¿La Privatización Petrolera? / Los molinos de la mente - LJA Aguascalientes
15/11/2024

 

Las frases favoritas de la desgastada, corrupta y mal trecha fuerza política de Izquierda en nuestro país es: “El petróleo es de los mexicanos”, o bien, “Pemex es de los mexicanos”. Al amparo de estas oraciones nacionalistas que tienen por nicho de mercado a los mexicanos menos preparados, pretenden hacerse pasar por los protectores de la nación, evitando, obstaculizando toda posible venta relativa no sólo al petróleo sino a los hidrocarburos en general. ¿Por qué detener la privatización de Pemex? Aún no me queda claro, y los pobres argumentos que blanden en contra, como el posible aumento de la gasolina y de los hidrocarburos, suenan a burla. El gas de uso doméstico es más caro aquí en México que en países como Estados Unidos, Panamá, Venezuela, Brasil, Canadá, Reino Unido, etc. El precio de la gasolina también es mayor que en varios países, porque como no tenemos las plantas e infraestructura necesaria para procesar el petróleo en gasolina, nos vemos obligados a que nos maquilen el proceso haciéndolo más caro para el consumidor final, y si a eso le aumentamos el impuesto creciente y constante nos da por resultado que los mexicanos pagamos una de las gasolinas más caras del mundo, lo mismo que el gas que usamos en nuestros hogares. Quizá si Pemex fuera operado, administrado eficaz y efectivamente como si se tratase de una empresa privada, entonces sí valdría la pena que conserváramos a este monstruo de compañía trabajando bajo la supervisión de Estado mexicano. Desafortunadamente Pemex no es una empresa que trabaje adecuadamente, y el patrimonio que pudiera representar para los mexicanos sirve únicamente para que un grupo reducido de poder obtenga pingües ganancias con una empresa que no termina de desarrollarse para llevar adelante a este país. Además juega un importante papel el sindicato petrolero, que si bien ya no hace y deshace como en los tiempos anteriores a la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, sigue manteniendo un grave costo para la paraestatal.

La línea es clara: Pemex no produce lo que debería porque está manejada por el Gobierno, por el Estado mexicano. Y seamos francos, Pemex es el gran botín de los políticos, tanto económicamente como políticamente. Quizá en los tiempos de Lázaro Cárdenas la expropiación parecía adecuada, no lo sé porque no me tocó vivir esa época, y la pobre historia al respecto no nos ilustra mucho de la verdadera condición reinante de los tiempos en que el petróleo era explotado también por empresas extranjeras. De hecho la única nacionalización que me tocó vivir fue la que hizo el entonces presidente José López Portillo sobre el sistema bancario mexicano, y fue más un movimiento de tintes políticos y populacheros que en nada arregló la situación económica del país. Tan mal resultó la nacionalización bancaria, que a la vuelta de los años, hubo que volver a privatizar los bancos para que el sistema económico mexicano no colapsara a manos del Gobierno. Y aún así, en su tiempo, el ex Presidente Zedillo hubo de armar un rescate financiero de la Banca para evitar que el país se desplomara. Rescate que cubrió el gobierno a cuenta de deuda pública, igual que cuando se nacionalizó en primer término y en idéntica forma cuando se realizó la expropiación petrolera.

El hecho es que el Estado es un mal administrador de los recursos de la nación, porque los funcionarios públicos y la clase política de este país, como la de todos los países, ven en el desempeño de cargos públicos el gran botín para enriquecerse en lo personal. Más aún en un país tan corrupto como el nuestro, quienes ejercen los cargos públicos lo hacen con una clara inmunidad ante sus desviaciones e irregularidades. En otros países del primer mundo, los políticos también buscan los cargos de elección popular para enriquecerse y hacer fortuna, pero la diferencia es que dichas naciones, los funcionarios gubernamentales, primero, no roban descaradamente los recursos a su cargo y, en segundo término, aunque obtienen grandes beneficios de la administración pública, también hacen su labor para que la administración a su cargo reporte beneficios a los gobernados, a su comunidad o a su país. Aquí no es así, pues después de cada administración, el endeudamiento del gobierno es mayor y el beneficio para nosotros los gobernados es, siempre, el menor en todos los casos. No se trata de que todos los gobernantes sean como Lucio Quincio Cincinato, pero la idea es que cuando menos, tengan la decencia de procurar dejar las cosas mejores de como las encontraron, aunque en el camino obtengan beneficios personales para ellos o los suyos. Así, mientras Pemex sea dirigida por el Gobierno mexicano, no tendremos posibilidad de explotar el potencial de nuestros recursos de la forma en que se debería. El problema no es Pemex, o la Compañía de Luz, es que están a cargo del Estado mexicano. ¿Acaso no recuerdan cuando Telmex era propiedad del Gobierno mexicano y era administrado por éste? No sólo el costo telefónico era más caro en proporción a los precios actuales, sino que además el servicio era pésimo, y constantemente había que estar ofreciendo “mordidas” y “sobornos” a los empleados para que le colocaran a uno la línea telefónica o para cualquier otro servicio de la compañía. Quizá la venta de Pemex no nos resulte contraproducente, al contrario, una mayor eficacia en la explotación de los recursos nos reportará ahorro a los comunes y corrientes

 

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