México no es un país pobre, pero sí es un país de pobres. Y vaya que la expresión indica por si sola una diferencia abismal.
El problema fundamental de nuestro país no es la carencia en los recursos, la verdad ni en el aspecto natural, ni social y aunque así lo parezca, nuestro problema tampoco está en el aspecto económico; y es que nuestro México es una de las naciones con mayor potencial a nivel mundial, siempre colocado como uno de los países con más perspectivas de crecimiento, proyectos que durante decenas de años no han cuajado por diferentes razones, teniendo simplemente en la miseria a gran parte de nuestra población.
Si no es la falta de recursos la que nos aqueja, entonces ¿qué es?
En México hay más de 50 millones de personas catalogadas como pobres. Los indicadores y las etiquetas de pobreza dicen que pobre es aquel que tiene menos recursos de los que necesita para vivir de una manera digna, sin embargo existen diversos tipos de pobreza como lo son: pobreza alimentaria, pobreza educativa, pobreza patrimonial, pobreza extrema, etc.
Y mientras existen ese 47% de personas pobres en un país de 120 millones de habitantes, por otro lado podemos contar a pocos miles de mexicanos que viven en la opulencia, hablamos de grandes empresarios expertos en evadir impuestos, líderes sindicales que hacen y deshacen a sus gremios a placer, políticos sin compromiso social, ni pudor ni vergüenza y los asesores de todos los anteriores. Para muestra un botón, durante años hemos tenido al hombre más rico del mundo, empresario por todos conocido que amasa fortunas groseras, al igual que el líder sindical de los petroleros capaz de comprar un avión de lujo para sus gustos y los caprichos de sus hijos, todo esto, en un país donde hay personas que día a día ni siquiera saben si habrá algún bocado en sus estómagos al llegar la noche.
Dinero no falta, lo que pasa es que simplemente está mal distribuido.
Este 16 de octubre se conmemora, aunque no sé si sea la palabra correcta: “conmemorar” o celebrar o recordar, quizá simplemente podemos decir “pasa” el día denominado: día mundial de la alimentación según la Organización de las Naciones Unidas.
Desde 1979 este día tiene la finalidad de concientizar a los pueblos del mundo sobre el problema alimentario mundial y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza. Desde el mes de enero, el gobierno Federal puso en marcha la cruzada nacional contra el hambre y hoy, a casi 9 meses de ponerla en marcha, los resultados han sido paupérrimos.
Se habla de casi 30 millones de personas que viven en pobreza alimentaria, y las acciones han sido muy pocas; se regatean despensas, se poquitean los apoyos y se utilizan como fondo electorero de cara a los comicios venideros. Hoy cuando hemos sido azotados en el país por contingencias ambientales, las personas que lo necesitan simplemente no obtienen el apoyo, sino que la sociedad civil, usted y yo hemos tenido que proporcionar, juntar, colectar y llevar la ayuda a los sitios donde están las personas que lo necesitan. ¿Dónde quedó ese fondo de apoyo para evitar el hambre? Si esta no es una contingencia, ¿cuándo se podrá considerar necesario utilizar los recursos federales para apoyar a las personas?
Reconocer que hay hambre no es suficiente para combatirla. Hace falta aprender a llegar a los sitios que requieren el apoyo, es necesario aprender a dividir los recursos, ver esto más allá de un asunto político, de un banco de votos para el futuro, combatir el hambre es una obligación no solo por obligación del gobierno, sino un contrato ético y moral. No puedes andar por la vida despilfarrando lo que no te pertenece (hablando del erario público) mientras ves a personas morir de hambre. Simplemente no se vale.
Aunque no todo es cosa del Gobierno y sus distracciones u omisiones. Este miércoles 16 de octubre nosotros tenemos la oportunidad de hacer algo por los que más lo necesitan. Se dice que a diario se desperdician 30 mil toneladas de alimentos óptimos para el consumo. Usted analice los alimentos que compra y simplemente se echan a perder en su refrigerador porque los olvida y quedan ahí guardados “por siempre”, hasta que llega el momento de tirarlos. Qué decir de todos aquellos alimentos consumidos en establecimientos que se quedan a la mitad y van a la basura.
Ojo, no quiero decir que llevemos desperdicios a las personas que no tienen para comer, sino más bien me refiero a un tema de educación, una decisión cultural. Aprendamos a consumir lo que necesitamos, lo que podemos, lo que debemos.
Analice cada uno de ustedes el consumo individual o familiar y compre solo lo necesario, así de primera instancia evitamos el desperdicio y podemos ayudar, ¿por qué no?, a nuestra economía.
Ahora bien, existen bancos de alimentos y lugares para brindar un apoyo a esta causa, pueden destinar un poco de su recurso o de su tiempo para llevar los alimentos a estos sitios y así ayudar a las personas que menos tienen y que lo necesitan. Incluso usted puede hacer lo propio, haga algo por una familia que sepa tiene problemas alimentarios, verá lo bien que se siente ayudar y recibir un gracias a cambio.