Los maestros fueron invitados a desalojar el Zócalo de la ciudad de México para permitir la celebración de las Fiestas de Independencia. Las fuerzas federales tuvieron a su cargo desalojar a los manifestantes y a otros grupos de no profesores, que trataron débilmente de obstruir el desalojo. “Grupos de infiltrados” los llamó el gobierno. Los maestros ya se habían marchado cuando llegaron las fuerzas del orden, y en poco tiempo, el país ha recuperado la simbólica plaza nacional. Aunque el conflicto y la indignación del magisterio no ha terminado. En estos días platiqué con un maestro que esgrimió su punto de vista a cerca de la reforma educativa: sosteniendo que es injusta, dado que el Gobierno fue quien los licenció para dar clases y ahora desea someterlos a nuevos exámenes de capacidad. En principio, no están desprovistos de razón, pero si el magisterio estuviera a la altura de las circunstancias, la reforma educativa nunca hubiera tenido necesidad de ser. Yo entiendo que algunos profesores teman por su trabajo ante su incapacidad, lo que es sórdido es que no estén dispuestos a hacer un esfuerzo de capacitarse y actualizarse en la docencia. Sí, el Gobierno fue quien los licenció para dar clases, pero si hemos de ser francos, las políticas educativas del pasado no fueron las mejores. Nada ilustra mejor esta falta anterior de atención a la educación que la norma, no escrita, de que todos los estudiantes de primaria tenían que ser aprobados aunque no tuvieran la capacidad de pasar de año. Parecido al eslogan de los “Marines” americanos de No man left behind (Ningún hombre se abandona), así la instrucción de no dejar a ningún niño reprobar sólo contribuyó más a empobrecer la educación y sus estándares en el País.
Ser maestro en el sector público en nuestro país no es del todo desdeñable, pues ofrece a los docentes un estilo de vida superior al de la media económica del país. Y así debería de ser en todos los empleos, no sólo en los de carácter público o gubernamental, que ofrecieran la posibilidad de una vida decorosa. Pero si no limpiamos al magisterio y dejamos a las personas realmente capaces a cargo de la educación de los niños, estamos condenados a continuar seguir siendo un país en picada. Hay que romper con estos grupos de poder, me refiero al Sindicato de maestros y al de Pemex en particular, para poder mejorar. Para quienes no vivimos del erario, es una cuestión natural el estar siempre actualizados y mejorando en nuestras actividades o negocios, así que por qué habría de ser diferente para el magisterio que tiene a su cargo una de las más importantes actividades para el país. Además, al maestro que no sea capaz, no se le pedirá su renuncia sino que se le colocará en un puesto administrativo. No se puede pedir mayor ganancia. Pero desafortunadamente, los maestros en este país no son la gente preparada que deseamos, y muchos se dejan llevar por su ignorancia y falta de atención a la reforma educativa, y combaten como borregos el posible cambio positivo para la Nación. Al final, veremos otra película de Vaqueros entre indios y blancos, donde se cobija a los profesores como los norteamericanos protegen a sus indios nativos, en reservaciones con privilegios mayores a los del resto. Pero esto sucede alrededor del mundo en todos los campos de la actividad humana. Los cambios que pueden ser benéficos para la mayoría siempre son obstruidos por un grupo de personas que buscan mantener sus beneficios y prebendas. Además, está el problema de que estos movimientos retrógrados de los maestros están patrocinados e impulsados por grupos que están buscando, siempre, entorpecer las acciones del Gobierno. Desde Morena, pasando por el PRD, hasta las cabezas nunca visibles que financian e impulsan el desequilibro con vistas a obtener el poder, el juego sucio de la política mexicana es el principal lastre de nuestra sociedad. Simplemente no hay avance porque los mexicanos somos envidiosos, celosos y de poca visión en general. Los grupos políticos prefieren paralizar al país que cooperar para que éste avance, sólo para poder argumentar que su contraparte no lo hizo bien. En la reforma fiscal que está proponiendo la Presidencia de la República se aprecia esto claramente. Las cosas buenas se las adjudican como propias el PRD, Morena, el PAN, el Partido Verde, y luchan para que no se apruebe la Reforma diciendo que están protegiendo los interese de los mexicanos. No, están protegiendo sus lastimeros intereses particulares y aprovechando cada ocasión para golpear y mermar las acciones que nos podrían ayudar. La historia de México es la guerra de los mexicanos entre nosotros. El verdadero enemigo del país somos los mismos mexicanos que siempre nos estamos metiendo el pie unos a otros, sin entender que el progreso de la mayoría será el progreso nuestro. Sin guerras, con 192 años sin conflictos internacionales, lo único que nos ha detenido para mejorar y progresar somos nosotros mismos. Increíble que un país sin conflicto armado durante casi dos siglos no haya podido mejorar económica, educativa y socialmente. No sólo no ayudamos a que las condiciones mejoren, sino que somos nuestros propios saboteadores, en todos los aspectos de la nación. Basta de ser los mexicanos taimados e ignorantes. Basta de ser nuestros enemigos.