Un día me dijeron que yo nunca solo estaría
pues un hermanito mi madre tendría,
para jugar conmigo y contarnos cuentos
salir de paseo y estar muy contentos
Anónimo
Hace algunos años, en el salón de clases, una alumna era objeto de burlas por parte de sus compañeras. Esta niña tenía problemas de aprendizaje y el resto del grupo, que desconocía la situación, ejercía sin piedad un bullying permanente.
La maestra creyó conveniente llamar a los padres para informarles de la dificultad de su hija con los estudios y sobre el acoso que esto le ocasionaba por parte de sus compañeras, sin dejar de informarles también sobre la baja autoestima e inseguridad que manifestaba. Los padres acudieron de inmediato. Fue una gran sorpresa para la maestra conocerlos. Ella siempre había mantenido que el bullying empieza en casa y que son muchas veces los propios padres los que lastiman a sus hijos con un rechazo tácito o explícito. Sin embargo éste no era el caso, los padres, además de demostrarse un gran respeto y cariño como pareja, demostraban también un gran amor por su hija, a la que se le iluminó la cara cuando los vio llegar.
Después de muchos estudios y tratamientos, fue solventado el problema de aprendizaje pero no se explicaban la causa de su baja autoestima y seguridad. Cuando la psicóloga entró en acción descubrimos que el daño se lo estaba haciendo su propia hermana. Dice un proverbio indio: “Ningún amigo como un hermano; ningún enemigo como un hermano”.
Los hermanos tienen una función muy importante en la familia, con ellos se aprende a convivir, a respetar el espacio del otro, a compartir las cosas, a ser generosos, pero también aprenden a pelear y a defenderse. Las peleas entre hermanos suelen considerarse normales y forman parte de ese proceso de aprendizaje que les servirá en su vida cotidiana. Sin embargo, los padres no pueden desentenderse de las mismas, porque en muchos casos suelen ser la manifestación de unos celos no superados.
El primer hijo suele tener una serie de cuidados y atenciones con la que no contarán sus hermanos y es lógico que con el nacimiento de ellos, esa atención se reparta y él deje de tener un protagonismo al que no estará dispuesto a renunciar con facilidad, estableciendo una especie de lucha de poder para acaparar de nuevo la atención de sus padres. Los celos son una evidencia de inseguridad ocasionada por algún tipo de carencia en especial afectiva, es también el miedo a perder el amor de sus padres. Hasta cierto punto son normales, pero deben ser atendidos y canalizados debidamente.
Sin embargo, los celos no son los únicos causantes de la rivalidad entre hermanos, se dan casos en los que los propios padres los acentúan al provocar una competencia malsana o al estar constantemente comparándolos y al hacerlo los descalifican y humillan, repitiendo sin parar las famosas frases: “Tienes que ser como tu hermano” con todas sus variantes.
Los hijos, que se saben respaldados incondicionalmente por sus padres, cometerán toda clase de injusticias, sabedores de la impunidad que la preferencia les otorga. El hermano victimizado crecerá en un ambiente de acoso e inequidad, con la consiguiente devaluación de su autoestima, misma que proyectará en todos los ámbitos de su vida, en especial en la escuela, en la que también se convertirá en víctima.
En estos casos, los padres tienen el papel más importante en la forma en la que se relacionan sus hijos, puesto que al manifestar preferencias y rechazos o al tomar partido por uno u otro hijo, están acentuando la rivalidad y convirtiendo a unos en víctimas y a otros en victimarios del peor de los acosos, el bullying entre hermanos.
Aunada a la rivalidad provocada por los propios padres, se dan circunstancias que propician la agresividad entre ellos: hogares donde la disciplina, el orden y las reglas brillan por su ausencia. Violencia física y verbal entre los cónyuges con el mal ejemplo que ello implica. Ausencia de ambos padres por cuestiones laborales, descargando la responsabilidad de cuidar de los hermanos en alguno de los hijos, lo que le provocará una enorme frustración y amargura al tener que asumir un papel que no les corresponde. O bien un autoritarismo en el que los golpes, insultos y vejaciones son una constante.
Es verdad que las peleas entre hermanos son normales, pero un pleito en el que uno de ellos abusa descaradamente de otro hay que frenarlo enseguida y eso sólo será posible si los padres están pendientes de sus hijos; promueven el diálogo y la comunicación positiva; los ayudan a identificar y saber manejar sus emociones; los corrigen con respeto y sin dañar su dignidad; les demuestran amor y comprensión, pero sobre todo les hacen saber que se les quiere y se les acepta tal como son, sin que exista preferencia por ninguno de los hijos.
No nos engañemos, el bullying nace y se evidencia en primer lugar en la casa y después se manifestará con toda seguridad en la escuela. La persona aprende a ser agresor o víctima en el hogar, igual que aprende en el hogar a ser querido o rechazado. Evitar el bullying entre hermanos, igual que evitarlo en la escuela, es cosa de la familia.
Twitter: @petrallamas