Por lo general soy poco tolerante con los fanáticos de los personajes de cómic que se quejan amargamente porque la adaptación al cine del objeto de sus afectos no es lo que ellos esperaban, lo que pasa es que a mí me parece que las quejas más comunes se centran en detalles sin importancia que no afectan el concepto básico de la historia o el corazón del personaje.
No obstante, en los últimos años han habido un par de ocasiones en las que no puedo más que darles la razón a los groupies de los héroes de historietas, como en los casos de El Avispón Verde, Linterna Verde y ahora, El Llanero Solitario.
Tenía muchas ganas de ver esta cinta por dos razones, la primera, porque me encanta ver trabajar a Johnny Depp y la segunda, porque en lo más profundo de mi memoria hay una serie de recuerdos infantiles de momentos felices frente a la televisión disfrutando de las aventuras de Kemo sabe y Toro —obvio me refiero a las repeticiones de las repeticiones de la serie de los 50 que pasaban en el canal 2 de Ciudad Obregón cuando yo era niña—, y también, de tiempos aún más felices cuando mi hermana y yo revivíamos los episodios al jugar al héroe enmascarado con mi papá.
En mi memoria El Llanero Solitario —según se percibía en la serie— era la encarnación de todo lo bueno, lo honesto y lo legal, buscaba siempre la justicia y no la venganza, los creadores del programa cuidaban mucho que este héroe presentara una imagen inmaculada ante los niños que lo seguían, me supongo que buscando crear un modelo de comportamiento para los pequeños de los años 50, pero que servía perfectamente para los de los 70 y 80.
Así que, podrán imaginar mi sorpresa y desilusión cuando veo esta película y me encuentro que aquí el llanero es presentado como un ser sin personalidad, apocado, ignorante y hasta medio nerd, sus actos valientes son consecuencia de la suerte y la casualidad y que en vez de ser el protagonista de la historia — ¡una historia que lleva SU nombre, por Dios! — resulta que no es más que el patiño de Toro…en pocas palabras, el héroe no es otra cosa que un chiste.
No debería sorprenderme que toda la cinta se centre en el personaje que Depp interpreta, Toro, finalmente él es la superestrella, y hasta me hubiera quedado contenta viendo que el indio era realmente el que “movía el pandero”, pero ¡tampoco!, Toro no es otro que Jack Sparrow en distinto disfraz, con el mismo tipo de personalidad: chistoso, ocurrente, simpático y loco, pero siempre acompañado de la buena estrella que permite que al final, todo le salga bien.
El filme inicia en 1933 cuando un niño vestido como el llanero solitario encuentra a una figura que representa a un indio americano, al cual reconoce como Toro, la figura vuelve a la vida y comienza a contarle sobre el origen del héroe enmascarado, una historia que va de lo chusco a lo trágico y de lo emotivo a lo crudo, sin detenerse a hacer distinciones ni concesiones a una audiencia que está plagada de niños, como todas las películas de Disney.
Toro cuenta cómo la traición de un amigo acabó con el grupo de rangers que cuidaban un territorio particular de Texas, dejando en libertad al malvado Cavendish, un villano que se alimenta de los corazones de sus víctimas. Ese hecho obliga al tranquilo abogado John Reid a colocarse una máscara y buscar llevar al villano frente a la justicia.
Pero Cavendish no es el único malvado en la zona, la presencia de plata en la región y la prosperidad que ésta, aunada a la introducción del ferrocarril, puede traer a quienes la posean, despierta la codicia de unos y la necesidad de luchar por su tierra ancestral en otros.
Así, una lucha entre vaqueros e indios es inevitable, todo aderezado con el humor y la tontería provista por el llanero y Toro.
El caso es que si este film hubiera llevado otro nombre y se hubiera tratado del vaquero Juan y su compañero indio Caballo Loco, podría decirles que hubiera disfrutado más la experiencia, pues después de todo tiene momentos simpáticos y gags muy divertidos.
Visualmente tampoco hay nada que reprocharle al director Gore Verbinski, pues a mi gusto combina a la perfección los espectaculares paisajes naturales con aquellas escenas filmadas en estudio y con las imágenes generadas por computadora. Y qué decir de la música con la que se acompaña la historia que también es extremadamente buena.
Es con la trama en sí con la que tengo problemas y con el poco respeto con los que se trata a los legendarios héroes de historieta. Además, tal como lo hace en Los piratas del Caribe, Verbinski abusa del número de personajes, hay cuando menos uno de cada elemento de los clichés de las películas del viejo oeste: el bueno, el malo muy malo, el rico abusivo, el indio, el sheriff (en este caso los rangers), el dueño del salón, el cantinero, la madame, la dama joven en peligro, el niño, los malos tontos, el traidor, el predicador, los inmigrantes y, cuando menos, un perro u otro animal, inteligente y, sin falta, el tren. El Llanero Solitario los tiene todos, así que no es difícil que a la mitad de la proyección ya estemos medio perdidos y que para el final ya realmente no nos importe nada.
Productor: Gore Verbinski y Jerry Bruckheimer; director: Gore Verbinski; guión: Justin Haythe, Ted Elliott y Terry Rossio; fotografía; Bojan Bazelli; edición: Craig Wood y James Haygood; música: Hans Zimmer; elenco: Johnny Depp, Armie Hammer, Tom Wilkinson, William Fichtner, Barry Pepper, James Badge Dale, Ruth Wilson, Helena Bonham Carter y Saginaw Grant; duración 2 horas 29 minutos.
.