas se han convertido ahora no sólo en representaciones de datos meramente geográficos, como puede ser el relieve del terreno, el curso de los ríos, las fallas geológicas, la distribución de la vegetación natural entre otros del mismo tipo. Son, hoy en día, soporte de un gran acervo de información estadística de carácter alfanumérico que aprovecha las divisiones administrativas de los territorios para ese fin. Cuando se trata de información estadística sobre áreas urbanas, las manzanas, los fraccionamientos, por ejemplo, son recintos a los que puede asociarse, de manera organizada y unívoca, una buena cantidad de datos de diferente naturaleza. Este hecho, y otros que podrían mencionarse, como señalaron varios de los ponentes confiere a las representaciones cartográficas una doble función. Por un lado, como ya vimos, contienen la información geográfica que les es propia y, por otro, sirven como soporte organizador, uniforme y coherente, de una gran cantidad de datos alfanuméricos de diferente tipo. Permite, de esta manera, múltiples combinaciones de datos mediante intersecciones y uniones de mapas considerados conjuntos geométricos de puntos. En lenguaje técnico, pero preciso, puede decirse que los datos representados sobre mapas constituyen un Álgebra de Boole. Por consiguiente, es posible aprovechar el rigor de las operaciones y propiedades que caracterizan a esta estructura matemática en el análisis de los datos que conciernen a un cierto espacio territorial. Preguntas del tipo de ¿en qué lugares se presentan al mismo tiempo el atributo X y el atributo Y y no se presenta el atributo Z? se resuelven con relativa facilidad. Por supuesto, el número de estos atributos puede ser, desde un punto de vista práctico, tan grande como sea necesario y dependerá del asunto a resolver. (Por ejemplo: en qué lugar hay una grieta y una gasolinera que se sobreponen y no hay la suficiente distancia entre ese lugar y una zona habitada para que no fuese afectada por una eventual conflagración)
Es cierto, también, que estas formas de representar la realidad le agregan valor a las descripciones de meros números. Por ejemplo, si consultamos una tabla que nos indica que en el municipio X hay Y hectáreas de terrenos cultivables no sabemos si esas hectáreas son una sola porción o son varias, si éstas son grandes o si son pequeñas, si están cerca las unas de las otras o están dispersas, si hay o no vías de comunicación cercanas, etc., etc. Basta representar la información numérica en un mapa para responder a esas cuestiones. De esta manera, el asunto de nuestro interés gana en riqueza y claridad cognitiva. Es claro, entonces, que el componente espacial de la información contribuye a tomar decisiones mejor fundadas, en ciertas situaciones, que en el caso de disponer sólo de números.
El haber hecho conciencia de este estado de cosas, más las facilidades que aporta la tecnología actual en la producción de bases cartográficas y de mapas en general, ha potenciado el interés por la información geoespacial. Según lo dicho en la Convención, los accesos a este tipo de datos en el mundo se estiman, en los últimos años, ya en el orden de trillones. El valor y la diversidad de usos en la industria de esta especialidad han venido creciendo en forma exponencial; casi a diario sabemos de nuevas aplicaciones. La detección automática de nuevas construcciones y la determinación de si se ajustan o no a los programas de desarrollo urbano es una que me llamó la atención.
Es quizá, por las consideraciones expuestas, que las Naciones Unidas promueven, con gran énfasis en la utilidad que poseen en la toma de decisiones en ciertas circunstancias, la construcción y adopción de estos sistemas de información Geoespacial. Hay interés en que toda información estadística se asocie, en la medida de lo posible y de lo razonable, a los espacios en que ocurren los fenómenos que describe. Es común, hoy en día, hablar de información estadística georeferenciada.
Las personas que tuvieron a su cargo de las ponencias magistrales son, como ya se dijo, miembros de primer orden en la jerarquía mundial de especialistas en la materia. A riesgo de cometer algunas injusticias, mencionaré a quienes me pareció que exponían conceptos de interés crucial para nuestro país en los tiempos que corren. Una personalidad notable es la de Vanessa Lawrence, Directora del Ordenance Survey de la Gran Bretaña, una de las más antiguas y prestigiosas instituciones cartográficas del mundo. Estuvo presente, y ofreció una conferencia magistral, Fraser Taylor, ex presidente de la Asociacion Cartográfica Internacional, distinguido con la medalla de oro Carl Mannerfelt (El “Nobel” de los cartógrafos) y actual Director del Centro de Investigación en Geomática y Cartografía de la Universidad de Carleton en Canadá. Otra de las conferencias magistrales estuvo a cargo de Sebastián Más, Director del Centro Nacional de Información Geográfica de España. El INEGI ha ofrecido publicar todas estas conferencias en su página de Internet.
En términos generales, estos connotados expertos coinciden en señalar las tendencias que los sistemas de información geoespacial seguirán, con alta probabilidad, en el futuro previsible. Se piensa que en los tiempos por venir esos sistemas de información estarán caracterizados, entre otras cosas, por el uso de la “nube”, en vez de servidores de hardware propios, de las estructuras y bases de datos distribuidas y no centralizadas, por la interoperabilidad de la información y su intercambio libre y de acceso sencillo para los ciudadanos en general, por la creación de infraestructuras de datos geoespaciales cada vez más comprehensivas, por la generalización y normalización del empleo de metadatos (datos sobre los datos; esto es: autores, fuentes, fechas y muchos atributos más para identificarlos correctamente), por el uso masivo de Internet.
Se dijo también que no sólo las nuevas tecnologías de proceso de los datos importan. El dato mismo, su precisión, su actualización están en la base de los sistemas de información geoespacial útiles. Obtener y mantener actualizados los datos de un sistema de información geoespacial requiere inversiones cuantiosas. Pero si se consideran los ahorros que puede significar no incurrir en las decisiones erróneas que podrían tomarse en ausencia de tales datos, esa apreciación cambia. Una decisión bien informada puede evitar o disminuir los altos costos en vidas humanas y/o en daños patrimoniales. Vistas así, esas inversiones son, sin duda, de alta rentabilidad.
Me es grato señalar que en este contexto de calidad conceptual y técnica, el municipio de Aguascalientes presentó, por conducto del Implan, su sistema de información estadística y geográfica (SMIGE). Hasta donde pude constatar, mereció un buen número de comentarios favorables.
Cerró el evento Eduardo Sojo, presidente del INEGI, con una presentación en la que dio cuenta de las amplias, variadas, complejas y necesarias tareas que en esta materia de información geoespacial ha emprendido y emprenderá el Instituto a su cargo. Veremos cómo evolucionaron en la próxima convención y daremos cuenta de ello si las circunstancias y azares de la vida me lo permiten.
Foto: Roberto Guerra