Los animales irracionales reaccionan por instinto, como alimentarse por hambre según su predisposición biológica, mientras que los racionales pueden someterse a disciplinas, desarrollar un gusto y rituales que comunican más que sólo tragar. El acceso a la comida es un indicador económico-político, ejemplo sencillo es la Cruzada Nacional Sin Hambre del Gobierno Federal, y aunque es un programa que busca reducir la pobreza alimentaria de 7.4 millones de personas en México, existen otros fenómenos sociales que deben considerarse, que incluso afectan a toda la población, como lo estético y la precarización laboral; situaciones que tal vez evitamos reflexionar para no reconocernos como parte de una milicia digestiva, para creer que tenemos la piel curtida.
Durante el siglo XIX la consigna internacional fue la libertad, mientras que durante el último siglo fue la salud, bajo la cual se encuentran discursos de estandarización que en muchas ocasiones no reconocen múltiples ambientes psico-sociales. Por ejemplo, las profesiones de nutrición han implementado en sus practicantes ideales calóricos con base en la alta ingesta de verduras y frutas, así como el bajo consumo de leguminosas, cereales y alimentos de origen animal; sin embargo, para algunos hogares los alimentos más económicos son el arroz y el frijol, altos en carbohidratos que afectan a la salud al no ser combinados y moderados. Aunque cada día surgen más alternativas para adecuarse a diferentes presupuestos, también existen otros elementos que afectan a las utopías alimentarias, como el costo de vida y la precarización del empleo.
Actualmente cada hogar requiere de dos personas económicamente productivas y un ingreso extra, lo cual implica un menor tiempo de dedicación al trabajo doméstico y una mayor estadía en las calles; algunas personas se someten a ayunos, otras a comer poco y rápido, o en establecimientos de fast food con productos con altos niveles de grasas; lo cual repercute en diversos problemas de salud como gastritis, colitis, obesidad, hipertensión, diabetes, sólo por mencionar algunos.
De esta forma, el cuerpo, más allá de ser el producto de lo que comemos, también se transforma en nuestra posición socioeconómica: la encarnación del poder y su jerarquía. Por ejemplo, a más privilegios mayor es el tiempo disponible para actividades por elección propia, como el viajar y la comida. Así observamos que lo orgánico también es un nuevo producto de distinción: el cosechar los propios vegetales u ornear el pan en casa es una actividad de élite, o tan simple como tener empleados que lo hagan o el dinero para adquirirlos. Por ello también se ha cuestionado al vegetarianismo como una moda frívola, aunque siempre existen sus excepciones, y es importante reconocer a quienes se someten a esta disciplina por autonomía.
Con estos requerimientos, la belleza pasó de los cuerpos robustos que se erguían ante la falta de alimentos de siglos pasados a siluetas de gimnasio, popularizadas durante las décadas de los 70 y 80, que hacían frente a la abundancia de comida industrializada y enriquecida con diferentes elementos. Actualmente, con las tendencias espirituales del new age y el retorno a la armonía con el medio ambiente, se buscan nuevas prácticas en busca de corporalidades naturalizadas, a través de ejercicios que utilizan al mismo cuerpo como herramienta (pesa) para reducir grasas y tonificar músculos, como la natación, prácticas de combate, la danza y ásanas avanzadas del yoga.
Asimismo, se encuentra el deleite del poder sobre la ingesta, un recurso de estabilidad emocional, como la anorexia, bulimia y ortorexia, ante múltiples escenarios donde no se tiene el control. Por una parte, la bulimia es una negociación entre el orden esperado y los sentimientos viscerales; mientras que la anorexia es una práctica militar de vasta dedicación; al igual que la ortorexia, la cual requiere de conocimientos anatómicos y nutricios que exigen documentación obsesiva para identificar calorías, procesos de absorción y expulsión.
En síntesis, todas las personas estamos insertas en las estructuras de poder de la comida, pues más allá del hambre y la energía para realizar cualquier tipo de actividad, debido a nuestra (seudo) supremacía racional, gestamos categorías de bueno y malo, gustos y ascos. ¿Ha escuchado la frase, ¡cómo que no te gusta equis alimento!, si de chiquito o chiquita hasta pedía más? Aquí deviene la existencia paradójica de la humanidad; debido a esto la y lo invito a un juego autoincisivo, al sentarse a la mesa cuestione el costo de lo que come, los elementos químico-biológicos del alimento, y aunque las personas que sufren de hambruna no se preguntarían esto, usted lo hace. Ahora respóndase, ¿le preocupa sufrir alguna enfermedad gastrointestinal?, ¿engordar? Entonces disfrute su comida, que esta piel no se ha cocido.
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