Todo el tiempo estamos leyendo: los gestos, las señales de tránsito, el clima. Cualquier interpretación ante el fenómeno (texto) que sea es respetable pero no siempre válida. Si alguien en su automóvil se pasa un alto y choca, será su culpa: habrá interpretado inadecuadamente el texto. La comparación más evidente: el torpe conductor es igualmente un torpe lector. Si alguien sabe leer, por más trivial que suene, en automático se convierte en un lector. Ser un buen lector es otra cosa.
El pasado 27 de junio se inauguró Leer la obra en el Museo de Arte Contemporáneo no. 8 de la ciudad de Aguascalientes. Entiendo que la exposición está dividida en dos: por un lado la intención es mostrar las 10 piezas que hasta ahora han ganado la Bienal de Dibujo y Pintura Enrique Guzmán; por el otro -y aquí lo interesante-: cada obra está acompañada de un texto. En total 20 discursos: 10 artistas visuales, 10 lectores.
Una de las formas en que me gusta pensar la crítica (abusaré un poco de romanticismo): si la obra de la cual se parte es mala, la crítica no puede colocarse en ese mismo nivel. Esto es que la aspiración debe ser crear un texto que, en calidad, sea equivalente o superior a su punto de arranque (una buena obra). Menos, nunca. Por tanto, si vamos a hablar de leer arte, esperamos que la lectura mínimamente esté al nivel.
La exhibición, en abstracto, es interesante porque leemos un discurso (obra) y leemos su metadiscurso (texto); pero habría que particularizar. Mientras anduve esnobeando (toda inauguración es un homenaje al esnobismo), como el resto, la exposición, estuve haciendo un juego: obra contra texto. Me parece que quedó en un empate. Lo ideal sería que compartiera la decena de confrontaciones. Por ahora sólo mencionaré dos: Romero vs Fonseca; Furia vs Villalpando. Allá ganó el texto. Acá, el menos peor.
La lectura de Eudoro Fonseca le hace un favor al trabajo de José Antonio Romero Pasando revista de Guzmán (2006): Fonseca escribió un texto cuidado y, hasta cierto punto, que está muy cerca de la poesía (en el tercer párrafo nos dice: “José Antonio […] rinde tributo […] dejándose habitar […] por ese mundo que recurre al cromatismo del imaginario popular mexicano para nombrar las cuencas vacías de los ojos de la muerte…”). Romero sólo coloca ciertos motivos del artista jalisciense sin resignificarlos o criticarlos: es una especie de copy-paste de la obra de Guzmán. Texto 1 – Obra 0. Así lo hice con todo el material que se encuentra en el museo.
Ahora, bien, habría que decir que no todos los textos tenían el propósito de ser críticas o reseñas. En cualquier caso, uno esperaría encontrar cohesión, cosa que no es nada evidente en el mano a mano entre Furia y Villalpando.
Hay dos personajes principales en la obra de Tony Furia No te perdono que no sepas volar: una mujer realizando un movimiento acrobático dentro de una jaula y un par de manos sobredimensionadas que se encuentran en la parte superior de, digamos, la prisión. ¿Qué podemos interpretar? Tenemos dos elementos que nos posibilitan hablar de sometimiento: jaula y mujer. ¿Qué hacen las manos?: sería muy arriesgado afirmar algo. Hay otras dos características que aparecen: en la parte baja de la jaula tenemos una especie de montaña de carbón. En la parte inferior de la obra tenemos 14 montones que aparentan ser del mismo material. Es una obra que por tener inestabilidad dentro de sus componentes, dificulta o acaso imposibilita la lectura porque justamente los factores que intervienen en su discurso son poco claros.
¿Qué hizo Villalpando? Él sí se arriesgó. Su texto está conformado por cuatro párrafos. Uno de descripción, uno de aventura, dos de sobreinterpretación. Veamos: “[…] sería pertinente traer a escena el signo de las manos agrietadas, éstas hacen referencia a un todo no-visible, es decir, a un cuerpo humano, el cual, pese a que no ha sido representado por el artista, adquiere una gran relevancia significativa. Lo anterior es debido a que dicho cuerpo humano hace alusión al sistema y a la problemática estructural llamada neoliberalismo…”. Villapando anticipa su consideración cuando menciona que su descripción lo lleva a leer lo siguiente: “En apariencia […] este conjunto de signos podrían articularse y juntos significarían, desde una visión de género, la domesticación, el sobajamiento y la violencia ejercida por parte del hombre en contra de la mujer. […] Sin embargo, […], podría construirse un tipo de lectura radicalmente distinta”. No me extiendo más: si Villalpando no estuviera hablando de la obra su comentario sería completamente válido; sin embargo, considero que no tenemos elementos para decir lo que él interpreta. Texto 0 – Obra 0.
Leer la obra fue un ejercicio interesante. Algunos, como el conductor, como Villalpando, chocaron. Otros se pasaron el amarillo. Los menos continuaron con el verde.
@jorge_terrones