Japón, a pesar de su derrota en la Segunda Guerra Mundial coronada con la ocupación de su territorio por los Estados Unidos al mando del General Douglas Mac Arthur quien acabó disolviendo los ejércitos nipones y cerrando las fábricas de material bélico, sigue logrando victorias a favor de su imperio, sometiendo a otros pueblos y gobiernos a trabajar por sus intereses, ya no por la fuerza militar, sino a través de su poderío económico. Después de Hiroshima y Nagasaki, donde murieron 240 mil personas a consecuencia de la bomba atómica, número inferior a los muertos que en México ha ocasionado la guerra perdida contra las drogas, Japón logró revertir los daños del holocausto alcanzando un espectacular crecimiento económico de los años sesentas a los ochentas conocido como el “milagro japonés”. Este período marcó la llegada de Nissan a México al instalarse dos plantas automotrices en el país, la primera en 1966 en Juitepec Morelos y la segunda en 1982 en la ciudad de Aguascalientes que operó como fábrica de motores y componentes y que diez años después funcionó como ensambladora de automóviles. Nissan en Aguascalientes ocupó el vacío dejado por los talleres de Ferrocarriles Nacionales de México, origen inequívoco de la vocación industrial de la entidad. Bajo este contexto los privilegios fiscales otorgados por los gobiernos del PRI a empresas extranjeras con el objeto de alentar la inversión y la creación de empleos, lo único que generaron fue el desmantelamiento y privatización de la industria nacional y el aumento de los niveles de pobreza extrema en las regiones donde dichas empresas se instalaron. Si bien es cierto que el régimen de consolidación fiscal fue concebido como un esquema de incentivos a estas empresas, éste se diseñó con la condición de que no dañaran las finanzas del país. Es sabido que los grandes grupos empresariales que operan en México difieren el pago del impuesto sobre la renta deduciendo las pérdidas de algunas de sus empresas contra las ganancias de otras. De esta manera crean empresas exclusivas para operar con números rojos y eluden el pago de impuestos de aquellas que les reportan grandes utilidades. Según informe oficial del Sistema de Administración Tributaria “400 grandes grupos empresariales que operan en México acumularon ingresos por cuatro billones 960 mil millones de pesos en 2008 y pagaron solamente el 1.7 % en promedio de Impuesto Sobre la Renta”. La deuda fiscal global no recuperada ese año por la Secretaría de Hacienda alcanzó la cifra de 143 mil millones de pesos y algunas de las empresas que no pagaron al fisco fueron: Cemex, Femsa, Bimbo, Televisa, Bachoco, Kimberly Clark, Elecktra, Iusacell, Maseca, Wal–Mart, Comercial Mexicana, Liverpool, Grupo México, Saba, Posadas, Gigante, Herdez, Alfa Sur, Grupo Asur, Aeropuerto del Pacífico y Peñoles, América Móvil, Palacio de Hierro, Autlán, Telmex y AHMSA. No es casualidad la “vaquita” que estas empresas realizaron en la pasada elección federal para comprarle la presidencia a Enrique Peña Nieto quien se mueve por la férrea voluntad de sus titiriteros. Tampoco es casualidad que en la nueva planta Nissan que se construye en Aguascalientes, el gobierno estatal y municipal de los priístas José Carlos y Lorena, que siguen dando pena, hayan regalado con cargo al erario público 1,750 millones de pesos para adquirir, acondicionar y dotar del equipamiento urbano necesario a la nueva planta automotriz, más los trece millones 363 mil pesos que el municipio de Aguascalientes le condonó a Nissan por el impuesto a la propiedad de bienes inmuebles. La pregunta es obligada. ¿Fue necesario endeudar al pueblo de Aguascalientes y perjudicar la hacienda pública municipal en beneficio de una empresa extranjera cuyas ganancias suman miles de millones de dólares? Es un imperativo dejar para la historia la actitud lacaya y sumisa del gobernador del estado José Carlos Lozano de la Torre y de la alcaldesa Lorena Rodríguez Martínez quienes nada hicieron para tratar el elemental pago de impuestos legal, obligatorio, proporcional y equitativo como lo marca la ley ante una empresa nipona a quien además de los millones de dólares que se le regalaron, se les entregó la mano de obra más barata del mundo; bajos costos laborales y la probada destreza de los trabajadores mexicanos para quienes nadie negoció mejores condiciones salariales, tal como las tienen los obreros que en otros países fabrican los mismos automóviles. Nissan plantó su tienda en Aguascalientes fortaleciendo el imperio japonés que se expande por todo el mundo con sus marcas como Sony, Honda, Toyota, Canon, Nintendo, Panasonic, Lexus, Toshiba, Sharp, Olympus, Mitsubishi, Bridgestone, Yamaha, Hitachi, Mazda, Casio, Nikon, Brother, Subaru, Epson, Suzuki, Daikin, Konica Minolta, Fujitsu, Citizen, Ricoh, Shiseido, Komatsu o Asics sólo por referir las más conocidas. Ciertamente, no tiene la culpa el indio y mucho menos quienes han hecho del Kaizen una forma de vida como el japonés que aún vencido nunca se ha dado por vencido.