Finalmente concluyó el ciclo legislativo y llegó la Reforma Educativa de muchos tan temida, ahora si les creemos a sus opositores empezará el despido masivo de miles de maestros que no se ajustan a los parámetros neoliberal y, mÁs insidiosamente, se iniciará la privatización de la educación pública que terminará en manos de Televisa y un televisor en cada aula con Chespirito dando las instrucciones básicas… o al menos eso nos han insistido sucederá. Por otra parte, sus impulsores nos aseguran que gracias a la Reforma los niños mexicanos se formarán al mismo nivel que los coreanos y noruegos, que legiones tendrán los conocimientos y habilidades en ciencias y matemáticas que el MIT tendrá que funcionar solo para mexicanos. Tan contundentes aseveraciones usualmente me hacen dudar y hacen necesario buscar algo de información fuera de ese círculo que chance nos oriente un poco; veamos…
Partamos de una duda: ¿pos cuando se descompuso la calidad del Sistema Educativo Mexicano? Porque una cosa fue que la primer llamada de atención proviniera de la aplicación de los exámenes estandarizados PISA de la OCDE en la década anterior, cuando se hizo evidente que un egresado de secundaria apenas sabía leer y comprender textos sencillos, escribir algo menos y las cuatro operaciones matemáticas fundamentales, pero no más; pero este dato no nos indicaba desde cuándo había empezado el deterioro educativo general, si es que acaso alguna vez estuvo mejor.
La “ampliación de cobertura” iniciada en el revolucionario sexenio de Echeverría bien podría ser este punto de quiebra, pues hasta ese momento la educación pública en México crecía como en modelo centralmente planificado soviético: la escuelas Normales formaban suficiente número de maestros para cubrir demanda y ampliarla en la medida que se construían nuevas escuelas empezando por áreas urbanas y suburbanas a las que ya se había previsto soporte presupuestal; así había funcionado desde tiempos de Vasconcelos, aunque con un bajo crecimiento, pues en 1970 apenas el 50% de los niños potenciales demandantes estaban inscritos en primaria y menos del 20% en secundaria. Congruente con su pensamiento revolucionario, el presidente Echeverría echa los kilos por la educación e inicia una inédita ampliación de cobertura, sobre todo en área rural, brotando planteles por doquier para los que no hay maestros regulares y se empiezan a improvisar como tales a profesionales desempleados que tal vez tengan los conocimientos pero no la didáctica para la enseñanza. De esas escuelas emergentes surgen egresados con déficits educativos, que en lugar de corregirse se amplían en los ciclos lectivos sucesivos, de esta manera en los 80s ya es común encontrar egresados universitarios analfabetos funcionales e incluso universidades completas con esa población como objetivo, pero eso sí: orgullosamente revolucionarias.
La otra parte del proceso de deterioro proviene del cambio de condiciones objetivas de la sociedad en la que se inserta la educación, en los 40s que un niño campesino supiera hacer cuentas y leer y escribir era ya una gran ventaja, pero conforme se moderniza la economía y las habilidades necesarias son más complejas, la educación se va quedando atrás, proceso agudizado a partir de los 90s, pues si bien se han dado varias “reformas educativas” han sido más cosméticas que de fondo.
En teoría, al cambiar el factor “maestro” se podrá desencadenar una cadena virtuosa que llevará a los educandos mexicanos derechito a Silicón Valley (y no como conserjes) salvo que hay datos recientes que complican aún más el panorama. En los EU la preocupación por la calidad de la enseñanza tiene ya varios años y el programa “no child left behind” está funcionando y es permanentemente evaluado entre otros, por exámenes estandarizados; usando los datos de esos exámenes junto con la información sociodemográfica derivada un grupo de investigadores intentó encontrar correlaciones entre los diversos factores que inciden en el rendimiento escolar. El principal hallazgo fue que la mayor o menos disfuncionalidad de la familia del educando es el principal determinante del rendimiento escolar, o sea entre más tradicional y estable sea la familia mejor será el resultado, o de otra forma: a mayor disfuncionalidad familiar no importan los cambios en el ambiente educativo, los resultados serán pobres. El ambiente familiar parece ser la diferencia: en un hogar con ambos padres trabajadores, egresados al menos de High school se da un mayor diálogo con los hijos, que desde los primeros años tienen ya un vocabulario más amplio, a mas que disponen de libros, computadoras y demás que funcionan como coadyuvantes del aprendizaje; por el contrario, en un ambiente disfuncional, con padre ausente, desertor de prepa y trabajo precario, el niño no encuentra estímulos que ayuden al aprendizaje, de esta manera por más que se modifique el entorno escolar para ayudarlo habrán pocas diferencias, mientras por el contrario, un niño de un entorno favorable logra destacar incluso cuando la escuela no lo ayuda. La conclusión es perturbadora: la escuela ya no es un mecanismo de ascenso social, quien nace pobre y en un ambiente deprivado poco puede esperar de la escuela para superar su condición…
Estos datos corresponden por supuesto a la sociedad norteamericana, con la que tenemos grandes diferencias empero si debiera hacernos pensar que la ecuación no es tan lineal, que la calidad de la enseñanza no sólo depende del maestro, que los demás factores cuentan y que los padres frecuentemente no se perciben como parte del proceso, cuando mas como proveedores/demandantes. Chance por ahí habría que buscarle.