Moscú, Federación Rusa. 9 de septiembre de 2013. Con su semblante ajado, parecido al de un mastín napolitano, el ministro de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, proclama: “hacemos un exhorto a las autoridades sirias para que no sólo coloquen las armas químicas bajo control internacional, sino también para su posterior destrucción”.
Inmediatamente, el jefe de la diplomacia siria, Walid al-Muallem, aprovecha la oportunidad y dice: “la República Árabe de Siria da la bienvenida a la propuesta rusa, basada en el cuidado de nuestro gobierno por las vidas de nuestras pueblo y nuestra seguridad”.
El presente artículo tiene por objeto explicar al amable lector las piruetas diplomáticas realizadas para desactivar la crisis provocada por el supuesto uso de armas químicas por el gobierno de Bashar al-Assad.
La propuesta rusa –orquestada por Vladimir Putin, el genio de la geopolítica moderna- tomó por sorpresa a los anglo-americanos: en Londres el secretario de Estado de la Unión Americana, John Kerry, sólo alcanzó a decir que otorgaba una semana “retóricamente hablando” al gobierno sirio para entregar sus armas químicas.
Simultáneamente, Bild am Sontag, un periódico alemán, reveló que la inteligencia germana había interceptado mensajes que probaban que “al-Assad no había ordenado personalmente el uso de armas químicas”.
Al otro lado del Atlántico, el cada vez más encanecido presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, declaró a la periodista de la ABC, Diane Sawyer, que “veamos si podemos diseñar un lenguaje que evite un ataque pero que logre nuestros objetivos clave de evitar que las armas químicas sean usadas”.
Ayuno de imaginación, el mandatario estadounidense se trató de colgar del mérito de su contraparte rusa al decir a la cadena PBS que “había discutido una potencial solución diplomática y un plan para que Damasco entregará sus armas químicas” con Vladimir Putin durante la reunión del G-20 realizada en San Petersburgo, Rusia.
El salvavidas arrojado por Putin a los norteamericanos –el cual les evitaría convertirse en la Fuerza Aérea de Al-Qaeda- fue bien recibido por ese ejemplar de “animal político” (Aristóteles dixit) que lleva por nombre Hillary Clinton. La ex jefa de la diplomacia yanqui y futura candidata a la presidencia de su país en el año 2016 declaró, tras reunirse con Obama, que “veía una propuesta seria, sugerida por el secretario Kerry y los rusos”.
Putin, Lavrov y compañía saben que las armas químicas son sólo un pequeño detalle en el tablero de ajedrez en que se ha convertido la guerra en Siria. Lo que realmente importa son los 250 mil efectivos del Ejército Árabe Sirio –apoyado por Irán y Hezbolá y aprovisionado por Rusia-. La destrucción de las armas, la cual Damasco ha aceptado, sería “medida en años” y, quizá, para entonces “el Ejército de Siria Libre habrá sido destruido” (Asia Times 10/09/2013).
Sin embargo, hay fuerzas que desean a toda costa la destrucción de Siria: Arabia Saudita, representada por el “mellizo sombrío” Bandar bin Sultan, desea establecer un régimen fundamentalista en Damasco y utilizar a Siria para exportar, junto con Qatar, su petróleo y gas a Europa, desplazando a los rusos; Turquía, la cual aspira a revivir sus pretéritas glorias otomanas en Siria e Irak.
Por lo tanto, es preocupante el reporte publicado por Russia Today (10/09/2013), el cual afirma que los rebeldes sirios lanzarían un ataque químico contra Israel desde los territorios controlados por el gobierno como “una provocación mayor”.
Tal escenario forzaría a la Unión Americana a bombardear Siria y, posiblemente, invadir al país árabe para lograr un “cambio de régimen”. De ocurrir este escenario tipo Armagedón, entonces los Estados Unidos se convertirían en el brazo aéreo de Al-Qaeda en Siria.
¿Por qué afirmar esto? El pasado 8 de septiembre, Al-Nusra –Al Qaeda en Siria- incendió y saqueó la aldea de Maaloula, localizada a 56 kilómetros de Damasco. En una escena reminiscente de la Edad Media, los residentes cristianos fueron amenazados con ser decapitados si no se convertían al Islam.
Los cristianos de Maaloula hablan arameo –el idioma empleado por Jesús de Nazaret- y durante dos mil años han profesado su fe libre de interferencias. Este hecho lleva a preguntarnos: en el doceavo aniversario de los ataques terroristas del 9/11 ¿Irá la Unión Americana a la guerra por apoyar a la gente que los atacó en esa fatídica fecha?
Cosas tenedes, el Cid, que farán fablar las piedras.
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