Si usted se encuentra en alguna sala de espera, esos limbos que podrían poner a prueba la paciencia de Buda y que inevitablemente desembocan en diagnósticos, asesorías o trámites dolorosos, especialmente en la cartera, se topará con un horizonte de hastío y ansiedad, aun si es temprano. Los mexicanos, sin embargo, saben torear semejantes pantanos espacio temporales con alguna lectura culposa ad hoc.
Ellas, sin empacho alguno, tendrán entre sus manos alguna de las revistas con las últimas noticias de la farándula. Con ojos de estupefacción y envidia, ven las fotos y leen las notas sobre los kilos de más o de menos, las rupturas, los matrimonios, los divorcios, los escándalos, las peleas tras bambalinas y en general los ires y venires bastante predecibles de las personas que aparecen diario en la pantalla chica, en horario estelar o no. Las mexicanas ven y hablan de estas personas como si fueran sus comadres, no es para menos, las conocen de toda la vida.
Ellos tomarán la revista por uno segundos, verán detenidamente la portada, acaso la hojearán con rapidez y luego la dejarán por ahí con un desprecio disimulado. No pueden darse el lujo de disfrutar en público la secuencia fotográfica central que muestra más piel que tela, su reputación, creen, está en juego. Aunque se ven muchas mujeres voluptuosas, no son revistas de hombres, piensan.
En las estéticas se puede encontrar colecciones completísimas de estas publicaciones, las “noticias” son parte del chisme diario que intercambian los profesionales de la tijera y las parroquianas. Disque escándalos, disque exclusivas, disque fotos in fraganti, disque artistas, disque periodismo, a las lectoras parece no importarles, compran, sueñan, envidian, comparten. Cada semana, estas publicaciones se venden por cientos de miles. Y los hombres también las leen, sólo que a escondidas, casi siempre en el baño o con algún amigo socarrón en un sábado de cervezas y risotadas. En un alarde de mercadotecnia, los encabezados invariablemente van entre signos de admiración y las portadas siempre muestran, en la esquina superior derecha,una foto de cuerpo entero de la starlet del momento en bikini, sus silicones son perfectos, no cabe duda.
Si usted está en su trabajo, seguramente verá que todos están absortos en sus quehaceres ante la pantalla de la computadora. Sin embargo, cuando llegue la hora del lonche, podrá ver que todos parecen estar aún más concentrados, sin importar el área a la que pertenezcan, todos tienen en una mano una torta o un sándwich y en la otra lo que parece ser una hoja de cálculo harto compleja, pues no le quitan la vista de encima. Detrás de esas hojas pertenecientes al departamento de contabilidad, ellas esconden alguna de las publicaciones arriba mencionadas; ellos, la Playboy. En el escritorio hay varias debajo del caos de fólders y papeles: la más reciente está más a la mano, por ahí está Miss Junio, por allá Miss Abril; en el cajón, en ése que tiene llave, guardan las consentidas, la Playmate del año, los números especiales, la de la actriz local que decidió desnudarse a los 50 años de edad, las favoritas, las rubias, las trigueñas, las morenas. Como el colchón ya no era un escondite seguro, pues recientemente descubrieron a su hijo aprendiendo demasiadas cosas demasiado pronto, hubo que trasladar toda la colección a la oficina. Pero, que quede claro, no se cansan de repetirlo, ellos no compran la revista por los desnudos. Sí, en las páginas centrales hay una chica texana, rubia, de veintitantos años, con piel nívea, senos naturales donde casi se puede palpar la gracia de Dios, si es que existe, piernas del tamaño de la estatura media de muchos países, un ombligo que guiña con un pequeño piercing, un pubis casi etéreo y un rostro virginal, pero ellos no la compran por eso sino por los artículos y los columnistas, que son de excelente calidad. Ahí están los escritores de renombre, nacionales e internacionales, y eso es lo valioso, a quién le importa que una jovencita, que seguro no tiene ninguna educación, le gusten las cenas románticas con velas, seguidas de madrugadas salvajes rayanas en lo ilegal, y que los hombres tomen el mando. La Playboy tiene buenos escritores y buenas modelos, sus lectores opinan que sólo los primeros importan, lo demás sale sobrando o es secundario.
Si entre sus planes próximos está adoptar un mexicano, siga los siguientes pasos:
Primer paso: hágase de una buena colección de todas las publicaciones mencionadas, no querrá decepcionar a su mexicano cuando lo reciba y no querrá que vaya a buscar con el vecino lo que no encuentra en casa. Mejor que sus primeros contactos con la sangre, el sexo y los chismes impresos se den bajo su tutoría.
Segundo paso: coloque su colección a la vista, ahí, en su librero principal, no tema, aunque podría parecer que las revistas de chicas desnudas y las antologías de poesía no pertenecen a la misma categoría, deberían, pues juntas se ven muy bien.
Tercer paso: actúe siempre con naturalidad, lo que quiere es que su mexicano aprenda a disfrutar estas lecturas, y tantas otras cosas más, sin sentir culpa. Quién sabe, quizá con el tiempo se convierta en un lector ávido, de ésos que no tienen reparos en leer lo que sea, o, mejor aún, quizá se convierta en editor de alguna de las publicaciones referidas, por qué no.
Preguntas frecuentes: ¿El mexicano es buen lector? Sí. ¿El mexicano es mal lector? Sí. ¿El mexicano es pésimo lector? Sí.