Carlos Tello Macías: la egohistoria oficial / Extravíos - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

 

“Un economista no es particularmente bueno o malo

ni más ni menos virtuoso o valiente o generoso o fiel

que el resto de la humanidad, y ciertamente no es más modesto”.

-George Stigler,

Memorias de un Economista Desregulado

 

El algún momento de mi prehistoria personal, a inicios de la década de los 80 del siglo pasado, trabajando en el CIDE, asistí a un seminario sobre economía mexicana en el que participaron economistas mexicanos, latinoamericanos e ingleses. He olvidado casi todo lo que se dijo en las mesas de trabajo, pero no así un par de comentarios escuchados al paso en los pasillos durante uno de los descansos. Uno lo hizo la economista brasileña Maria da Conceição Tavares quien despotricaba impacientemente ante la irritante mezcla de arrogancia e ignorancia sobre América Latina y México de la que, en su opinión, hacían gala sus colegas ingleses (“que, además, ni hablar español saben”); el otro lo hizo un economista inglés  –cuyo nombre no recuerdo- quien decía a su interlocutor que, en su inmodesta opinión, el único economista mexicano que realmente sabía de economía era Carlos Tello Macías.


Se trataba, desde luego, de una sandez dicha con mala leche. Entonces y ahora ha habido buenos y muy buenos economistas mexicanos. También, desde luego, malos y pésimos, pero ésa es otra historia. Con todo, el comentario del caballero inglés acertaba en tanto reconocía que, en efecto, el señor Tello Macías era no el único, pero sí uno de los mejores economistas del país a quien se deben algunos de los mejores estudios sobre la política económica, en especial la monetaria y financiera,  y  la desigualdad económica y social prevaleciente entre nosotros. También, hay que añadir, se trataba  -y se trata- de uno de los economistas más controvertidos tanto por su desempeño como funcionario público como por el conjunto de las ideas y convicciones que rigen su obra académica.

Hoy, a sus 73 años, y después de una dilatada carrera en el servicio público y la academia, Tello Macías publica sus memorias: Ahora recuerdo. Cuarenta años de historia política y económica en México (Debate-UNAM, 2013). Contra lo que aconsejaría cualquier afecto a la psicología, Tello Macías omite de su egohistoria oficial los años de infancia y adolescencia y prefiere iniciar su relato en septiembre de 1955, teniendo entonces 17 años, cuando ingresa a la Universidad de Georgetown (Washington, DC) para realizar estudios de licenciatura en administración de negocios para, poco más de 450 páginas después, concluirlo con una evocación familiar donde deja constancia de cuán afortunada ha sido su vida y cuán agradable ha sido recordarla.

A lo largo del libro, Tello Macías va dando cuenta de su trayectoria profesional y política y dejando constancia de sus decisiones y omisiones, de sus apegos y desafectos políticos, de sus amistades y enemistades. Y si bien es de agradecer que no acuse delirios de grandeza, como es común entre todos los políticos y algunos académicos, ni que pretenda enmarcar su vida en un óvalo de santidad o ejemplaridad, Tello Macías no es, ciertamente, un memorialista que se distinga por su amenidad o perspicacia. Carece de la habilidad literaria, el humor y la capacidad de recreación de entornos, atmósferas y personajes de, por ejemplo, J.M. Keynes, J.K.Galbraith, George Stigler o Edmundo Flores, por mencionar unos pocos economistas que han escrito autobiografías, memorias o un puñado de páginas autobiográficas. Con triste frecuencia, el libro de Tello adquiere el sex appeal de un informe de labores de una Secretaría o una dirección general. Son muchas las páginas chatas, a las que les sobra grisura y les falta color y vivacidad y que no estaría fuera de lugar en un manual para sobrevivir en la burocracia federal. Parecería que por largos momentos Tello Macías se sintiese demasiado cómodo viendo al lector como una especie de jefe inmediato a quien se le entrega un pliego de mortaja donde se le participa de las tareas pendientes y que fueron realizadas en el día, con quien se hicieron, y cuán interesante y formativo fue hacerlas.

Afortunadamente ésta no es la única voz que se deja escuchar en el libro. La importancia y en ocasiones notable trayectoria profesional, política y académica de Tello Macías vence esos reflejos del memorialista burocrático y logra abrirse paso con suficiente aplomo como para que, por un lado, se nos permita conocer y evaluar sus logros, alcances y limitaciones, como, por el otro lado, sepamos reconocer y apreciar al individuo, o mejor dicho, a la persona que está detrás de ellos. Además, claro, Tello Macías está en buenas condiciones para ofrecer un retrato interior de los usos y costumbres de la clase política mexicana de los últimos 40 años, usos y costumbres que, sin duda, siguen en buena medida vigentes y que –aspecto que no conviene olvidar ni desestimar- explican no pocas de las desventuras que el país ha padecido en las últimas cuatro décadas y, claro, uno que otro de sus logros y conquistas.  En estos tres aspectos, creo, radica, la utilidad y relevancia de este libro.

El itinerario profesional de Tello Macías está, entonces, ligado de manera estrecha a la historia reciente del país, en particular a su vida institucional. De hecho sus principales obras académicas han surgido de su experiencia directa en el servicio público.

Y así como su libro La política económica de México, 1970-1976 (Siglo XXI, 1979) deriva en mucho de su trabajo en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en la que ocupó varios cargos hasta ser, a partir de 1975, Subsecretario de Ingresos, La disputa de la nación (con la coautoría de Rolando Cordera y que fue editado en 1981 por Siglo XXI) aparece como una suerte de diagnóstico interno de la bipolaridad que en materia de política económica acusaba el Estado mexicano en esos años y que, al parecer, no ha desaparecido del todo. Por su parte La nacionalización de la banca en México (Siglo XXI, 1984) surge a partir de su involucramiento en todo el proceso de nacionalización y los tres meses en que fungió como director del Banco de México, en tanto Sobre la desigualdad en México (UNAM, 2010) es deudor de su paso como presidente del Consejo Consultivo del Programa Nacional de Solidaridad (el programa salinista por excelencia) y de su trabajo como director general del Instituto Nacional Indigenista, ya en los años de Zedillo. En este mismo sentido Cartas desde Moscú (Cal y Arena, 1994) recoge las impresiones y reflexiones que, como embajador en la URSS de 1990 a 1994 y, por tanto, como  testigo privilegiado de los hechos, le inspiró los años en que la Unión Soviética desapareció de la historia.

Esta simbiosis entre su trayectoria en el servicio público y su riguroso y serio trabajo académico ha sido muy afortunada y ha vuelto a los libros de Tello Macías en referentes indispensables para entender lo que ha ocurrido -y el porqué ha ocurrido- en materia económica y de política económica en el país en los últimos 40 años. Con sus memorias, Tello Macías pretende complementar el panorama dando cuenta de manera más explícita y detallada de las disputas del poder al interior de Palacio. En este sentido no es poco lo que aporta Tello Macías en torno al conocimiento de diversos aspectos como lo son, por ejemplo, el modus operandi de esos poderes fácticos que son la SHCP –la Vicepresidencia no oficial del país- y el Banco de México, o sobre la autosuficiencia ideológica de los tecnócratas mexicanos que, ciertamente no requieren del patrocinio doctrinario del FMI o la Universidad de Chicago para pregonar su neoliberalismo.

Sin embargo, es probable que esta misma simbiosis pueda ayudar a explicar también muchos de los puntos ciegos que se encuentran no sólo en sus memorias sino también en la perspectiva analítica que informa su trabajo académico. Me refiero a los puntos ciegos que le impiden ver con claridad algunos de los más acentuados vicios del régimen político al que pertenecía y que, desde luego, no fueron en absoluto ajenos a las muchas calamidades económicas y sociales, algunas en realidad desastres, que el país ha padecido en su historia más reciente.

Enmarcado en una idea notablemente maniquea, donde las opciones para el país se perfilan ante todo a partir del enfrentamiento entre neoliberales y estructuralistas, tecnócratas y políticos, para Tello Macías pareciera que la naturaleza autoritaria del sistema político, la notoria irresponsabilidad, incompetencia y soberbia con que se gestionó la política económica -ya sea desde la SHCP, el Banco de México o Los Pinos-, la endémica corrupción y megalomanía de que han hecho galas los presidentes con los que colaboró, y, en fin, la notable disfuncionalidad de lo que Zaid llamó la economía presidencial, fueron, en el mejor de los casos, asuntos menores, asuntos casi anecdóticos que no ameritaban, ni ameritan, ser incluidos en serio en la ecuación tanto de la persistencia de la desigualdad económica y social como de las crisis económicas que vivió el país en 1976-77, 1981-82, 1985, 1994-1995 y 2001 y, en el peor de los casos, retintines de la leyenda negra que los poderes fácticos –económicos, mediáticos y políticos- crearon para denostar a un régimen y unos presidentes en cuanto estos parecían enfrentarles.

Al parecer, entonces, que ahí donde se afianzó con mayor vigor la lealtad del funcionario al régimen político, se torna más opaca la visión del ciudadano. No afirmo, por cierto, que Tello Macías se beneficiara o hubieses sacado ventajas políticas o económicas de estos hechos, sino que al omitirlos o subestimarlos, el conocimiento y evaluación de lo que ocurrió en los últimos 40 años se queda a medias. En todo caso, hay que subrayar que, al igual que muchos de sus anteriores libros, la lectura de estas memorias de Tello Macías es de gran interés y utilidad para quien esté interesado en conocer algunos de los episodios más relevantes en la historia institucional del país contada desde la perspectiva de uno de sus protagonistas más controvertidos, pero, a la vez, más honestos y lúcidos.


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