Enniskillen, Irlanda del Norte. 17 de junio de 2013. Tras conversar por espacio de dos horas, los mandatarios de los Estados Unidos, Barack Obama, y de Rusia, Vladimir Putin, aparecen ante las cámaras de la prensa mundial. Sonriente, el político afroamericano concede que hay “posturas divergentes respecto a Siria”. Por su parte, el antiguo espía de la KGB, voltea a ver a su interlocutor y clava sobre él su gélida mirada azul y dice: “no hay necesidad de apoyar a gente que no sólo asesina a sus enemigos, sino que abre sus cuerpos y se come sus intestinos enfrente del público”.
El artículo de hoy pretende explicar al amable lector por qué, ante la tenaz resistencia del régimen sirio, Washington ha decidido intervenir en el conflicto en Siria y cuáles son las diferencias entre las dos grandes potencias, la Unión Americana y Rusia.
Las ganancias logradas durante el invierno por los insurgentes sirios y la mezcla tóxica de mercenarios y extremistas musulmanes que los apoyan han sido revertidas por la victoria de las fuerzas gubernamentales sirias –apuntaladas por asesores iraníes y los milicianos de Hezbolá- alcanzada en la estratégica ciudad de Qusair.
La derrota del mal llamado “Ejército de Siria Libre” en la precitada ciudad, incitó a Washington para buscar una justificación que le permitiera apoyar de manera abierta a sus aliados en la lucha por Siria. Más todavía, la falta de coordinación en la ayuda proveniente de Francia, el Reino Unido, Arabia Saudita y Qatar molestó a los jerarcas norteamericanos.
Por lo anterior, el pasado jueves 13 de junio, el gobierno estadounidense informó que había encontrado evidencia “indiscutible” del uso de armas químicas por parte de Damasco.
Por su parte, Vladimir Putin y los servicios de inteligencia rusos creen que el presunto uso de armas químicas por parte de Bashar al-Assad equivale a un “cuento de hadas”, y sólo es la coartada perfecta para justificar el apoyo a los rebeldes sirios.
En este sentido, el Washington Post (14/06/2013) reveló que la decisión de enviar armas a Siria “había sido tomada hace semanas y que las armas químicas proveyeron la justificación para actuar”.
Para Putin, Siria representa la posibilidad de tener un pie en el Mediterráneo –específicamente en la base naval de Tarso-. Además, el presidente ruso cree firmemente que ceder este país a los extremistas islámicos sería alentar a los radicales musulmanes en la parte meridional de Rusia.
No obstante, Obama está decidido a convertir –desde el Estrecho de Gibraltar hasta el Bósforo- al Mediterráneo en un “gran lago estadounidense”. Esto implica la eliminación de su rivales tales como Muamar Gadafi de Libia y Bashar al-Assad en Siria.
Asimismo, Washington teme que la supervivencia del actual gobierno sirio sea una victoria para su archirrival Irán –el principal aliado de al-Assad- lo cual afectaría el equilibrio geopolítico en el Medio Oriente.
Para tal efecto, la Unión Americana y sus aliados realizaron los juegos bélicos denominados “León Ansioso”, los cuales tuvieron lugar en Jordania. Tras la conclusión de las evoluciones castrenses, se anunció que cazabombarderos F-16 y baterías anti-misiles Patriot permanecerían en el reino hachemita en un intento de presionar a Damasco.
Ni tardo ni perezoso, Irán, de acuerdo al diario británico TheIndependent (17/06/2013), estaría por enviar 4 mil Guardias Revolucionarios para preparar el asalto contra el bastión rebelde ubicado en la ciudad norteña de Alepo. Igualmente, Rusia tendría un as bajo la manga en la forma de los misiles tierra-aire S-300, capaz de derribar los aviones estadounidenses.
A pesar de que Obama y Putin acordaron apoyar las pláticas de paz, denominadas Ginebra II, y que el presidente ruso anunciara que su contraparte yanqui visitaría Moscú en septiembre, previo a la reunión del Grupo de los 20 en San Petersburgo, una cosa es segura: el camión a Damasco será largo, sinuoso y lleno de sinsabores para los participantes en la Guerra Civil en Siria.
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