La archifamosa anécdota va más o menos así: en 1938, en directo para radio, Orson Welles leyó una adaptación de The war of the worlds. En la introducción se advirtió que sería una lectura dramatizada. Se sabe que en el momento de la narración, un montón de gente que no escuchó el mensaje inicial se alarmó. No había manera de corroborar si los extraterrestres estaban invadiendo nuestro planeta más que saliendo a la calle: ni meteoritos, ni naves espaciales, ni nada. Los únicos que pudieron estar convencidos de que se trataba de un fragmento de la obra de Wells, eran los que conocían el libro. Las personas asustadas quedaron como ingenuas. Esa ingenuidad, sin embargo, tiene una explicación que estimo razonable: en ese momento las radiodifusoras y los diarios eran las que dictaban el acontecer del mundo. Podríamos cuestionar su inestabilidad emocional, pero si esa gente creyó en lo que se transmitía fue porque le pareció verosímil. En nuestro tiempo, hablando de notas periodísticas, ser naíf es inadmisible.
El 23 de julio en el blog Ciencia Seminal (un sitio de internet donde se publican textos falsos pero divertidos) se difundió la noticia de que Enrique Ježik había ganado el Premio arteBa-Petrobras de Artes Visuales debido a un error. La nota -que toda ella es una joyita- llevó por nombre “Olvida adjuntar archivo y gana concurso de Arte Contemporáneo”.
Para quien se cruzara con el llamativo título, era una obligación su lectura. Ahí uno encontraba comentarios falsos de los protagonistas de la historia. El mejor es el del propio artista: “Sinceramente me tomó por sorpresa, había estado maldiciendo por semanas cuando me di cuenta que no había adjuntado el archivo en el mail de la convocatoria […] aún no sé qué pensar.” Uno de los jurados, Macchi, dice: “nosotros lo tomamos como un atrevimiento, una especie de performance que trascendía los límites físicos del arte, un cuestionamiento a las bases mismas del concurso que pretendían encasillar como algo ‘físico’ un archivo digital que, al final, es sólo ceros y unos: una idea.” Quien no ve el humor en los textos de Ciencia Seminal no ve más allá de su nariz o panza.
El texto repercutió en varias partes del mundo. Allá tomaron la nota como algo serio. Acá la encontraron ofensiva. Unos se carcajearon. Otros se indignaron. Cuauhtémoc Medina (miembro del jurado) y Ježik fueron los que sacaron mejores comentarios en las redes sociales. El primero llamó “virología de la idiotez” al efecto del texto y si bien admitió que lo mejor era sonreír y que hay muchos lectores acríticos, no deja de causar estupor uno de sus últimos apuntes: hay un “deseo generalizado de una parte del público de que el arte sea, en efecto, un mero engaño”. Lo que hizo Ciencia Seminal, por una parte, fue mostrarnos la lamentable y vergonzosa actitud de miles de ingenuos lectores que se tragan, sin verificar y sin contrastar, todo lo que leen. Por otra, nos lanza una pregunta: ¿por qué el texto es tan verosímil? Porque, efectivamente, bien pudo haber sucedido.
En el blog, el 25 de julio se publicó lo siguiente: “Chepo seguiría en la selección mexicana, pero usará asistencia en tiempo real de millones de tuiteros”. Supongamos que alguien, en un café, lo comenta. Quien lo escucha, aunque no sea muy brillante, inmediatamente detectará que algo no suena lógico y, como consecuencia, quedará en tela de juicio la opinión de su amigo. Regresemos al texto del artista: ¿qué pasaría si alguien compartiera esa información, igualmente en un café, con otra persona? La compraría. ¿Por qué? El señor Medina se equivoca cuando dice que hay un deseo generalizado. No hay tal. Nadie que esté interesado en este mundillo desea que el arte sea un engaño. Lo que no quiere ver Medina y que Ciencia Seminal demuestra (aparte de lo ya referido), es que hay un desencanto del público con una parte de la producción contemporánea (sobre todo arte conceptual) porque, al parecer, se exhibe cualquier cosa (basura, paletas, bloques de cemento, cubos, etc.) que por sí misma no alcanza a ser un discurso con coherencia y, por tanto, precisa de una explicación en un texto (oral o escrito), sin la cual no se entiende la obra. Por eso el texto tuvo tanto éxito y tanto griterío; pero eso es lo de menos, lo interesante es la reflexión que provoca: ¿un artista contemporáneo ganando por una obra que no existe, por un error, por transgredir las reglas? No, no nos confundamos. Eso no pasa.
Lo que hizo Ciencia Seminal, en realidad, es una especie de crítica de arte (critica a la institución, al artista, al jurado, en fin, a una parcela del universo del arte contemporáneo) valiéndose de la parodia como su principal arma. En este caso es más ingenuo quien quiere negar la actualidad de un sector del arte contemporáneo, que quien se comió la nota sin verificarla. Lo segundo se cura googleando. Lo primero (Medina, por ejemplo), quién sabe.
Coda:
Joyita cortesía del artista Ježik: “Después de la sonrisa, un comentario. Me sorprende la credulidad de tanta gente que no distingue una broma armada con argumentos absurdos. Una lectura superficial y ya se la creen. No me sorprende la mala fe de tantos otros, ultraconservadores que aprovechan la ocasión para tratar de denostar al arte contemporáneo. Todos sabemos que hacen el ridículo, tanto si se basan en información cierta o, como en este caso, en información falsa.” [sic] El chiste se cuenta solo. Y no, esto no lo publicó Ciencia Seminal, sino el mismísimo Ježik en Facebook.