Exacerbación de las apariencias / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Resulta demasiado absurdo suponer que la historia de las naciones se escriba sobre la imagen de una muchedumbre furiosa que protesta contra reformas constitucionales y normas secundarias, recurriendo al despliegue de una turbamulta agresiva que arremete contra una formación policial defensiva, en choques de cuerpo a cuerpo, para demostrar conductualmente los signos ancestrales de los gritos, las garras encrespadas, los dientes expuestos y las patas pisando fuerte, para amedrentar al enemigo. Y que con ello se ganen los espacios mediáticos para tener una caja de resonancia efectiva, ésta sí, de su eficacia mediadora en la Historia.

México, como país, ya optó desde hace por lo menos dos décadas por una vía democrática, civilizada y progresista para dirimir sus controversias y marcar un rumbo de futuro viable y sustentable. Al menos así lo consignan las graduales, pero progresivas, transformaciones tanto institucionales como sociales y económicas del último cuarto de siglo. Las reformas legislativas, de fondo, en temas cruciales para la vida nacional como son la Educativa, la de Energía y Petróleo, y con ella la de una industrialización de transformación y no solamente de sustitución de importaciones, la Hacendaria y Fiscal, y también centralmente la Política, sumando críticamente el sector de Telecomunicaciones y todo este paquete estructural en correlación necesaria frente y contra respecto de las políticas de estado en materia de Desarrollo Humano y Social, está encontrando una férrea oposición de supuesta base popular y progresista.

En estas circunstancias, es un imperativo distinguir la protesta popular masiva y también en las calles y plazas que estamos observando día con día en los países árabes sobre todo del Norte de África, en el Medio Oriente y en el oriente cercano desde Siria y Turquía hasta Irán, Irak y Afganistán. Allí se está dirimiendo el paso de las autarquías y gobiernos totalitarios teocráticos a nacientes democracias liberales. En donde los derechos civiles son mínimos, o casi inexistentes, y los espacios políticos dominantes son vastos e inamovibles. En ellos se entiende la lucha radical y desnuda por la sobrevivencia individual y social, y así poder transitar a la vida política de un pacto social emancipador y sustentable para grandes contingentes de población, ahora en completo estado de indefensión y sin rodeos de aniquilación.

En México ese no es el caso. Transitamos, sí, por un periodo de cambios sociales y de transformaciones políticas e institucionales, con base en las mediaciones de políticas de Estado que históricamente hemos ido construyendo, y anclados en un régimen de poder tripartito y de orden constitucional representativo, federal y democrático, en ciernes sí, pero de esta naturaleza y no de otra. De manera que la manifestación tumultuaria, en las calles, se ejerce como un derecho a la libre expresión y a la reivindicación de derechos civiles e individuales, por cierto ya consagrados y explícitos en la Constitución Política de nuestro país en tanto que Estados Unidos Mexicanos.

De manera que estamos frente a fenómenos sociales e históricos de diversa índole y de magnitud harto diferente, tanto en cantidad como en calidad. No podemos confundir una reivindicación social al tipo de Siria con ésta, nuestra, del zócalo capitalino de maestros de una coordinadora disiente del magisterio nacional. Esto para empezar, que es todo menos trivial.

Es plausible la tolerancia y prudencia mostrada por los órdenes de gobierno involucrados en estas manifestaciones tumultuarias, pero al fin y al cabo representativas de un sector que se siente agraviado debido a las reformas inducidas constitucionalmente en el sector de la Educación Pública, y que quiere ser llevado y sumado al interés de grupos y partidos en abono a su posición anti-reformista constitucional en materia petrolera, de Hacienda Pública y Fiscal, principalmente.

Lo que en cristiano quiere decir que se trata de un movimiento social acotado por sus mismos criterios de interés político y de supuesta redención de las clases sociales, expuestas a la explotación salvaje de un Neoliberalismo depredador e insostenible socialmente.

La verdad es que esta dinámica manifestativa de inconformidades, lo que está arrojando a la opinión pública son imágenes, son primeras impresiones, son percepciones, son en definitiva apariencias cargadas de gran emotividad y exacerbación de las pasiones agresivas; que no ideas, planteamientos racionales, proposiciones inteligentes que porten conceptos integrados y coherentes en un todo comprensible y con poder persuasivo de convocar a la unidad o al consenso practicable.

En este maremoto de apariencias exacerbadas, no podemos ni debemos claudicar a la instauración de principios rectores de un bien común y social, capaz de abrir futuro y no cancelar salidas, bajo el ciego arremetimiento de la ira y de la reivindicación fácil de prerrogativas no tan sólo por encima de la Ley, sino de un desiderátum auténticamente popular y comprometido solidariamente con quienes están en completa desventaja. En suma, no por exacerbar los ánimos de una turba supuestamente revolucionaria y reivindicativa, debemos cancelar la opción a mejores estadios de desarrollo, dentro de las instituciones democráticas que penosamente a lo largo de una historia nos hemos estado construyendo. Hace falta tocar fondo y no quedar en apariencias.


 


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