{ENTREVISTA} Daniel Espartaco Sánchez, autor de Bisontes - LJA Aguascalientes
15/11/2024

  • Escribir con cierta fluidez, con la mente clara, y nunca usar fórmulas para ser gracioso
  • “Mi intención no es ser crítico con cosas que están ahí y que todo mundo ve, sino sólo retratarlas y divertirme a sus costillas”

El sentido del humor suele ser una de las características que más se echan de menos dentro de la literatura mexicana, es como si a nuestros escritores les hubieran extirpado la capacidad de reírse de sí mismos y de sus compañeros de lides, como si les hubieran extirpado uno de los sentidos más críticos y más ácidos con el que los hombres podemos enfrentar la cruda realidad que vivimos: la risa, la burla.

Daniel Espartaco Sánchez (Ciudad de México, 1977) es un joven escritor que con su agudo sentido de la observación y un profundo desparpajo retoma una tradición literaria que podríamos extender hacia la obra del escritor guanajuatense Jorge Ibargüengoitia, una tradición en donde el humor cáustico y  la risa nos permiten observar la grandeza y la miseria de la vida,

Daniel Espartaco Sánchez se ha ganado un espacio dentro del mundo literario mexicano con Cosmonauta (2011), obra que fue considerada como el mejor libro de relatos por la revista Nexos en ese año, Autos Usados (2012) y el cuento Gasolina (2012), editado en forma de libro por Nitro Press en 2012 y que hace una burla intensa sobre la vida de los becarios del FONCA.

Platicamos con Daniel sobre su más reciente libro, Bisontes, editado por Nitro Press y compuesto por dos largos cuentos en donde el protagonista es el escritor Miguel Habedero, autor de tres novelas muy importantes escritas en los años 70 del siglo pasado, quien regresa a su natal Chihuahua a recibir un homenaje por parte de las autoridades, algo que marca el inicio de su decadencia como escritor activo, algo que sabe muy bien el propio Habedero.

El total de Bisontes fue escrito en el año 2005 –nos cuenta Daniel– y se llamaba Walden tres. Mi primera intención era escribir una sátira sobre los escritores de los años 60, sobre la contracultura, y la obsesión de los lectores por la marginalidad, que me parece un eco bastante tardío del romanticismo. La prueba de eso ahora es el auge de Bolaño, a todo mundo le encanta que Bolaño sea un marginal. Y ahí hay una paradoja, si la marginalidad vende, entonces ¿es marginalidad? También quería satirizar un poco cómo el Estado embalsama a los escritores con becas y homenajes, y todas esas cosas. Ésa era la idea original, pero luego ocurrió que el personaje se desarrolló por sí mismo. Le transmití algo de mi amargura y de mi sentido del humor, pero ya era alguien muy independiente de mí. Un hombre de 60 años que vive en la nostalgia y el desazón.

Javier Moro Hernández (JMH): ¿Cómo trabajaste una obra como Bisontes, que se lee de una manera ágil, divertida, rápida?

Daniel Espartaco Sánchez (DES): Pues todo el asunto está en la corrección. Cuando me pongo a corregir algo no me gusta que queden frases y palabras de más (no es que lo logre al 100 por ciento, pero trato). El libro tenía como 120 páginas, y al final quedó en 60 y tantas, 90 páginas ya formadas. Me gusta  que la prosa se pueda leer de un tirón. Lo hago porque así están escritos la clase de libros que me gusta leer. Sin embargo, supongo que para algunas personas esa cualidad es algo negativo. Muchos de los lectores que tenemos ahora creen que si el libro es difícil de leer entonces es por ende un libro bueno.

JMH: Uno de los temas que podemos ver y leer tanto en Bisontes como en Gasolina es una crítica sazonada de humor negro sobre la intelectualidad nacional, principalmente sobre la clase literaria, una crítica que a mi entender es necesaria, ¿cuál ha sido la reacción de la crítica hacia estas dos obras en particular?

DES: Ha habido comentarios, la mayoría buenos. Estos comentarios ponderan de manera positiva la crítica a la clase literaria. Pero mi intención no es ser crítico con cosas que están ahí y que todo mundo ve, sino sólo retratarlas y divertirme a sus costillas. ¿Por qué nadie se había tomado la molestia de hablar de las becas del FONCA, por ejemplo? Misterio. O desprecio. Somos muy solemnes. Mi influencia son los rusos: Dostoievski, Goncharov, Gogol o Bulgákov nunca desaprovechan la oportunidad para reírse de las pretensiones de sus colegas escritores.


JMH: Otro de los temas esenciales que pude encontrar en Bisontes es el regreso al terruño, a la tierra de la infancia, un tema universal dentro de la literatura pero que sin embargo tu protagonista, Miguel Habedero, aborda (por lo menos en un principio) con cierto escepticismo y cierto desapego, para después entregarse a una nueva vida que se abre con ese regreso, por lo que quería preguntarte qué sentimientos, qué ideas genera en ti la idea del regreso.

DES: Cuando escribí Bisontes pensaba que en algún momento yo tendría que regresar a Chihuahua, y ahora no estoy nada seguro de eso. Prefiero vivir en Melanesia que en Chihuahua. Sin embargo, creo que el desapego y el escepticismo de Miguel Habedero, como tú bien dices, es algo que nace de mí.

JMH: Una de las características que me llamó la atención es la edad del protagonista de Bisontes, el escritor Miguel Habedero, un escritor de una generación diferente a la tuya, y que sin embargo logras retratar de una manera que me hace pensar en que has observado a detalle el trabajo de los escritores que te han precedido, para entender una forma de hacer literatura que puede ser muy distinta a como tú la entiendes pero que de la cual has podido tomar elementos para generar una obra diferente.

DES: Bueno, como muchos otros adolescentes en México crecí leyendo las novelas de la Onda, de las cuales mi favorita es Gazapo de Gustavo Sainz, crecí leyendo literatura mexicana. En mi casa estaba completa la colección Lecturas Mexicanas. La ventaja es que también leí otras cosas de literatura universal. Siempre fui también muy receptivo a los chismes sobre escritores, que es parte del ambiente. Mi madre ya me hablaba, cuando yo era niño, sobre Elena Garro y Octavio Paz. Es decir, creo que puedo captar muy bien ciertos ambientes a partir de lo que me han contado. Hay por ahí una escena sobre la guerrilla en Bisontes; es totalmente ficticia, pero no la hubiera podido escribir si no hubiera pasado horas hablando sobre la guerrilla con mis amigos ya grandes (y es una escena que no hace justicia a la guerrilla mexicana, pero mi intención era meramente satírica). O la escena del beisbol está construida a partir de una recreación muy libre de cosas que me contaron mis padres de su infancia y mi adolescencia y mi experiencia como pésimo jugador de beisbol. También hay una crítica velada a la novela experimental de los 60 y 70, es porque recuerdo haber visto muchas de esas arrumbadas en las librerías de viejo, editadas por Joaquín Mortiz.

JMH: ¿Qué importancia tiene para ti el sentido del humor, la risa, dentro de una obra literaria?

DES: Pues es muy importante, pero nunca trato de hacerme el gracioso de una manera consciente. Es como cuando cuentas un chiste y piensas demasiado en cómo contarlo, entonces no va a ser gracioso. Muchos escritores tratan de hacerse los graciosos y no lo logran. Lo mejor es escribir con cierta fluidez, con la mente clara, y nunca usar fórmulas para ser gracioso. Es decir, de una manera natural. Como cuando apenas llevas dos o tres cervezas y estás muy relajado y cuentas una anécdota y te das cuentas que es divertida. Pero volviendo a tu pregunta, yo creo que el humor en una obra literaria debe de estar dosificado. Hay por supuesto excelentes obras que no tienen nada de humor. Yo prefiero el estilo ruso, como Dostoievski. La gente que no lo ha leído (o que lo ha leído mal) cree que Crimen y castigo es una obra aburrida y trágica, pero el asunto es que Dostoievski tenía mucho sentido del humor, pero de ese humor maligno.

JMH: Por último, ¿en qué proyecto nuevo andas trabajando ahora?

DES: Pues ando en muchas cosas, tengo como un año escribiendo una novela que va muy lenta, tengo también una colección de historias que se resiste a tomar su forma definitiva. Mis disco duro es un desastre, justo como la vida de un solterón de 35 años.


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