Leí el “Shock del Futuro” de Alvin Toffler hará unos veintisiete años, gracias a un intercambio que hice con Roberto Hoyo: Yo recibí este libro y a cambio le di “La ciudad y los Perros” de Mario Vargas Llosa. El libro de Toffler menciona que la humanidad se encuentra en una etapa de cambios vertiginosos, hijos de la tecnología y los avances científicos, como nunca se había visto en la historia. Donde la acelerada transformación tecnológica nos desfasa de la realidad causando en el individuo moderno un resquebrajamiento de las estructuras habituales sobre las que históricamente se conducía la humanidad. Lo que produce en el sujeto común y corriente una desorientación y un conflicto que provoca estrés y desconcierto. Religión, nacionalidad, sentido de pertenencia a la comunidad, la familia como núcleo social y la profesión como fórmula de vida garantizada, todos estos son conceptos que han venido perdiendo peso en el mundo actual, lo que provoca que el individuo social tenga que buscar otras formas de identidad en el rápido tiempo de los cambios sociales. El ensayo de Toffler se publicó en 1970, antes de la Globalización Mundial, del uso del Internet y de los teléfonos celulares, por lo que sus aproximaciones, proyecciones y predicciones aumentan de valor. Toffler vio desde ese entonces el camino que tomaría la sociedad Americana, y que por su radio de influencia afectaría a todo el orbe. Describe en su obra la incapacidad de los gobernantes estadounidenses para prever los cambios sociales que produce la tecnología y para mantenerse al paso, en actualidad para responder a las demandas sociales que se van creando. El mundo ha pasado de la Sociedad Industrial a la Sociedad Super Industrial, pero los políticos del mundo, siguen operando bajo el sistema de la inmediatez de las elecciones. Así es, el mundo político se enfoca a ganar las próximas elecciones y nunca se detiene a tratar de entender la “visión más amplia” de los cambios que está viviendo la humanidad. Por ello los gobiernos de hoy en día, fallan en sus administraciones, puesto que no están preparados en la previsión de los cambios acelerados, apresurados que la tecnología está imprimiendo en nuestras vidas. Toffler sostiene que el hombre del futuro tendrá que ser más plástico, mimético, para poder encontrar en las cosas transitorias la permanencia y el anclaje para llevar su vida. El antídoto que propone Toffler es la educación y la formación del individuo, no obstante en nuestras sociedades la educación, igual que los gobiernos, no sólo van un paso atrás de la tecnología, sino que su calidad cada vez es menor. El mundo, bajo esta perspectiva, se convertirá -o mejor dicho se está convirtiendo-, en un planeta regido por grandes corporaciones de la Super Industria que acaben dictando las normas de la existencia. Se formará una élite de muy pocos miembros que acapararan el poder y lo mantendrán evitando el acceso al conocimiento útil y práctico de los demás. Las bases que durante siglos desarrollaron la cultura, cambian al paso de la nueva tecnología, de las ciencias aplicadas, de los procesos incorporados a la vida diaria y del “Know-how”. El hombre se encuentra forzado a adaptarse con mayor velocidad a los cambios con objeto de que la tecnología sea parte de nuestra vida. Adaptarse al mundo mutante e instantáneo, bajo el más estricto sentido darwiniano, es la prioridad del humano. Encontrar en lo fugaz, en lo súbito, en lo tornadizo y en lo voluble una nueva manera de existir. “El progreso -decía Miguel de Unamuno- consiste en renovarse”. Pero la renovación debe contener por fuerza de ser una base moral que controle a los avances materiales, para que se consagre como común.
No basta con el poder o la facultad de hacer tal o cual cosa para justificarse, es necesario en la vida que pre exista un valor humano que nos guíe en el mundo tecnológico que hemos formado. Obama tiene la capacidad tecnológica de espiar a los presidentes de Francia, de México o de Brasil, pero esto no lo hace aceptable, admisible, digno. Lo plausible sería que aún pudiéndolo hacer no lo hubiera hecho, por el simple principio del respeto. Así, un abogado puede abusar de su cliente por su conocimiento en las Leyes y los procesos judiciales, o un contador por su dominio de la miscelánea fiscal y los procedimientos hacendarios, o un médico puede explotar a su paciente por sus conocimientos en enfermedades y tratamientos, o un columnista por su acceso a los medios de comunicación masiva, pero eso no justifica que por ello abusen de su poder. En todo avance tecnológico y de conocimiento debe subyacer, necesariamente, una ética, una integridad, una moralidad que rija el comportamiento y la actuación. Lo mismo se aplica al mundo moderno en general, debe de haber un valor humano básico, un proceder moral, una conciencia de lo justo, pues de otra manera volveremos al oscurantismo y a la ley del más fuerte. El mundo tecnológico nos está transformando el modo de hacer negocios, de llevar nuestras vidas, y es necesario adaptarnos a la vorágine de los cambios, ora el internet, ora los teléfonos celulares, ora la televisión satelital. Pero la renovación debe de hacerse desde el contexto humano de la dignidad. Poco hemos mejorado el mundo que dejaremos a nuestros hijos, pero nuestro legado podría ser el Honor y la Justicia.
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