Cada máquina que ayuda al individuo tiene un lugar, pero no debería haber lugar para máquinas que concentran el poder en pocas manos y transforman a las masas en simples encargadas de las máquinas, suponiendo que no las dejen sin trabajo. – Mahatma Gandhi
Hace poco estuve presente en una reunión donde una persona le preguntaba a otra si ya había visto el currículum de su recomendado. La respuesta fue que lo había analizado con atención, pero que no podía contratarlo porque estaba sobrecualificado. Yo esperaba una alegato de lo bueno que sería contratar una persona bien preparada, pero sólo vi un gesto de comprensión y empatía hacia una respuesta tan ilógica e injusta.
Las universidades se promocionan enfatizando su vinculación con el sector productivo y el beneficio que eso supone para los egresados, puesto que al tener carreras pertinentes serán contratados sin problemas. También resaltan que enseñan uno o dos idiomas, además de algún que otro certificado que les dará un plus a su formación. Hay otras instituciones que le agregan un año más a la carrera y los estudiantes salen con licenciatura y especialidad; y para que la preparación sea más completa, otras muchas tienen excelentes programas de intercambios que les permitirán relacionarse y aprender de otras culturas.
Con todo este bagaje técnico-educativo, de idiomas e intercambios culturales egresan muchos jóvenes que se verán en serios problemas a la hora de buscar trabajo puesto que su excelente preparación los convierte automáticamente en personas sobrecualificadas y por tanto, en potenciales desempleados ya que a las empresas no les gusta contratar un perfil de esta naturaleza.
Se ha vuelto una práctica común el que las universidades realicen consultas al sector productivo para que sus planes y programas coincidan con sus necesidades, de esta manera las universidades podrán preparar titulados que no tendrán dificultad para encontrar trabajo. Así podemos ver los perfiles de egreso de sus carreras que tienen más similitud con las habilidades de un superhombre que con un profesionista.
Con esta práctica, la educación superior se está volviendo una especie de instituto de capacitación al servicio del sector productivo, perdiendo en el camino su misión y su universalidad y convirtiéndose en una productora de empleados a la carta. Estamos ante una educación con un sentido más práctico e “industrialista” que el que tenía en el siglo XIX. Todo ello podría justificarse si nuestros jóvenes, al salir de la universidad, se incorporaran de inmediato a un puesto de trabajo. Lamentablemente eso no está pasando.
¿Qué quiere entonces el sector productivo? Las universidades han hecho su trabajo y producen empleados a imagen y semejanza de lo que ellos quieren, sin embargo las empresas contratan personas que no reúnen el perfil que le hicieron llegar a las instituciones educativas. Una cosa es su discurso y otra su actuación.
¿Por qué no quieren contratar a persona sobrecualificadas? Las condiciones laborales que a base de luchas y sufrimientos se consiguieron en el pasado, cada día se van perdiendo y en pleno siglo XXI se tienen menos prestaciones y peores condiciones laborales que en el siglo XX. El trabajo cada vez escasea más, entre otras razones, porque la tecnología ha absorbido muchos procesos que antes realizaban las personas y las empresas prefieren contratar a jóvenes recién egresados, sin mucha experiencia ni preparación para poder pagarles un bajo salario. Estos jóvenes aceptarán sus condiciones porque tienen pocas necesidades y muchos de ellos aún viven con sus padres. El brillo de la marca de algunas trasnacionales les nublará la conciencia sobre el bajo salario y la explotación de la que serán objeto.
Estas grandes empresas que se instalan en los estados, exigiendo muchas prerrogativas, se mantendrán a base de empleos con bajos salarios y horarios de esclavitud, aunque tendrán la precaución de traer personal directivo muy bien pagado de sus países de origen y a los que sí les exigirán esa sobrecualificación que no están dispuestos a pagar a los mexicanos.
Las razones de no aceptar empleados sobrecualificados son absurdas pero se han vuelto una constante en todas las oficinas de recursos humanos. Dicen que una persona tan preparada durará muy poco en un empleo que le quede chico y sólo estará ahí mientras encuentra otro mejor. Es decir que prefieren contratar empleados grises, sin preparación de calidad y a los que podrán explotar, en el entendido de que se quedarán con ellos toda la vida. Además de todo, serán personas que nunca le harán sombra al jefe que seguramente no querrá tener un subordinado mejor preparado que él.
Los jóvenes que son rechazados porque están sobrecualificados empiezan a mirar hacia otros países y la fuga de talentos se está volviendo un fenómeno alarmante. Es a la luz de estos hechos que empieza a cobrar sentido la masificación de la educación superior y la proliferación de universidades “patito” que gradúan jóvenes con una deficiente preparación, pero que serán los candidatos ideales para empresas que hacen su agosto con ellos.
Cómo explicarle a los jóvenes que no es cierto eso de que tendrán un mejor trabajo mientras mejor se preparen. Cómo decirles que se está formando un ejército de profesionistas mediocres que estarán dispuestos a vender su trabajo a muy bajo precio sin respetarse como tales; y cómo explicar que cada año egresarán muchos más que acabarán desplazando a estos últimos porque seguramente se venderán aún más barato.
Twitter: @petrallamas