Por Sergio Alonso Campos González
El pasado 12 de agosto el presidente Enrique Peña Nieto presentó a la Comisión Permanente del Congreso su iniciativa de Reforma Energética, poniendo fin de esa manera a una serie de especulaciones sobre el tema del contenido de la misma. Con la presentación de la reforma comenzaron también a levantarse las voces que la apoyaban o la rechazaban, argumentando los primeros que se trata de una palanca de desarrollo económico para el país y una herramienta para solventar los problemas financieros de PEMEX, mientras que los segundos hablan de un retroceso y de traición a la patria, calificando y acusando a la reforma peñista como un intento de privatizar la industria petrolera y eléctrica.
Más allá del debate que significa hablar de si la reforma se trata o no de una privatización, el hecho es que la reforma plantea un esquema y un modelo petrolero distinto al que México ha tenido durante décadas. Esta iniciativa plantea la posibilidad constitucional de que actores privados puedan participar en la industria petrolera y eléctrica a través de un modelo de renta compartida, y eso es algo que supone un cambio de amplia relevancia no sólo en términos histórico culturales, sino sobre todo en términos financieros para el Estado mexicano, pues de acuerdo con los datos del INEGI, la participación porcentual que tuvieron los ingresos petroleros y PEMEX en el total de ingresos del gobierno federal en el 2012 fue de casi el 40 por ciento. Sin lugar a dudas tenemos un Estado y una democracia petrolizados, que se verán afectados irremediablemente por la pérdida de esos ingresos.
En la base de la política, vista ésta como ejercicio del poder y como la toma de decisiones dentro de la esfera del Estado existe un hecho: la pugna de intereses divergentes. Y en la medida que existen intereses divergentes que luchan por ser reconocidos y beneficiados, existen también ganadores y perdedores. Para Harold Lasswell, quien es reconocido como el fundador del enfoque de políticas públicas, esto era claro, pues basó precisamente dicho enfoque en estas tres preguntas: ¿quién obtiene qué? ¿Cómo lo obtiene? Y ¿cuándo lo obtiene? Bueno, pues es evidente que en el caso de la Reforma Energética peñista también hay perdedores y ganadores, y los perdedores parecen ser más que los ganadores. Y no sólo es el Estado mexicano, sino también somos los mexicanos que bien o mal disfrutamos de manera directa o indirecta de los ingresos petroleros a través de los servicios y actividades del Estado. Y ojo, no quiero aquí promover un discurso de tipo populista diciendo que el “petróleo es del pueblo de México”, pero es claro que si el Estado mexicano pierde una parte del 40 por ciento de sus ingresos esto irá en detrimento de los ciudadanos de este país.
Y si es claro que los perdedores van a ser los más, es claro también quiénes serían los ganadores con la reforma peñista. Y éstos serán las empresas trasnacionales que desde hace tiempo se frotan las manos al pensar en la posibilidad de entrar al negocio del petróleo mexicano, pero también y sobre todo los amigos del presidente y de sus allegados. Y es que lamentablemente en México sufrimos de lo que Denise Dresser califica de capitalismo de cuates, es decir, que todas esas estrategias de liberalización y desregulación de los mercados y de la economía que se han llevado en el país desde finales de la década de los 80 solamente han beneficiado a unos cuantos, a los más cercanos de las cúpulas gubernamentales, a los cuates. Si bien podemos ser benévolos y darle el beneficio de la duda a las posiciones neoliberales que aseguran que el mercado es la solución para todos los problemas de un país y de esa forma no satanizar la reforma de Peña Nieto, desafortunadamente la experiencia nos dice que así no funciona el capitalismo en México, que la competencia no existe, que se pasa de monopolios públicos a privados, y eso se explica porque es un capitalismo de cuates. Y por eso mismo es que es criticable la reforma peñista.
Pero para que haya ganadores y perdedores de la reforma energética, antes tuvo que haber quien defendiera y quien rechazara la misma. Es claro que en el Congreso la reforma encuentra a sus defensores e impulsores en los diputados y senadores priístas que como en tiempos remotos se cuadran a las órdenes del presidente y también con el apoyo de los panistas, que aunque quisieran una reforma más radical a final de cuentas saben que es mejor apoyar a los priístas que a los de la izquierda. Los defensores también se encuentran en los medios de comunicación que han empezado ya una campaña mediática de defensa y promoción de los supuestos beneficios que trae consigo la reforma, sin mencionar los millones de pesos que la presidencia de la república está gastando en los videos en los que explica que “el petróleo es nuestro”.
Pero por el otro lado, ¿quién está rechazando activamente esta reforma? La oposición es clara: Andrés Manuel y MORENA y sus propuestas de movilización, Cuauhtémoc Cárdenas y su propuesta de conseguir 1 millón 630 firmas para evitar la reforma, los legisladores del PRD que presentaron también su propuesta de reforma que no contempla reforma constitucional y también un sinfín de opiniones en las redes sociales. Sin embargo, hay algo que debe preocuparnos a todos y es que lamentablemente las acciones de la oposición no impactarán, o lo harán muy poco en la toma de decisiones. Es claro que el PRI y el PAN van a querer mayoritear, simplemente porque pueden hacerlo, la matemática está de su lado, mientras que la acción de la izquierda institucional se quedará a lo mucho en toma de tribunas y en vociferaciones pues la iniciativa de reforma del PRD no será ni tantito tomada en cuenta. Y la demás oposición, antes mencionada, se quedará en manifestaciones, en mítines, y en censura pública, que es valiosa, claro, pero que no impactará en la toma de decisiones institucional. Y esto es grave, porque de acuerdo a la forma como se hace política en México no hay nadie que pueda defendernos.
Esto vuelve legítimo hacer preguntas mucho más profundas que no se quedan sólo en la coyuntura del debate en torno a la reforma energética, y que tienen que ver con los mecanismos de toma de decisión en el país y la forma como se puede integrar a éstos muchas más voces que las de los priístas y los panistas, creo que de eso se trata una democracia, porque no existen en México sólo priístas y panistas.
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