Dos tipos de cuidado. / Guía para adoptar un mexicano - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Unos, al verse en el espejo a primera hora de la mañana, no se ven a sí mismos. No pueden. La luz que creen irradiar los deslumbra hasta la ceguera. Como mosquitos ante una trampa lumínica, contemplan embelesados el engaño y se dejan atraer por él. Saben que se trata de un artificio, pero no lo pueden evitar, es demasiado atractivo como para no creer en ello. Creen en el poder luminiscente de sus fuerzas magnéticas, en las radiaciones mentales del universo, en la energía amorosa de las mitocondrias, en la sincronía inaudita de todo lo que los rodea, en las rutilantes partículas inimaginables que le dan forma a sus vidas, en las vibraciones místicas que llegan a través de los sentidos. Son adictos a la endorfina y a la dopamina y a varias sustancias cerebrales más, son una fábrica natural y andante de Prozac instantáneo. Ante el resplandor de su reflejo, piensan o se dicen porras zalameras que los vigorizan y animan a volar tan alto como Ícaro. No son arrogantes o ambiciosos, no tienen grandes planes y hacen lo imposible por realizarlos, no, son adictos a desear e imaginar futuros maravillosos moldeados a su medida. El mundo es del tamaño de su optimismo, rosa, rosa sobre rosa, rosa mexicano. Estimado amigo y próximo adoptante, usted no quiere un mexicano de éstos.

Otros, al verse en el espejo a primera hora de la mañana, no se ven a sí mismos. No quieren. Su destino es cargar un gran fardo con todo aquello que despida un tufillo a desánimo: problemas, dolores, quejas, preocupaciones, enfermedades. Como los sinsabores de su vida no les bastan para mantener estimulado el darkside de sus células, entonces voltean a ver a los demás, familiares, amigos, vecinos, la raza humana, con todos pueden. Desde un grillo hasta dios, y todo lo que hay en medio, los han decepcionado en algún momento. Lo más sabroso de tomar un vaso medio lleno o medio vacío es que es decepcionante y eso es lo que hay que paladear y no el líquido que se haya ingerido. Se regodean como porcinos en el lodo propio y en el de otros. Creen en los hoyos negros, en la antimateria, en los números menores a cero, en el signo de menos, en las deudas, en los electrones, en las pérdidas, en los cangrejos, en las disminuciones, en las depreciaciones, en los descensos, en el Titanic, en el Hindenburg y en el Challenger. La civilización es decadencia, traer hijos a este mundo, una barbarie. El camino es largo y es de bajada. No les interesa nada en la vida más que caminar con pesadumbre, con la mirada puesta en el suelo para descubrir nuevas grietas. Amigo adoptante, usted tampoco quiere un mexicano de éstos.

Como todos los mexicanos caen en uno u otro perfil, entonces usted no debería querer un mexicano, por lo que se recomienda seguir los siguientes pasos para no adoptar uno.

Primer paso: tome todas las precauciones necesarias para evitar toparse con un mexicano por ahí. Para empezar, claro está, no venga al país, y si ya está aquí, tome el primer vuelo que lo saque de esta tierra. Por otro lado, en su país, estimado lector, sus previsiones serán menores, pero de todos modos hay que tener cuidado: si ve un trompo de carne al otro lado de la calle, no asuma que es de comida árabe, puede ser de tacos al pastor y seguro habrá muchos mexicanos a su alrededor; si en lontananza ve un bigote tupido o una ceja poblada o ambos, puede que no se trate de un mexicano o una mexicana pero lo más seguro es que sí; si ve a un borracho con sombrero, puede que se trate de un irlandés, pero también puede ser un mexicano, dependerá del tipo de sombrero que lleve el beodo, en cualquiera de los casos, lo mejor es no acercarse. De todos modos, a pesar de todos los cuidados, es muy probable que se tope con un mexicano.

Segundo paso: si se topa con un mexicano optimista, dese media vuelta y huya de ahí, pues tratará de convencerlo con una reluciente sonrisa mecánica de que sería una muy buena idea adoptarlo. Escuchará oraciones como “seguir adelante”, “el sol brilla”, “nuevas oportunidades”, “experiencias de vida”, “abre las puertas”, “multiplica la alegría”, “sé libre” y otras más que parecen salidas de la boca de un Furby poseído. Como Ulises con las sirenas, fuerza, amigo, fuerza, que esos mexicanos son muy hábiles y serían capaces de venderle las obras completas de Schopenhauer a Og Mandino.

Tercer paso: si se topa con un mexicano pesimista, rehúyale la mirada, pues pondrá ojos lastimeros de perrito de taquería para convencerlo de que lo adopte. Si eso no funciona, se rasgará las vestiduras del alma y llorará a cuentagotas todos los dolores propios y ajenos que ha escogido padecer. Si eso no funciona, se tirará al suelo y pataleará y dirá sollozando “la vida…”, “como yo…”, “el sufrimiento…”, “nadie…”, “nada…”. Para salir avante de semejante situación, basta que dibuje una sonrisa amplia en su rostro, el mexicano quedará congelado del susto, lo que le permitirá continuar con su camino.

Preguntas frecuentes: ¿El mexicano ve todo de color rosa? Sí. ¿El mexicano ve todo de color negro? Sí. ¿El mexicano es daltónico? Sí.

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