La productividad del trabajo y la crisis / Ciudadanía económica - LJA Aguascalientes
15/11/2024

 

La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) indicó mediante un comunicado que se reprodujo en la prensa mexicana que “Los mexicanos, incluidos los de segunda y tercera generación, contribuyen con el 8% del PIB de Estados Unidos”. El dato ha dado algo de qué hablar en las redes, donde se ha llegado a decir que los mexicanos nos transformamos de flojos a chambeadores con sólo cruzar la frontera. Aunque eso lo pudiera demostrar quien afirma que los mismos que se van al otro lado siendo unos desordenados, al estar allá ya no tiran basura en la calle ni se pasan un alto, lo de la productividad tiene un fondo más profundo y complejo. Lo que no parece ser justo ni equitativo es que esta cifra dé lugar a presuponer que el trabajo de los mexicanos cuando trabajan en México sea de menor calidad en general. En realidad el dato nos permite descubrir que conforme más se desarrolla una economía bajo el paradigma del capital, más injusta e inequitativa resulta ésta respecto al trabajo humano y más propensa al deterioro del poder adquisitivo, lo que lleva a situaciones de crisis.

Principiemos por los datos duros. Si el PIB de Estados Unidos fue el año pasado de 15.7 billones de dólares, significa que en ese año, los 11.7 millones de mexicanos económicamente activos de hasta la tercera generación contribuyeron aportando 1.3 billones a la producción anual de ese país; esto es, 107 mil 8 dólares cada uno. Mientras, en México, el PIB que produjeron los 47.8 millones de personas económicamente activas fue en 2012 de 1.163 billones de dólares, lo cual arroja un promedio de 24 mil 330 dólares por persona.

¿Qué significa esto? En principio que el valor del trabajo de los mexicanos al otro lado de la frontera ha sido cuatro veces mayor que el de los mexicanos en su propia tierra. Pero eso no es porque los mexicanos con sólo cruzar la frontera de pronto se conviertan en seres más productivos. Lo que sucede es que allá, por cada trabajador, la economía de aquel país cuenta con más infraestructura y capital. O sea, que con el mismo esfuerzo, dada la existencia de más equipo, maquinaria, carreteras, telecomunicaciones, etc., el trabajo rinde más producción.

Simplemente, como un ejemplo en materia de producción agrícola, no es comparable la productividad de los campesinos mexicanos que cuentan con herramientas manuales contra la maquinaria y equipos con que el campo cuenta en los Estados Unidos. El gobierno allá ha subsidiado durante varios años a la producción agrícola –en detrimento incluso de la equidad comercial internacional- permitiendo excedentes productivos que han sido la base para que el campo pudiese adquirir mayor tecnificación. Así sucede en la industria e incluso en los servicios.

La infraestructura general del país y la eficiencia en comunicaciones y transportes es otro de los elementos fundamentales para la productividad. Allá cuentan con un sistema ferroviario de carga y de pasajeros muy eficiente cuando aquí, por esas extrañas decisiones sexenales que se toman según el talante –o intereses personales- del mandamás en turno, se privilegió el sistema de transporte carretero. Como ya se señaló anteriormente en esta columna, el transporte de carga por carretera es menos eficiente que el ferroviario por diversos motivos. Uno es que consume más llantas, gasolina y gasóleo –lo cual siempre es una situación aplaudida y promovida por los dueños del petróleo mundial que son al mismo tiempo los dueños del sistema financiero- y otro motivo es que este tipo de transporte es mucho más vulnerable a la delincuencia.

El PIB es un agregado económico que sirve como medida de lo que en un año se produce en un país. Equivale al Valor Agregado de la economía y se calcula sumando todo lo que durante un año las unidades productivas pagaron en sueldos, salarios, prestaciones, rentas, regalías y utilidades a las personas. Esto es, el PIB refleja el nivel de las remuneraciones al trabajo de las personas, ya sea éste un trabajo manual, intelectual o de inventiva, término este último, que incluye la capacidad empresarial.

Gracias a la infraestructura y capital acumulado y disponible para la producción en aquel país, en una primera conclusión puede decirse que los trabajadores allá son cuatro veces más eficientes –o productivos- que aquí. Pero, dado que los sueldos y salarios en los Estados Unidos son de entre ocho y 10 veces superiores a los que se pagan en México, el PIB -que se calcula con base en las remuneraciones al trabajo de todo tipo-, medido por trabajador, ¿no debería ser ocho veces mayor que el de México?

Esta comparación entre dos países con desigual desarrollo capitalista lleva a la verificación de la infausta tendencia que tiene el sistema económico global: a mayor grado de desarrollo, esto es a mayor cantidad de capital por trabajador, menor será el pago al factor trabajo. La tendencia de la economía mundial a querer siempre producir más –no mejor- provoca el afán de producir progresivamente a menor costo. Abaratar la producción se hace a costa de los recursos físicos del mundo, muchos de éstos no renovables, y a pagar cada vez menos por el trabajo de las personas. Si gracias al capital acumulado (reflejado en maquinaria, equipo e infraestructura) se logra que la gente produzca más kilos, más litros, más cajas o piezas, pero tiende a obtener cada vez menos remuneración, ¿cómo esperar que no haya crisis global si el resultado final es menor consumo? El sistema económico preponderante, como la serpiente que comienza comiéndose la cola, al afectar el consumo, se autodestruye. Depredando personas y al planeta crea la ilusión de generar riqueza, pero en realidad la esfuma.


 

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Twitter: @jlgutierrez


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