El banquete de los pordioseros / Bitches Brew - LJA Aguascalientes
17/11/2024

 

Desde que nació mi interés por la música, cada nuevo disco que llegaba a mis manos era como encontrarme viendo de lejos una isla desierta con la obligación y el irreprimible deseo de explorarla hasta su último rincón. Especialmente algunos discos que con sólo ver su portada era, como decía el buen Charles Baudelaire: “una invitación al viaje”. Recuerdo especialmente algunos que me produjeron esa sensación de aventura, de tener la certeza de encontrarme, citando a Robert Louis Stevenson, ante la Isla del Tesoro, con el mismo entusiasmo de poder descubrir ese anhelado baúl repleto de joyas y monedas de oro, pero con la certeza de que no tendría que vencer los mismos obstáculos que los protagonistas de esta divertida novela, en este caso no hay bucaneros amotinados ni terribles y mortales insectos, sólo el tesoro que está ahí, silencioso hasta colocar encima del acetato, la aguja con punta de diamante que habrá de arrancarle ese tesoro auditivo.

Sí, acetatos y agujas de diamante, disculpa si sueno retrógrada, pero es que yo era un adolescente cuando empecé a descubrir esos discos y a tener una ligera idea de lo inabarcable del infinito musical, y en aquellos tardíos años 70, ni pensar en el disco compacto.

Discos como el Abbey Road de The Beatles, el Freak Out de Zappa, los dos primeros de U.F.O. con la rudeza del sonido de la guitarra de Mike Bolton, -insisto en lo que en alguna otra entrega de este Banquete ya habíamos comentado, no confundir con el aburrido baladista cuyo principal mérito es echar a perder buenas rolas de rock, Mike Bolton fue el primer guitarrista de U.F.O. antes del gran Michael Schenker- el álbum de Jethro Tull llamado Aqualung, en fin algunos de ésos que con sólo verlos entre mis manos, tenía la certeza de que escondían un tesoro.

Bien, pues uno de esos discos cuya seducción inició desde la vista fue el álbum doble de Miles Davis llamado Bitches Brew, fue ésta una de mis primeras experiencias con el jazz, si es que alguna etiqueta le podemos colgar a esta joyita de Davis, aunque en honor a la verdad cuesta trabajo darle un nombre a esta música creada, eso sí, por una muy depurada selección de jazzistas.

Si has escuchado esta ambiciosa producción de Miles Davis, imagínate la sacudida que recibí con mis 14 o 15 años de edad, lo cierto es que yo no tenía ni idea de lo que se trataba aquello que sonaba en la tornamesa de mi casa, eran ruidos extraños, no encontraba una línea melódica que me sonara familiar, es más, simplemente no encontraba un línea melódica, era imposible retener en mi cerebro alguna tonadilla de ese álbum, todo era extraño, inaccesible, vamos, ni siquiera pude escucharlo completo. El primer disco tenía sólo dos canciones, la primera, Pharaoh’s Dance tenía una duración de casi 20 minutos, y la segunda, Bitches Brew que da nombre al álbum, rebasaba los 26 minutos, no lo podía creer. Pero algo me decía que era una grabación histórica y que si decía que no me gustó o que eso que escuchaba no me decía nada, seguramente sería objeto de la burla de quienes sabían más del asunto que yo, así que con una fuerte dosis de disciplina y mucha disposición de ánimo, busqué la ocasión de escuchar los dos discos completos, sobre todo busqué la ocasión de estar solo en casa, no quería que me preguntaran qué era aquello que estaba escuchando y no saber qué contestar, ya me las había arreglado para explicar a mi familia que aquello que se escuchaba era el segundo disco de un grupo que en Inglaterra era objeto de culto y se llamaba Led Zeppelin o que aquel otro disco cuya portada parecía estar fuera de foco, era la primera producción de Pink Floyd llamada Piper at the Gates of Dawn, pero que no se preocuparan, el culpable de todo aquello ya no estaba en el grupo, se llamaba Syd Barret y ya lo habían despedido quien sabe por qué, pero cómo explicar esto, qué iba a decir, así que era mejor escucharlo cuando estuviera yo solo.

Pasó el tiempo y en algún momento pude conseguir el disco, más tarde, mucho más tarde compré la edición en CD y ahora tengo una copia que es la que uso para el carro y no arriesgar el original. Aquel disco que en mis años de imberbe inexperiencia me parecía inaccesible, hoy se ha convertido en uno de mis discos favoritos. Finalmente he entendido la riqueza musical que encierran aquellas improvisaciones que aparentemente no tienen orden, pero que obedecen a una idea muy clara y muy inteligente de lo que Miles Davis quería, apoyado por una impresionante banda. De hecho esta semana opté por compartir contigo mis impresiones del álbum Bitches Brew porque me quedé pensando en intentar formar un Dream Team del jazz, pero si en el rock me pareció imposible, en el jazz esto resulta descabellado, así que se me ocurrió pensar que Miles Davis había reunido una de las agrupaciones de músicos virtuosos más compactas, equilibradas y participativas, no sólo en el jazz, sino en toda la historia de la música.

En esta grabación intervienen Miles Davis en la trompeta y como líder del proyecto, aunque la dirección musical está compartida, con tanto talento reunido, no podía ser diferente. Wayne Shorter está en el saxofón soprano; Jenny White en la batería; Bennie Maupin en el clarinete bajo; Chick Corea en el piano eléctrico; Jim Riley en la percusión; Jack deJohnette en la batería; Harvey Brooks en el bajo eléctrico; Charles Alias en la batería; Dave Holland en el contrabajo; John McLaughlin en la guitarra eléctrica; Joe Zawinul en el piano eléctrico. Qué te parece esta formación, es un verdadero ejército de virtuosos.

Hay que entender el momento histórico en el que este álbum se realizó, es importante para comprender mejor las dimensiones musicales de tan ambiciosa producción, fue el 19 de agosto de 1969, yo creo que todavía se estaban  recogiendo los escombros del Festival de Woodstock, todavía sonaban las notas de la guitarra de Jimi Hendrix que fue lo último que se escuchó en el más grande de los festivales en la historia del rock. Esto sucedía en la granja de Bethel en el estado de Nueva York, cuando Miles Davis entró al estudio de grabación acompañado por este puñado de virtuosos de la música, estaban a punto de grabar uno de los discos más grandes e influyentes en toda la historia, un álbum que propuso una nueva definición de la música contemporánea, el inconmensurable e indispensable en cualquier fonoteca ambiciosa que se presuma de estar completa, el Bitches Brew de Miles Davis.


@rodolfopopoca

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