Todo está preparado para que el día de hoy la representación popular del Congreso de Aguascalientes vote el dictamen que reforma el artículo 2 constitucional para que el Estado proteja y garantice la vida de todo ser humano desde el momento mismo de la concepción. Con la consabida venia del obispo José María de la Torre Martín y los santos apóstoles, esta medida honra a la santísima trinidad y llena de inmensa alegría a la jerarquía católica. La gran pregunta es: ¿Por qué con esta reforma no se elevó a rango constitucional el derecho a la felicidad? Ya de por sí nuestra constitución garantiza a los mexicanos educación, salud, empleo, casa, vestido y sustento. ¡Insensatos diputados! Desaprovecharon la divina luz que iluminó sus mentes al no decretar el derecho a la felicidad, sabedores de que un pueblo entre más feliz, más compadece a sus gobernantes. Pero no hay omisión que valga ante una iniciativa de ley que los congresistas de Aguascalientes debatieron con gallardía celestial y con singular fervor mariano como si se tratara de preservar a ultranza la inmunidad de la Virgen María desde el primer instante de su concepción sin la mancha del pecado original. La labor que los legisladores Gregorio Zamarripa y Gabriel Arellano han realizado en defensa de los derechos marianos, seguramente será recompensada por la divina providencia de José Carlos para librarlos de toda sospecha de peculado en sus respectivas administraciones municipales. No sería sorpresa si próximamente estos diputados junto con José Luis Alférez proponen que se inscriba con letras de oro en Palacio Legislativo el nombre de Ramón Sarroy, abogado de las comadronas y parturientas que nació gracias a una operación cesárea practicada sobre el cuerpo ya muerto de su madre, razón por la cual a este fraile mercedario se le conoce como San Ramón Nonato, santo patrono de las mujeres embarazadas. Los fieros defensores de la vida desde el momento mismo de la concepción, deben saber que existen obras maestras de la creación como los niños, los ancianos, los pobres y los enfermos a quienes se les niega lo más elemental para poder sobrevivir, ello sin contar a la mitad del género humano “condicionado” a decidir sobre su propio cuerpo. Frente al falso debate sobre el aborto que estigmatiza el derecho de la mujer a controlar su vida reproductiva, existen asuntos que los diputados deberían debatir públicamente relacionados con mujeres en extrema pobreza que son esterilizadas sin su consentimiento o de mujeres indígenas sometidas a programas racistas de esterilización disfrazados de “control poblacional”. Hablar de derechos reproductivos no es asunto exclusivo de la mujeres, es un tema de clase, racial y de justicia. La LXI legislatura del Congreso del Estado de Aguascalientes, ingenua como el agua, sabe que la ley para proteger la vida desde el momento mismo de la concepción nacerá muerta al igual que los derechos sociales consagrados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Ya sabemos que a los dandys parlamentarios del PRIAN los temas relacionados con la sexualidad les resultan incómodos. Temen reconocer y aceptar la diversidad sexual. Ignoran que la población LGBT lucha, no por obtener distintos derechos, sino para hacer efectivos los derechos constitucionales ya conquistados. Nuestro país adolece de un sistema educativo integral que contemple la formación en salud sexual y reproductiva que coadyuve a la prevención de enfermedades e infecciones de transmisión sexual como el VIH y los embarazos no deseados. El gobierno mexicano no promueve la sexualidad en términos de igualdad y corresponsabilidad con políticas públicas enfocadas a prevenir la violencia de género y todo tipo de abusos y agresiones sexuales. La escuela no juega un papel estratégico en materia de educación sexual integral en los adolescentes ni busca el desarrollo armónico de una sexualidad que tome en cuenta la vulnerabilidad de sectores, grupos sociales y personas con discapacidad con información y materiales accesibles, acordes a su edad y realidad. Éste es el gran debate que se debe dar en nuestra entidad más allá de las excluyentes de responsabilidad vinculadas al aborto, la fecundación in Vitro o la píldora del día después. Queda la duda si habrá algún diputado o diputada que quiera someterse a un sencillo método de reproducción asistida de ideas que les permitan debatir con sentido común asuntos de interés público, libres de todo tipo de telarañas, ésas que cubren la materia gris de la corteza cerebral. Es del dominio público que para el libre ejercicio del pensar y la simple conexión de la lengua con el cerebro no se requieren aparatos ejercitadores de ésos que se compran en los supermercados. No es necesario prender veladoras al santo de su devoción para que nuestros representantes populares asuman con inteligencia sus deberes públicos. Echar a andar sus neuronas y que éstas se comuniquen no supone un esfuerzo mayor que el levantamiento del dedo.