Uno de los puntos principales en que centró su campaña presidencial Enrique Peña Nieto, fue el de retomar el liderazgo internacional de México, mismo que se perdió entre los años de 2000 a 2012, en que las administraciones federales fueron encabezadas por Vicente Fox y Felipe Calderón, que no sólo olvidaron la tradicional política exterior mexicana, sino que en afanes muy personales e individualistas, trastocaron la influencia que nuestro país había venido teniendo en la esfera internacional desde los años 50 del siglo pasado, soportada en las actuaciones a favor de las naciones más débiles ante las grandes potencias, en algo que sentó las bases de una prestigiosa diplomacia mexicana, que en innumerables ocasiones utilizó su bien ganado prestigio para hacer prevalecer aquello de la igualdad jurídica de los estados y la solución pacífica de las controversias.
En los meses que lleva la actual administración federal, han aparecido situaciones que parecieran estar a modo para que la misma ubicara en la realidad aquella idea de campaña de retomar la posición diplomática internacional, pero a fuerza de ser sinceros lo demostrado hasta ahora, nos hace indicar que, o no han querido fijar posiciones más consolidadas y fuertes por no lesionar la relación con los vecinos del norte, o no se sabe leer entre líneas de parte de los economistas que hoy conducen la cancillería, la coyuntura que han provocado ciertos hechos como pudieran ser los cables de Wikileaks que hablan sobre el espionaje de los Estados Unidos en varios países incluidos México o la muy desafortunada experiencia que tuvo que vivir el presidente Evo Morales en países de Europa, que so pretexto de creer que en el avión del boliviano viajaba el ex agente estadounidense Edward Snowden, el cual está siendo requerido por el gobierno de los Estados Unidos, por haber dado a conocer sobre el espionaje que ese país realiza aún sobre sus propios connacionales.
La reacción que estos dos hechos han tenido de parte de otras naciones, ha vuelto a dejar muy atrás a nuestra nación en la idea de forjar de nueva cuenta un liderazgo en la arena internacional, ya que sólo se ha reaccionado de una manera por demás tibia, que deja más dudas que certezas sobre cuál será la estrategia diplomática de la administración Peña Nieto.
En esta coyuntura resurgen las actitudes de algunos analistas de temas internacionales que siguen añorando las estridencias del echeverrismo o del lópez portillismo, que a pesar de haber sido evidenciados por los cables de Wikileaks, que ubicaron a ambos ex mandatarios mexicanos como prácticamente dos ex agentes de la Secretaría de Estado de los Estados Unidos, y que con ese hecho echaron por tierra toda esa idea del supuesto nacionalismo a ultranza de ambos ex presidentes y pusieron en su justa dimensión esa otra idea de ser enemigos del “imperialismo yanqui”, que en su momento les ganara tanto reconocimiento con los países del llamado: Tercer Mundo y con los países No Alineados.
Pero así como resurgen esa voces trasnochadas de los 70, también reaparecen quienes son los grandes apologistas de los Estados Unidos, y que son capaces de avalar el gran aparato de espionaje en que hoy se ha convertido tanto la política exterior como la política interior del vecino del norte, y que hace recordar aquello del Big Brother, y nos ubican en la esfera de la imaginación de George Orwell. Son tan patéticos estos supuestos analistas internacionales que quieren justificar esta manía por la violación de la intimidad que hace de manera perversa el gobierno del país de las barras y las estrellas, que son capaces de retomar el asunto de las Torres Gemelas, para decir que siempre es importante estar atento a cualquier cosa que pueda suceder en contra de la población civil y de los aliados de los United States, en especial con lo que pueda suceder con el terrorismo, sin darse la oportunidad de pensar siquiera un momento, que el peor terrorismo que puede existir es el terrorismo de estado, y en esa especie de terrorismo los Estados Unidos son líderes mundiales.
Lo que más llama la atención es que de nueva cuenta se ha mostrado poca inteligencia para afrontar estos hechos de parte de la cancillería mexicana, y se ha postergado la oportunidad de ubicar al país al lado de sus aliados más naturales, los países latinoamericanos, que en su inmensa mayoría fueron fuertes en sus reclamos hacia los países europeos que discriminaron a Evo Morales, y a quien dieron un trato que demuestra que para los líderes de esos países europeos, no existe igualdad entre los liderazgos europeos y los liderazgos latinoamericanos, como seguramente pensarán lo mismo de los liderazgos africanos y asiáticos, y que demostraron que con tal de quedar bien con el gobierno de Estados Unidos, son capaces de cualquier canallada, como si no lo hubieran hecho siempre en el seno de las Naciones Unidas, cuando se quiere aplicar alguna sanción contra Israel, y ellos se pliegan a lo que les dice la potencia bélica más importante de los últimos 70 años de la historia de la humanidad.
Ya en alguna otra ocasión en este espacio había señalado que desgraciadamente para aquéllos que quisiéramos ver resurgir la política exterior de nuestro país y su prestigiosa diplomacia, tendremos que esperar algún tiempo más, para verla aparecer; mientras los tecnócratas que hoy se han apoderado de la cancillería mexicana, entienden que no queremos ni el regreso del falso liderazgo tercermundista, ni el entreguismo de los últimos 30 años de nuestra historia diplomática, sólo queremos una política exterior digna de la cual sentirnos orgullosos.