Virtuosa mujer de letras, de nuestro México, intelectual contemporánea, precursora del realismo mágico, analítica del entorno nacional, por momentos a la sombra de Octavio Paz con quien incursionó en esa estructura social llamada matrimonio y que dejó para caminar por aceras extranjeras debido a las secuelas de los movimientos sociales de finales de los años 60.
En el universo de Elena Garro la alegoría obliga al lector a apelar a la hermenéutica y al conocimiento del entorno nacional y ahora 15 años después del silencio de su bolígrafo sigue invitando a la reflexión y al análisis.
Ventura Allende, una pieza para teatro que retrata al México, no de ayer ni de hoy sino de siempre, un libreto divertido que convierte la indignación social en un espejo de la realidad que no se rompe con el tiempo, se hace más sólido.
Nos encontramos con Ventura Allende, un campesino marginado por el sistema, tiene hambre y está de mal humor, el personaje representa al grueso de la sociedad mexicana, aquella que manifiesta su enojo, que ve pasar la vida sin entusiasmo, que busca por todas partes el sustento, ese Ventura Allende de Elena Garro que vive en el inconsciente de los nacidos bajo la bandera tricolor y el águila.
No solo el hambre es lo que le molesta al personaje sino la borregada y la caballada que no lo dejan en paz, esos fantasmas que desde entonces rondan entre nosotros y que nos segregan en dos únicos estados sociales. Podemos aspirar a formar parte de la caballada aunque a lo más que podemos llegar es a engrosar las filas de la borregada.
Y como a todos nos pasa, al principio Ventura Allende presenta cierta resistencia al cambio pero acaba cediendo cuando le ofrecen cubrir sus necesidades básicas, es decir comida.
Esa borregada incómoda a la que nadie quiere pertenecer pero en la cual todos estamos metidos, esa “clase social” que nos marca pautas de comportamiento reforzadas por los medios electrónicos, aquella que nos hizo creer que estábamos a dos minutos de ser país desarrollado, que la modernidad por fin nos iba a cobijar y que a todos los Ventura nos haría justicia la Revolución.
Y esa manera de representar al borrego y al caballo con la única finalidad de confundir a nuestro personaje, el reforzamiento de una meta aspiracional que al final no se cumple, una caballada que no tiene poder pero que se lo hacen creer y que anda por el monte relinchando hasta quedarse afónicos con el único objetivo de demostrar lo que no son. Una caballada reflejada en nuestra clase política de segunda línea, en nuestro sistema de seguridad y en todo lo que connote poder.
Para esas alturas del libreto Ventura Allende está aún más molesto, no puede alcanzar a un borrego para comérselo y un caballo es muy rápido para él; es entonces cuando aparece un nuevo personaje “el puerco”. Con características muy claras que no dejan nada a la imaginación ni a la duda, Elena Garro no vacila en cargar todo el perfil del personaje a la clásica figura del político mexicano, a ese que en este momento usted está visualizando, así tal cual.
A base de engaños, el puerco convence a Ventura Allende para que vayan a una boda sin novios, donde el podrá comer hasta satisfacer su hambre y la de sus seis hijos. Aparentemente no hay nada que el puerco pida a cambio, es un alma caritativa.
De entrada Ventura duda del puerco pero, como todos nosotros en nuestra cotidianeidad, el también acaba convencido ante tal retórica impresionante.
¿Qué busca el puerco, para qué quiere a Ventura Allende convertido en un borrego, qué gana con eso?
Elena Garro no presenta falsas conductas en sus personajes, al contrario, son tan obvios y contundentes que solo les falta poner nombre y apellido de acuerdo a la época en que se revise el texto.
“Yo quiero llevarte a un hermoso festín. ¡Quiero invitarte a la boda más lucida que jamás hayas visto! ¡Quiero devolverte la fe en las bondades del mundo y sus placeres! Eres un hombre sencillo, que no ha visto sino el lado raquítico de la vida. ¡La labor de un buen mexicano es compartir con sus conciudadanos los beneficios que nos ofrece este gran país, cornucopia de la abundancia”. Le dice el puerco a Ventura Allende.
El universo que creó Elena Garro en esta pieza teatral está tan vigente que ya no sorprende a nadie, esa similitud de situaciones, de personajes, de sentimientos, meten a nuestra sociedad en un espiral de situaciones repetidas que no tienen fin.
¿Es México un país que no evoluciona a lo largo de los años, o es una parálisis del tiempo? Si la razón es la última, entonces debemos identificar a los físicos que han logrado esto y postularlos para el próximo octubre 2014 a los “Nobel”.
Le invito a que revise “Ventura Allende” de Elena Garro, seguro se va a divertir, aguante “vara” si de pronto se ve reflejado en alguno de los personajes de la obra, no tiene nada de malo, a final de cuentas es una alegoría con todo el sazón de nuestra tierra.
Twitter: @ericazocar