Mantequilla Extra
Antes que nada, en el espíritu de la honestidad total, debo confesar que tengo una debilidad por el trabajo de Guillermo del Toro, ya sea como director, productor o escritor; a mis ojos, es difícil que haga algo mal, así que no se sorprendan si les digo que Titanes del Pacífico me encantó.
La verdad es que sí reconozco que la trama de esta cinta es un poco light y predecible, ciertamente le falta fundamento y desarrollo, pero la verdad sea dicha, eso no es importante, pues la experiencia resulta tan disfrutable y tan divertida, además de visualmente espectacular, que la historia es lo de menos.
¿Se acuerdan cuando de niños jugábamos a monstruos contra Mazinger Z, Ultraman, Transformers o a los Power Rangers —según la década en la que nos haya correspondido— y que entre más “jaladas de los pelos” las historias que nos inventábamos eran más divertidas?, entonces no nos importaba si lo que nos imaginábamos era absurdo o imposible, de hecho la inverosimilitud le otorgaba mayor valor al juego.
Pues ése es el espíritu de este filme: pura diversión —y vaya que a los blockbusters del verano les está faltando este elemento—, ¿qué puede ser más divertido que una serie de batallas entre gigantescos robots tripulados por humanos y enormes criaturas semejantes a dinosaurios?, a mi gusto, del Toro logró algo magnífico con esta película, conectar a distintas generaciones (cada una con su propia referencia generacional) con el momento que estábamos viendo en la pantalla, consiguiendo un disfrute colectivo.
No bien acaba de iniciar la cinta cuando nos vemos bombardeados con información, muy pocos años en el futuro, algo extraño sucede en lo profundo del Océano Pacífico, se ha creado una especie de conexión con otra dimensión y a través de ese portal llegan a la Tierra una serie de gigantescos monstruos llamados Kaijus, cuyo objetivo parece ser acabar con los humanos.
Después de sufrir numerosas pérdidas, los dirigentes de los países del mundo se reúnen y acuerdan construir a los Jaegers, enormes robots tripulados por equipos de dos humanos y provistos con armamento bélico listos para dar batalla a las bestias.
Ambos pilotos de cada Jaeger están conectados entre sí y con la máquina, a nivel mental, de manera que el robot replica cada uno de sus movimientos.
En un inicio los Kaijus son fáciles de vencer y gracias a ello los Jaeger se convierten prácticamente en superhéroes, no obstante, tal parece que las criaturas aprenden y se adaptan y muy pronto, ya son virtualmente imposibles de derrotar. Los defensores caen como moscas, la humanidad sigue en peligro y las autoridades no dudan en cancelar el proyecto Jaeger para sustituirlo por la construcción de un muro costero.
Raleigh Becket y su hermano, tripulantes de Gipsy Danger —así es, los Jaeger, como cualquier otra máquina de guerra que se precie de serlo, tienen nombres interesantes— eran unos de los mejores pilotos de los defensores de la tierra, pero la tragedia los alcanzó y antes de que el proyecto acabara, Raleigh, herido y desilusionado decide abandonarlo.
Stacker Pentecost, el comandante líder del programa Jaeger, se niega a dejarlo morir y decide utilizar el tiempo que le queda para probar una ofensiva más, volviendo a reclutar a Raleigh y utilizando a los cuatro Jaegers que quedan, intentará volar el portal que enlaza a la Tierra con el mundo de las bestias alienígenas.
Como homenaje a todas esas películas en blanco y negro de Godzilla contra… cualquier otro monstruo, héroe o ejército, que tenían lugar en Tokyo, Beijing u otra locación oriental, del Toro escogió como sede de la batalla decisiva la costa de Hong Kong, lo que probó ser una buena elección, pues la mar embravecida y la pertinaz lluvia que caracterizan las tormentas tropicales de la zona resultaron el marco perfecto para la lucha de los titanes.
A mi parecer ese escenario reforzó las estupendas creaciones de CGIs y les imprimieron realismo tanto a los monstruos como a las máquinas.
En el aspecto humano de la cinta, creo que el director tuvo tantos aciertos como fallas, pues si bien el desempeño de Idris Elba como Pentecost fue soberbio —cuando él gritaba una orden yo sentía el impulso de cuadrarme y decir “señor, sí, señor”— y la breve aparición de Ron Perlman —casi, casi un cameo— cumplió el objetivo de ser el comic release que impide que las situaciones serias se tornen demasiado trágicas para el espectador; el trabajo de los “protagonistas jóvenes” Charlie Hunnam y Rinko Kikuchi pasaron sin pena ni gloria, incluso la sugerencia de romance resulta casi inadvertida pues la química entre ellos es completamente nula.
Mención aparte merecen los actores, Charlie Day y Burn Gorman que interpretan al par de científicos que estudian a los Kaijus, cada uno con un enfoque diferente. El trabajo de estos intérpretes por separado no tiene nada de espectacular, sin embargo, la mancuerna que hacen —también con propósito de comic release— y el momento justo en el que aparecen en la historia, aportan al filme el toque exacto de absurdez que le permite continuar siendo divertido a lo largo de las más de dos horas de proyección.
Yo sé que a estas alturas del verano probablemente ya estén un poco hartos de ir de una desilusión a otra, mientras las cintas que eran más esperadas van incumpliendo lo que prometían, no obstante, les sugiero darle una oportunidad a Titanes del Pacífico, les aseguro un buen rato de entretenimiento, y si pueden compartir la experiencia con los niños de la casa, les prometo que la diversión se multiplicará.
Productor: Guillermo del Toro, Thomas Tull, Jon Jashni y Mary Parent; director: Guillermo del Toro; guión: Guillermo del Toro y Travis Beacham; fotografía: Guillermo Navarro; edición: Peter Amundson y John Gilroy; música: Ramin Djawadi; elenco: Charlie Hunnam, Idris Elba, Rinko Kikuchi, Charlie Day, Rob Kazinsky, Max Martini, Ron Perlman, Clifton Collins Jr. y Burn Gorman. Duración: 2 horas 11 minutos.
