Uno de mis autores favoritos es George Orwell. Por dos de sus obras en particular: Rebelión en la granja y 1984. Ambas novelas encarnan una crítica social, la primera al Socialismo y la segunda a los sistemas totalitarios. Pero la que me entretiene ahora es 1984, libro donde Orwell nos muestra una sociedad totalitaria en donde las personas han sido obligadas, dirigidas o educadas si se prefiere, para llevar una vida de acuerdo a un plan maestro del sistema totalitario al que están sujetas. Nos pinta un mundo sometido a la permanente vigilancia del Estado, el cual observa todas y cada una de las acciones de sus ciudadanos, mediante métodos de vigilancia directa, en un intento absolutista de mantener una sociedad inmutable de acuerdo al plan de Estado. Esto se lleva a cabo bajo la figura del “Gran Hermano” o “Big Brother” el cual utiliza filmaciones, grabaciones de conversaciones y todo instrumento a su alcance para eliminar el sentido de intimidad de los ciudadanos, estableciendo líneas de pensamiento y conducta a seguir, y previniendo cualquier desvío de éstas, considerándolas un crimen contra la sociedad.
Así, en 1984 el Estado, omnipotente, impone un modo de vida a sus ciudadanos y sanciona a quienes buscan o exploran nuevos caminos para su existencia. Salir de la norma es un atentado contra la vida y el Estado. El Estado de 1984 manipula la información para que los ciudadanos vivan en el constante temor que se deriva de una guerra perpetua, con el que se trata de mantener asustados a los individuos, haciéndoles creer que la única manera de vivir es la que el estado totalitario propone. Para ello se prohíbe a los ciudadanos escribir y conocer la historia, porque ello implicaría una reflexión de la existencia y la posibilidad de que alguien intentara cambiar el orden de las cosas. Así, en este mundo de tecnología de Orwell, el estado vigilante a través de pantallas que todo lo observan y de otros miembros del Estado, ejercen la vigilancia sobre todos los ciudadanos. Algo similar intentó implantar Fidel castro en Cuba, pero sin la tecnología futurista que nos marca Orwell, con los llamados “Comités de Vigilancia”, que no eran otra cosa que ciudadanos encargados de espiar a sus iguales para denunciar al Gobierno posibles brotes de insurrección o desviaciones a la filosofía totalitaria impuesta por Fidel en Cuba, esto es, el socialismo comunista. De igual manera en 1984 el Estado se vale de “chismosos” y de “orejas” (término acuñado en el tiempo de Díaz Ordaz con se nombraba a los espías del Gobierno que iban a denunciar a personas que hablaban en contra del régimen) para controlar a la población. Y ahora, con el escándalo que provocó Edward Snowden, el ex agente de la CIA responsable de revelar que los Estados Unidos tienen un programa de vigilancia masivo no sólo sobre de los estadounidenses sino sobre otros habitantes de otros países, la figura de “Big Brother” vuelve a aparecer en el terreno de la política mundial, pero ahora no se trata de una novela de ciencia ficción sino de una realidad de nuestros días. Hemos alcanzado nuevamente a la Ciencia Ficción, y entramos en el campo del conflicto del límite de los Gobiernos y de los Estados Políticos en la vida de los ciudadanos.
No es aceptable, ni siquiera bajo la bandera de la guerra contra el terrorismo, que el Estado sobrepase la frontera, el linde, de las libertades individuales de sus ciudadanos. Este acto de intromisión y de violación de las garantías individuales que ha realizado el gobierno de Obama debe de ser detenido, so pena de que nuestras libertades y poderes de elección se pierdan. Y no estoy hablando de un discurso de derechos humanos, sino de la realidad y las consecuencias que este tipo de Estados Políticos pueden llevar a cabo. El Estado Político es una figura que está ahí para garantizar que sus ciudadanos tengan la libertad de vivir y decidir cómo quieren llevar a cabo su vida, y esta anulación a la intimidad es la agresión particular que viola los derechos más esenciales de cualquier persona. ¿Qué sigue? ¿La prohibición de los libros? ¿La censura a las ideas? ¿La persecución por ideales políticos? ¿La criminalización del pensamiento? El problema es que el espionaje masivo que está realizando el gobierno estadounidense implica también a las grandes compañías privadas de teléfonos y de internet, que están facilitando esta mórbida y deleznable acción. Y no sólo se restringe al suelo americano sino a otros países. El debate está abierto y se basa en una simple cuestión: ¿Hasta dónde debemos permitir que los Gobiernos de nuestras naciones intervengan en nuestra vida privada? ¿Cuál es el límite a las acciones del Estado? No se trata de que el Gobierno nos imponga o dicte cómo hemos de vivir, al contrario, la función del Estado Político debe de ser la de “garantizar” que nosotros podamos tener el libre albedrío y la protección a nuestras garantías para poder vivir nuestra vida en la forma y manera en que nosotros lo decidamos. Un Estado Político intrusivo como el de nuestro vecino del Norte, es un atentado contra la libertad en su más esencial definición. De no detener este tipo de abusos, los ciudadanos comunes y corrientes como Ustedes y como yo, corremos el riesgo de que pronto se nos indique cómo debemos de vivir.