La falacia de la libre competencia / Ciudadanía económica - LJA Aguascalientes
19/11/2024

 

En la cultura occidental, modelada por el liberalismo económico y el capitalismo de los últimos dos siglos, se ha considerado que la competencia es, junto con algunos de sus componentes -el libre mercado, el éxito personal a través del logro individual y el emprendimiento-, como un valor, una aspiración buena por sí misma. Esa visión permea a través del cine, la televisión y los patrones publicitarios hacia las políticas públicas y los programas de educación de niños, jóvenes y adultos.

Sin embargo, cuando se descubre que, a pesar de la ortodoxia económica seguida dócilmente en México en los últimos 24 años, la pobreza sigue presente y creciendo, toda la sociedad se sorprende y la gente se pregunta ¿qué hemos hecho mal?

El pasado lunes se dio a conocer a través del estudio realizado por el Coneval, “Medición de Pobreza 2012”, que en México la mitad de la población es pobre. En múltiples foros y debates se hicieron la pregunta sobre el porqué no se ha disminuido la pobreza después de haber invertido cientos de miles de millones para ello. Pero la verdad es que la pobreza es el resultado natural del sistema económico cuya razón de ser está en la depredación.

La inoperancia de las políticas públicas tendientes al bienestar social persistirá mientras no se reconozca que es el sistema económico preponderante el que las sabotea. Tal vez el cambio de sistema económico sea algo demasiado grande y complejo para realizar en el corto plazo. Pero es factible que con un cambio de enfoque a nivel de políticas públicas locales se logre, de forma progresiva, ese objetivo. Esto es, resolviendo los problemas locales con visión global.

En este sentido, el tema del desplazamiento de los pequeños comercios en todas nuestras poblaciones y ciudades pudiera constituir un buen ejemplo sobre cómo iniciar el cambio al sistema, o al menos combatir sus efectos negativos. Desde los años de la década de 1950, cuando se propagó el ideal del estilo de vida norteamericano, comenzaron a proliferar los supermercados y, con ello, la concentración de la riqueza en muy pocas manos. El afán modernizador de las ciudades llevó a privilegiar los establecimientos de grandes superficies en detrimento de los pequeños comercios locales tradicionales. Con la fuerza así adquirida, los grandes comercios y cadenas comerciales iniciaron hace casi una década la estrategia de posicionarse fuera de los centros comerciales, ubicándose en los barrios con tiendas llamadas “de conveniencia”, para acercarse al consumidor.

El impacto social y económico provocado por la presencia de las grandes cadenas comerciales disfrazadas de pequeñas tiendas de barrio ha demostrado también ser negativo y evidente, como  ya desde hace varios años también es evidente el deterioro que sobre la economía local causan los comercios de grandes superficies. La Asociación Nacional de Abarroteros Mayoristas estima que por cada empleo que se genera en un comercio grande, se generan cinco pérdidas de ocupación entre los pequeños detallistas. Dado que las grandes cadenas son prioritariamente distribuidoras de las grandes marcas más conocidas, nacionales y extranjeras, aparte del impacto negativo sobre el trabajo de los pequeños comercios, rompen la cadena de valor que existe naturalmente entre el productor de campo y el comercio local. Esto provoca que, aun habiendo dinero en las ciudades, éste no pueda regresar al campo ni a los pequeños productores, perpetuando de esta manera la pobreza.

Sensibles del problema, algunos gobiernos municipales han comenzado a limitar la cantidad de permisos de operación que otorgan a las “tiendas de conveniencia”, propiedad de las cadenas comerciales. Sin embargo, los representantes de estas empresas, sintiéndose afectados por la medida, han demandado a los municipios por esta restricción municipal, esgrimiendo como defensa que con ello se les niega el derecho a ejercer el libre mercado que, supuestamente garantiza el marco jurídico del país. Pero este argumento es una gran falacia.

No puede haber libre competencia si hay desigualdad; tampoco la hay si no hay equidad en las condiciones de acceso a los mercados. La “mano invisible del mercado” -según la llamó Adam Smith, el “padre” del capitalismo- que todo lo arregla por sí sola en un ambiente de libertad, el bien supremo del sistema económico preponderante, no puede existir si los participantes en el mercado no tienen libertad de concurrencia: el libre mercado es un mito, ya que en la práctica no hay equidad en las oportunidades de acceso a las fuentes de ingreso, a las laborales y emprendedoras.


Los efectos del sistema económico depredador preponderante se pueden combatir a nivel local. Si bien pudiera faltar un marco jurídico ex profeso a nivel municipal, la violación de los derechos económicos de las personas, los delitos derivados de la violencia estructural, en México sí se prevén a nivel internacional y federal.

En el Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) se prevé el concepto de violación de derechos humanos en las relaciones económicas asimétricas. Cuando un actor es tan grande o poderoso que al actuar impide a otro u otros más pequeños ejercer libremente sus derechos. Por su parte, la Ley Federal de Competencia Económica (LFCE) establece los criterios bajo los cuales pueden configurarse delitos cuando “un agente económico con poder sustancial”, desplaza indebidamente a otros agentes del mercado.

La existencia de prácticas desleales, desiguales o inequitativas en los mercados es común en el día a día de las relaciones capitalistas. La “mano invisible” es una falacia.

A nivel municipal, nivel al que pueden corregirse mediante la acción directa vía reglamentos municipales las desavenencias entre vecinos de una localidad, es donde puede comenzarse esa “cruzada contra el hambre”, simplemente al promover y permitir el flujo de la riqueza que hasta ahora concentran los grandes comercios. El reto adicional para lograrlo se halla en incidir cultural y educativamente para hacerlas visibles y poder denunciar las prácticas desiguales de mercado: tarea pendiente en cuanto a educación para consumo de los medios masivos.

 

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Twitter: @jlgutierrez


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