Recientemente el presidente de México Enrique Peña Nieto declaró que su gobierno intentará cambiar la “mala percepción” que la ciudadanía tiene sobre la policía. No es un secreto ni siquiera a voces, es de conocimiento popular el fracaso del sistema de seguridad en el orden mundial. La violencia que se vive en México tiene que ver con los altos niveles de corrupción e impunidad principalmente en las instancias de justicia y seguridad.
El gobierno en los últimos tres sexenios, especialmente, se ha empeñado en “combatir la inseguridad y el crimen organizado”, como nunca es enorme el presupuesto que se le ha dado a la capacitación, equipamiento y la adquisición de armas. Seguramente habrá muchísimas cifras al respecto pero en ningún caso se diría que es poca la inversión que en los últimos 13 años el gobierno mexicano ha destinado en sus distintas estrategias para desarticular la inseguridad en la que está sumergida la nación.
Por un lado personajes claves ligados al crimen organizado como Joaquín Guzmán Loera “El Chapo Guzmán”, señalado como uno de los principales líderes, sigue suelto gracias a la corrupción que reina en el sistema carcelario mexicano logrando evadir la justicia, algunos más están viviendo de lujo en la prisión con derecho a entradas y salidas libremente o en procesos bastante benevolentes, hay a quienes se les permite estar fuera de la cárcel y vivir sin culpa bajo el amparo federal.
De la “seguridad” lo que ha quedado de manifiesto en cada una de estas administraciones es que hay gato encerrado cuando se trata de combatir al crimen organizado. Por ejemplo:
Recientemente detuvieron a 18 integrantes de una banda delictiva que operaba principalmente en el puerto de Acapulco, han sido señalados de haber cometido varios homicidios y otros tantos secuestros pero lo que nos da un golpe seco en la conciencia social es que 13 de estos 18 detenidos son policías federales activos.
Pocos días antes encontraron el cuerpo sin vida en Nuevo León del joven Armando Humberto del Bosque Villarreal, este caso ya había sido denunciado por el Comité de Derechos Humanos de Nuevo León cuando dieron a conocer que al menos cuatro jóvenes habían sido desaparecidos forzosamente después de haber sufrido abusos por parte de fuerzas castrenses, concretamente por elementos de la marina.
Una más, algunos días atrás se escuchó que la policía había logrado rescatar a tres personas secuestradas, al llegar al lugar ubicado sobre una carretera de Jalisco, en la finca donde estaban tres hombres privados de su libertad, la policía fue recibida a balazos por los secuestradores, aproximadamente unos 50 que escaparon, sólo lograron asegurar algunos autos, pero de los responsables, de los criminales no hubo nada, todos, cada uno de esos cincuenta logró escapar. Increíble ¿no?
Entonces ¿En manos de quiénes estamos? Así como estos tres casos hay un sinnúmero con olor a putrefacción de la policía mexicana. ¿Por qué algo tan ineficiente como la seguridad tiene tanto presupuesto?
Veamos, para el 2014 el presupuesto para la Secretaría de Gobernación será de 75 mil millones de pesos, para la Secretaría de la Defensa Nacional habrá 65 mil, 236 millones de pesos, la Secretaría de Marina se embolsará 24 mil 600 millones de pesos y finalmente la mal lograda Procuraduría General de la República (PGR) 17 mil 284 millones de pesos.
Tengo la certeza de que habrá un montón más de cantidades que son destinadas a la seguridad y que se me han escapado, pero aún así estas cifras hay que tomarlas como un borrador que apenas busca dibujar un poco el panorama incierto de la enorme cantidad de dinero que se derrocha en las corporaciones infiltradas hasta el tuétano por el crimen organizado.
El escudo político, los arreglos bajo la mesa, los convenios firmados en lo oscurito son la forma en que empresas privadas además ligadas a personajes públicos o partidistas se han venido beneficiando de la violencia que se ha usado como estrategia para hacerse de estos fondos.
Resulta a todas luces absurdo que hoy la mitad del territorio nacional está devastado por los desastres naturales, sumido en la pobreza, la marginación, el abandono y el olvido, en la impotencia; después del agua, vino la desesperanza porque el dinero que les puede ayudar será destinado una vez más a un sistema que no sirve, como el de la seguridad pública.
Esa mitad de México que quedó empantanada en el desastre sumará nuevas desigualdades a las que ya tenía, arreciará la violencia en estos lugares, ahora sí la ley de la selva, hay que ganar a como dé lugar cada pequeña oportunidad de llevar que comer a las familias y eso mucha gente lo hará a cualquier costo.
El gobierno mexicano es responsable de la pobreza estructural que se vive, las pésimas negociaciones bajo este sistema de capitalismo salvaje han despojado a millones de personas de las oportunidades y por otro lado este mismo sistema encubre a los grupos delictivos que se nutren de su sembradío de violencia y del derramamiento de sangre que hacen por todo el país, los que arrebatan todo al final son los mismos a quienes se les asigna la tarea de dar “seguridad” están enrolados en el mismo mal que pretenden erradicar. Qué farsa vivimos y todo para privilegiar el negocio redondo que han hecho al atizar la violencia con más violencia.
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