Evaluar a los maestros no los hará mejores / Discere - LJA Aguascalientes
21/11/2024

 

Si la evaluación no es fuente de aprendizaje, queda reducida a la aplicación elemental de técnicas, reduciendo u ocultando procesos complejos que se dan en la enseñanza y en el aprendizaje

Pedro Ahumada Acevedo

 

El pasado miércoles, 4 de septiembre del 2013, fue aprobada en lo general y en lo particular la Ley General del Servicio Profesional Docente, que consta de 83 artículos y otros 22 transitorios. Esta Ley tiene por objeto regular el ingreso, permanencia y promoción del personal docente, así como determinar las bases para su desarrollo profesional.

Entre otros aspectos, considera el contexto social en el que trabajan los maestros a la hora de evaluarlos; acaba con el viejo sistema de compra de plazas, y estipula que los docentes comisionados deberán separarse del Servicio Profesional Docente, sin goce de sueldo, mientras dure dicha comisión.

También establece que los profesores que tengan nombramiento definitivo, serán evaluados con tres intentos y si no los pasan serán retirados de la docencia y los destinarán a otra áreas. Los que quieran concursar una plaza docente tendrán un periodo de inducción y serán evaluados cada año para determinar si cumplen o no con los requerimientos o de otro modo, “se darán por terminados los efectos de su nombramiento”. También se incluyen el despido a los maestros que falten a laborar tres días consecutivos sin justificación, o tres veces al mes. Enfatiza en que la evaluación magisterial, será obligatoria para todos los maestros y que dicha evaluación considerará diferentes variables como: asistencia, desempeño, exámenes psicológicos y méritos.

Mientras leía las noticias que daban cuenta de la aprobación de la Ley General del Servicio Profesional Docente, recordaba las anécdotas que me contaban un grupo de maestros sobre toda la picaresca que se generó a raíz de la aplicación de la Evaluación Nacional del Logro Académico de Centros Escolares, la famosa prueba ENLACE.

Algunos de ellos se quejaban de que sus supervisores les ordenaban que le dieran las respuestas a los alumnos; otros opinaban que la prueba se había convertido en el fin último de su tarea, ya que se pasaban todo el ciclo escolar ensayando el examen para que sus alumnos salieran bien porque esto contaba para su propia evaluación, así que el constructivismo y toda su parafernalia se quedaba para mejores tiempos; y no faltaban otros que relataban la formación de un mercado negro de dichos exámenes. Cuando se pierde el objetivo de la educación en aras de una visión reduccionista y práctica, los resultados serán tan superficiales como el esfuerzo.


Es un hecho que los profesores deben estar bien capacitados para su profesión, es un hecho que eso no se ha estado logrando del todo, o por lo menos no con todos; pero evaluarlos constantemente y supeditar su permanencia en el trabajo al resultado de dichas evaluaciones sólo logrará que los maestros se enfoquen en estudiar para su examen, con un nivel de estrés tan grande que dudo mucho que les quede energía para dar clases de calidad; además de que en ese esfuerzo individual pueden perder de vista su misión como docentes; por otro lado, aquellos maestros, que están en esta profesión por cualquier circunstancia menos por vocación, el hecho de reprobar el examen será la ocasión propicia para dedicarse a otras funciones e ir engrosando sin piedad la ya obesa burocracia magisterial.

La calidad en el aprendizaje del alumno siempre se obtendrá como resultado de la labor conjunta de los padres de familia y el desempeño de un excelente maestro. A los padres nadie los obliga a aprender a ser buenos padres, aunque sería una buena idea; pero el maestro, al elegir esta profesión, está adquiriendo el compromiso de prepararse a conciencia, tanto en su formación inicial como en la formación continua que deberá tener el resto de su vida laboral. Por su parte, las autoridades educativas tienen la obligación de proporcionar a los futuros maestros una educación inicial y continua de calidad.

La evaluación docente, tal como se está estableciendo con esta Ley no hace sino reconocer que las normales no están preparando con la calidad suficiente a sus maestros. No hace sino evidenciar todas las carencias con la que egresan los maestros mexicanos. Es un reconocimiento explícito de que la formación inicial, junto con el título y la cédula profesional que otorgan y que les autoriza a ejercer una profesión, no tiene ningún valor.

Creo que la ley necesita precisar qué clase de capacitación se les otorgará a los maestros para que adquieran la calidad que los tiempos reclaman y no sólo para que puedan pasar el examen. Creo también que una verdadera reforma educativa debió incidir en primer lugar en los planes y programas de las normales del país y la calidad de los formadores de maestros. Son muchos los docentes que se quejan de que han sido capacitados en metodologías y teorías pedagógicas, pero que desconocen completamente los contenidos que tendrán que impartir a sus alumnos.

Finalmente pienso que la falla más importante de la Reforma Educativa es el desprecio que se les hizo a todos los maestros al ignorar lo que piensan, lo que quieren y lo que sienten, porque son ellos y nadie más que ellos los que saben realmente qué es lo se necesita para mejorar la educación en México.

[email protected]

Twitter: @petrallamas


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