Como seres humanos con la posibilidad de racionalizar lo que se experimenta, es común tener la obsesión por analizar y definir lo que los otros, en verdad, trataron de decir o el porqué hicieron algo; y aunque estas prácticas están presentes en gran parte de la cotidianeidad, como en la política, el trabajo, entre las amistades y la familia, en ocasiones es preferible evitar la exposición de nuestras preguntas. Tal vez la sinceridad exhibiría que las personas están politizadas, negocian y acuerdan intereses con los demás, esto como un mecanismo de sobrevivencia, y uno de los recursos para ello es la agrupación, como la búsqueda de compañía, que está transfigurada por la economía política del mundo civilizado como el tener una pareja. Las emociones, además de procesos físico-químicos, también son fenómenos psicosociosomáticos.
Si se decide objetivizar esta pesquisa por el llamado amor, se puede identificar una escala personal de necesidades independientes y/o dependientes entre sí, que se esperan complementar o potencializar a través de terceras personas, como la simple compañía para evitar la soledad, la práctica de actividades románticas con o sin la formalización de lazos afectivos de por medio, el sexo, el sostener conversaciones prolongadas, simples besos y/o caricias, o sólo contar con alguien que emita cumplidos para satisfacción del ego. Algo similar a lo que logró plasmar Simone de Beauvoir en algunas de sus cartas a Jean Paul Sartre, a través de las cuales, incluso plantea el tiempo de dedicación que se merece un amante.
Este tipo de cosificación también se muestra en múltiples estudios sobre el embarazo en adolescentes: algunas jóvenes identifican a chicos que muestran interés por el trabajo y manifiestan un potencial para lograr ser proveedores, y por medio de conversaciones metafóricas, creen identificar aquellos individuos que asumirán un rol paternal de familia monogámica y cohabitacional; esto con el objetivo de generar una familia para lograr la emancipación de los anteriores padres. Y por su parte, los jóvenes también generan y aceptan posibles escenarios al presentarse un embarazo, aunque no definen fecha.
Si bien, esta racionalización sobre las y los individuos parece un atentado a la sublimación de las emociones, sucede de forma inconsciente con la persona en un juego sexual/afectivo. Por ejemplo: es perfecto pero no sabe besar, ella es todo lo que busco pero no sabe divertirse con mis amigos, me encanta estar con él o ella pero deseo dormir en mi propia cama, no me atrae físicamente pero adoro platicar por horas. Alrededor de múltiples frases de este tipo se encuentra el conflicto entre el interés por permanecer cerca de una persona y manifestar lo que realmente se desea: ¿esto será una incapacidad de describir los sentimientos, producto del discurso especista de la sublimación de las emociones? Por otra parte, se asume el privilegio de saber lo que la otra persona piensa: ¿se trata de minimizar conflictos o del miedo a descubrir que también la otra tiene sus propias expectativas y necesidades? Estas son algunas de las preguntas que plantea la obra teatral “Closer” de Patrick Marber, llevada al cine por Mike Nichols; una obra que presenta el drama de la sinceridad en el mundo del deseo.
Existen personas que pueden ser amigos y tener relaciones sexuales de forma eventual sin interés por formalizar un noviazgo; otras pueden buscar la compañía para dormir con alguien en la cama, y desayunar al siguiente día, sin títulos o compromisos de por medio; sólo contar con una persona a quien besar durante una reunión o fiesta; o hay otras que al tener un noviazgo terminan generando una relación alterna con quien simplemente las halaga y admira, sin que esto signifique un amorío; sin embargo, ¿es sencillo el plantear estos intereses? ¿Existirá alguna relación entre las altas tasas de suicidio en Aguascalientes, la impotencia de aceptar el tipo de relaciones que buscamos y la frustración de no cumplir con el amor que exige lo externo? Algunos grupos buscan la revolución de las emociones, con base en un mundo idílico cimentado en la sinceridad.
No se trata totalmente de un mundo paralelo. Al parecer, conforme se avanza en los años, y el desgaste corporal, el sobrevivir se vuelve más importante, por lo que el contar con la fortaleza de uno o varios compañeros o compañeras de vida es preocupante. Así, la sinceridad pasa de los eufemismos a un mundo de oferta y demanda de expectativas con un menor costo de inversión. El romanticismo con sus exigencias de actuación parece diluirse ante estilos de vida más individuales.
Sin embargo, ¿esto es un problema? Algunas agrupaciones “pro-vida” (desde una perspectiva biopolítica) se muestran alarmadas por el hecho de que los matrimonios van a la baja y los divorcios a la alta: según el INEGI, en 2010 las disoluciones conyugales registradas en México representaron el 15.13% de las uniones signadas en el mismo año, mientras que en 2011 llegaron a un 15.9%; de forma general, los matrimonios aumentaron un 0.4% respecto a 2010 y los divorcios un 6%. ¿La humanidad está frente a un tiempo en el que los compromisos a largo plazo no desean asumirse?; ¿se acepta cada vez más la libertad afectiva de las y los otros?; si se tratara de esto último, se podría considerar que en un futuro las relaciones efectivas que se fracturan causarían menos daño a sus involucrados, el miedo a la soledad y el placer por la estabilidad se minimizarían generando vinculaciones más sinceras, ¿y volátiles? Por otra parte, en el caso de uniones con hijos o hijas, ¿se reduciría el conflicto de la lucha por el buen o mal padre o madre?, ¿se reducirían los juicios de patria potestad hacia una convivencia más sana para beneficio de los engendrados? Sólo se puede experimentar, pero, de forma sincera, ¿soportamos la sinceridad?
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