Un trío de calaveras camina por las calles desoladas de esta nación. Fueron tres excepcionales mexicanos que supieron entender el significado de la muerte y transmitirlo a través de su obra. Tres de nosotros que traspasaron fronteras y que, efectivamente, la muerte les proporcionó la eternidad que seguramente anhelaron.
Las expresiones artísticas que ellos dominaron los proyectó directo al cosmos y su energía se dispersó por todos los rincones de este país.
Lejos de todos los malestares que nos aquejan, de las equivocaciones de nuestros políticos, del espectáculo mediático que hacen de la cotidianeidad, los días se acercan y la celebración es obligada, las tres alegres calaveras están listas para deleitarnos.
El primero en alcanzar la eternidad partió en 1913, caricaturista que plasmó las tradiciones populares y el sentir de la sociedad de aquellos años, José Guadalupe Posada como es sabido por todos, deja a la humanidad grabados donde la “huesuda” es el todo.
La elegancia de la muerte como personaje, la creación de La Catrina y su “poder” entre ricos y pobres, la fiesta de los vivos para venerar a los muertos donde éstos son los protagonistas. Precursor del movimiento nacionalista de las artes en nuestro país, se embarca en una aventura sin retorno.
Pero no fue sino hasta 1933 cuando inicio el camino a la inmortalidad, gracias al pintor francés Louis Henri Jean Charlot quien fue asistente de Diego Rivera.
Charlot se dio a la tarea de dar a conocer la obra de Posada editando sus planchas y dándole el lugar que ahora tiene y se merece.
Nuestra segunda Calavera, respetando el orden de aparición en la inmortalidad es quien cierra su obra maestra así: “Se apoyó de los brazos de Damiana Cisneros e hizo intento de caminar. Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando por dentro; pero sin decir una sola palabra. Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras.”
Efectivamente el Maestro Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, y su novela Pedro Páramo. Aquella que leíamos en la secundaria y no entendíamos nada. ¿Qué trataba de contar, era un pueblo fantasma, todos estaban muertos?
Una novela que trasciende el tiempo por la manera de plasmar ese culto de nosotros los mexicanos por la muerte y su paralelismo con la vida, donde no hay “opuesto” o por lo menos no tan contundente. Esa manera de ver a la muerte,no como el fin, sino como una fase más de nuestro existir en un mundo infinito.
Sus personajes creados para confundir al lector, la carga interpretativa de cada uno, la forma de representar elementos a través de rostros, el enamoramiento por lo vivo que se ha ido y el gusto por Comala y sus pobladores, como la última morada del mortal que no encontró sentido a su vida.
Más allá de cultos religiosos, el espejo que encontramos en esta obra refleja la sociedad que fuimos, somos y seremos. Un perfil bien definido que nos permite retar a la muerte en cualquier momento, en cualquier situación, en esta cotidianidad impregnada de sinsabores, atentados, crisis, asesinatos, actos terroristas, etc. ¿Será esa visión de la muerte la que nos hace fuertes antes los pormenores señalados?
El maestro Rulfo nos deja una historia para interpretar desde el punto de vista que queramos o que podamos, siempre con ese personaje que ronda entre nosotros desde el principio de los tiempos y que no podremos evitar una cita con ella alguna vez.
El último, pero no menos importante, es el señor Jorge Reyes, uno de los músicos más completos y complejos de nuestros tiempos. Oriundo de Uruapan Michoacán se dedicó a la difusión de la música prehispánica fusionada con el rock progresivo y el new edge.
Fundador del grupo mexicano de rock progresivo “Chac Mool” incursiona en la búsqueda de la identidad de los pueblos mexicanos a través del culto por la muerte.
Estudioso de las tradiciones y costumbres mexicanas, sus conciertos eran escaparates para dar a conocer la riqueza autóctona sonora de nuestros pueblos.
Muere haciendo música un 7 de febrero de 2009, en la ciudad de México.
Tres calaveras, tres generaciones de artistas que plasmaron su sentir hacia la vida y la muerte, tres que sin ellos la cosmovisión del México mágico no sería posible.
Tome de pretexto estos días para buscar información de estos personajes y verá que la sorpresa será mayúscula cuando conozca su obra y se identifique como parte de ella.
José Guadalupe Posada
Juan Rulfo
Jorge Reyes
Twitter: @ericazocar