El pleno derecho a existir sólo lo pueden tener los viejos.
Fernando Vallejo
A pesar de lo fuerte de la afirmación de Vallejo en La Virgen de los Sicarios, en el fondo me parece que tiene cierta razón el autor (con perdón de los puritanos de los derechos humanos que saldrán con aquello de que son universales) nadie con más derechos que aquellos cuyos años les han hecho ganar lo que no se puede salvo con el tiempo: sabiduría, o en términos coloquiales, “más sabe el diablo por viejo, que por diablo”. Esta idea es la que permeaba en nuestras culturas precolombinas, en las cuales sólo los mayores de “sesenta años… tenían permiso de emborracharse”, de tomar pulque (Lucio Mendieta y Nuñez) y donde los huehuetlatollis o pláticas de los viejos buscaban inculcar en los niños y los jóvenes que iban al Calmecac o Tepochcalli, ideas o principios morales (De la Torre Rangel).
Este pleno derecho a existir tiene muchas aristas, como lo demuestra magistralmente Michael Haneke en su película Amour (2012) que recibió la Palma de Oro en Cannes y el Óscar a mejor película extranjera. La cinta explora el mundo de dos adultos mayores en la última etapa de su vida: Georges sufre cuando su esposa enferma y su salud merma de forma rápida y penosa, ella le hace jurar que no la va a regresar a un hospital; a pesar de que la hija vive distante de ellos, ante la gravedad de su madre, se entromete en las decisiones, pelea incluso con el padre para que sea canalizada a una clínica de salud, a lo cual por supuesto se opone contundentemente él. En la medida de que se complica el estado de su mujer, a pesar de que pareciera tratar con una niña, él reconoce en ella capacidad de decisión.
Haneke, también director de la aclamada La Pianista, se toma su tiempo para narrarnos la historia, por ello vemos planos largos con rostros pensativos, secuencias lentas que nos hacen reflexionar sobre el concepto mismo del existir; más aún, no le interesa tenernos al filo de la butaca pues desde el principio de la película nos muestra el desenlace, lo que pretende es llevarnos de la mano por situaciones extremas donde el amor no es precisamente cursi o tierno. La fotografía es hermosa y hay composiciones que son auténticas obras de arte, como en la secuencia del concierto de piano, donde vemos de frente a un auditorio mientras ellos miran al ejecutante, una sesión introspectiva entre cineasta y espectador. Por cierto, pude acceder a esta obra gracias al esfuerzo de cultura alternativa del café La Mandrágora que todos los martes a las 20:00 programa películas de arte, felicidades por el esfuerzo y ojalá que siga adelante.
El derecho contemporáneo ha creado en la última década normas especializadas en atención de los adultos mayores, leyes que hablan de principios como autonomía y autorrealización, de integración, de equidad; sin embargo es mi percepción que la letra del texto en el fondo tiene un tufo de canonjía, de concesión graciosa o en el mejor de los casos de obligación del estado y la sociedad, pero no así de un derecho que los abuelos se han ganado, es decir, la norma no parte de lo que ellos merecen, sino de lo que la ley quiere darles. Pareciera que no fueron ideadas por los propios interesados, sino por especialistas que viven sólo el aquí y el ahora, que están inmersos en esa frenética vida moderna tan acelerada, que por lo mismo olvidan el ayer y no pueden imaginar el futuro, por ello tienen miedo a envejecer, no existen los viejos, ni los ancianos, sólo los adultos mayores. Y de nueva cuenta me perdonarán los creadores de conceptos tan políticamente correctos y al mismo tiempo tan huecos, pero seguiré hablando con palabras como “viejo”, “anciano”, “abuelito”, etcétera. Qué bien suena cantar como Piero: viejo, mi querido viejo, ahora ya camina lerdo, como perdonando al viento, yo soy tu sangre mi viejo, Yo, soy tu silencio y tu tiempo (personalmente prefiero mil veces la versión del italo-argentino a la de Vicente Fernández). Difiero de que esas palabras deriven en una discriminación, por el contrario son diversas formas de conceptualizar, la verdadera discriminación no viene de una forma lingüística, sino en el contexto de ofensa o agresividad con que sean utilizadas las palabras.
Lejos de morir en un frío y aséptico hospital consecuencia de esta vida moderna, Georges decide que su esposa repose a un lado de él, en su propia recámara; una decisión que reafirma el pleno derecho a existir de ambos, que como la canción de Jaime López, ejecuta acciones en toda la extensión de la palabra amor.