A pesar de sus involuntarios e inevitables modos cantinflescos, no parece del todo imposible entender –o tratar de entender- las explicaciones que el ex gobernador del Estado, Luis Armando Reynoso Femat, ha tenido a bien obsequiar a la opinión pública en relación tanto a las acusaciones en su contra por peculado como a la investigación que la Procuraduría General de la República (PGR) ha iniciado sobre la presunta participación de su hijo, Luis Armando Reynoso López, en actividades ilícitas. Siguen cuatro apostillas sobre tres de los temas referidos por Reynoso Femat en sus últimas declaraciones.
1.
No, no es panista, lo corrimos por ladrón.
Luis Felipe Bravo Mena,
Presidente Nacional del PAN de 1999 a 2005.
De acuerdo al ex gobernador –en declaraciones hechas al periodista Joaquín López Dóriga- la persecución en su contra no está sustentada en evidencias ni busca la aplicación de la ley, sino que se apoya, ante todo, en calumnias y obedece, en parte, a una estrategia político electoral de parte de las actuales autoridades estatales orientada a beneficiar a los candidatos del PRI. En sus propias palabras: “A fin de cuentas es época electoral y desde luego que traen una intención de estarme fastidiando por una situación especial político partidista… porque lleva cierta intención, verdad, de fastidiarme y con ello fastidiar los comicios por ser emanado de un gobierno panista ¿no?”
Pues no. O no necesariamente: la rentabilidad política de desacreditar al ex gobernador Reynoso Femat es hoy considerablemente baja. Sólo una evidente megalomanía le puede hacer pensar a Reynoso Femat que su suerte personal y política sigue importándole a los ciudadanos y que puede incidir en sus preferencias electorales: para efectos políticos Reynoso Femat es peso muerto. Acaso vale la pena recordar aquí que, de acuerdo a la encuesta que El Universal realizara el último año de la administración de Reynoso Femat, los ciudadanos reprobaron la gestión del gobernador (otorgándole la sexta peor clasificación que en ese momento recibieron los gobernadores de todos los estados del país) y que, ante la pregunta de, “¿Cuál cree que es el principal error del gobernador de su estado?”, la mayor parte de las respuestas de los hidrocálidos aludieron a los temas de corrupción e inseguridad.
Además, por ahora, el PRI tiene mejores instrumentos y argumentos más persuasivos que presentar en los electores –en especial el buen desempeño de la actual alcaldesa del Municipio de Aguascalientes, con mucho la mejor administración municipal en varios lustros- que el desdoro de un político en declive y con una más que dudosa lealtad panista. Con respecto a esto último, el propio Reynoso Femat acepta haber dado su apoyo al candidato del PRI, por “buena química” según su expresión, en las últimas elecciones por la gubernatura del estado.
Una segunda razón que el ex gobernador alude para explicar su persecución es, de acuerdo a declaración citada por el semanario Proceso, “la envidia, el rencor, la frustración y la ambición de personas que no miden las consecuencias de sus acciones”. Ciertamente es difícil verificar si estas pasiones están entre las motivaciones de quienes han realizado las acusaciones contra Reynoso Femat. Con todo, y si, en efecto, estas afecciones o pasiones existiesen, ello no invalida ni demerita la legitimidad jurídica de que se hayan emprendido las averiguaciones pertinentes ni tampoco tiene, por cierto, que afectar la objetividad e imparcialidad de estas indagatorias. Lo que las autoridades deben garantizar en todo momento es que el proceso se ajuste a lo que dicta la legalidad. Esto es lo verdaderamente relevante y no si a los acusadores sienten antipatía o no por el acusado. Argüir esta supuesta hostilidad como argumento de defensa es poco más que una simpleza.
Lo inquietante de esta declaración citada son las palabras finales: “…personas que no miden las consecuencias de sus acciones”. ¿En qué tipo de consecuencias está pensando? ¿A quiénes les afectarán, a los acusados, a los acusadores? ¿Está conjeturando Reynoso Femat su propio futuro inmediato o haciendo algo más que inocuas advertencias? No es posible tener una respuesta a estas preguntas. Hay en sus palabras la suficiente ambigüedad o imprecisión como para proponer una conclusión razonable.
2.
La libertad de prensa es el único medio
para que el pueblo vigile, ilumine, censure a sus representantes.
Jacques Pierre Brissot, Le Patriote français, 1789
Un segundo ámbito de las explicaciones de Reynoso Femat alude al interés que, de acuerdo a su punto de vista, sus acusadores han tenido por hacer de su caso, un caso mediático: “se le ha querido dar [a las indagatorias] una importancia mediática, cosa que no debería ser, porque al final de cuentas es la instancia judicial la que debe decidir…hay instancias por las cuales uno se puede defender y son por donde se deben de debatir, ehhhh no querer hacerlo mediáticamente”. Reynoso Femat tiene, desde luego, toda la razón al esperar que la resolución jurídica de su caso se dé en las instancias y bajo los criterios que la ley establece. Pero, o peca de ingenuo o, mejor dicho, pretende disimular ingenuidad, al solicitar o esperar que su caso no sea atendido por los medios de comunicación nacionales y locales –prensa, televisión, radio- y por las redes sociales.
De hecho, lo que es de esperar es que los medios den un puntual seguimiento a su caso, no porque ello facilite el trabajo de los demandantes ni por satisfacer algún apetito por el linchamiento mediático, sino porque el caso de Reynoso Femat es, por definición, un asunto público, una trama que si a alguien interesa conocer en detalle es a los ciudadanos. En una democracia parte de la responsabilidad de los medios de comunicación es mantener un ojo vigilante, indagatorio sobre lo que hacen y dejan de hacer los gobernantes, sobre lo que piensan y dicen las autoridades. En este sentido el caso de Reynoso Femat es mediático por su propia naturaleza: se trata de una acusación de malversación de recursos públicos (no privados) y de posible lavado de dinero durante los años en que ejercía un cargo público (no como empresario o persona independiente). Evadir el tema sería, por parte de los medios, algo más grave que una mera desatención con su público: sería una verdadera claudicación, sujeta, además, a las más diversas formas de sospecha.
Por lo demás, es de esperarse que los medios mantengan bajo observación no sólo al acusado, sino también la actividad de las propias autoridades del ejecutivo -estatal y federal- que realizan las averiguaciones, así como el desempeño del poder judicial –estatal y federal-. Con ello el propio acusado podría, por decirlo de algún modo, beneficiarse toda vez que así podrían incorporarse nuevos incentivos para que todas las autoridades involucradas tengan un motivo adicional para apegarse a la ley en todo momento.
Sin embargo, Reynoso Femat parece escéptico al respecto: “hay muchas instancias –declara- por las cuales uno se puede defender y son por donde se deben de debatir, ehhh no querer hacerlo mediáticamente”. Las razones de este escepticismo, quizá, tengan que ver con las formas en que condujo sus relaciones con los medios mientras fue gobernador, pero, en cualquier caso, es del todo ineludible que los medios de comunicación deberán cumplir sus tareas de informar con veracidad y pulcritud sobre este caso, por lo que, así como cabe exigir un seguimiento irrestricto a la ley de parte de las autoridades, cabe también esperar un apego no menos irrestricto de parte de los medios a la ética periodística.
3.
Tal vez no pertenecía a ninguna parte, excepto al lado de su padre,
o a la sombra de él, porque, a pesar de su educación, en realidad
no estaba cualificado para hacer nada importante en el mundo supuestamente legítimo.
Gay Talese, Honrarás a tu padre, 1971
El tercer aspecto al que se refirió el ex gobernador es más difícil de atender ya que alude directamente a las acusaciones que se han hecho contra su hijo, Luis Armando Reynoso López, imputaciones que él, Reynoso Femat, aprecia como un intento “de manchar la imagen y dignidad de quienes son mi sangre y mi orgullo”.
De acuerdo a lo informado por la prensa local y nacional, se trata en este caso de, por un lado, el posible involucramiento de Reynoso López en operaciones de lavado de dinero y, por el otro, del ingreso, inusitado en el mejor de los casos, de entre 58 y 60 millones de pesos en sus cuentas personales en los años en que su padre fue gobernador.
Con relación a la primera acusación Reynoso Femat estima que se trata de calumnias, aunque evita nombrar sus presuntos calumniadores y el anticipar si reclamará o no alguna satisfacción al respecto. En cuanto a lo segundo afirma que “no hay nada fuera de lo común” y, sin negar el hecho mismo del ingreso de los recursos en la cuenta de su hijo, trata de esclarecer el origen de éstos en tres hechos: las actividades que, en empresas familiares, ha desempeñado a lo largo de 30 años en los negocios inmobiliarios; el traspaso, a mitad de su sexenio como gobernador, de las responsabilidades de administración de las empresas inmobiliarias familiares, agrupadas desde entonces en el Grupo Emporium, a su hijo y, finalmente, por el desarrollo de proyectos en los que este Grupo se involucró en los últimos años.
En relación a estos últimos proyectos, que probablemente explicarían mejor los 58 o 60 millones de pesos que su ejercicio empresarial ha realizado en las tres décadas pasadas, Reynoso Femat añade que “no por haber sido yo gobernador iban a dejar de funcionar [sus empresas], y entonces después se crearon nuevos desarrollos, nuevas empresas…por relaciones desde luego mucha gente nos buscaba porque sabían que el gobernador se dedicaba a los bienes raíces y por contactos naturales que se van tendiendo pues hemos podido hacer negocios”.
Estas explicaciones parecen verosímiles a condición de que, por un lado, se omita considerar que existía aquí un claro conflicto de intereses entre la función pública desempeñada por Reynoso Femat y la posibilidad de hacer negocios, cualquiera que sea el giro, derivado justamente del ejercicio de dichas responsabilidades. También resultan verosímiles si evitamos especular con la posibilidad de que la creación del Grupo Emporium y la consecuente transferencia de responsabilidades administrativas a Reynoso López, estén ligadas a la explícita preocupación de desligar, jurídicamente hablando, al entonces gobernador del desarrollo de esa serie de proyectos que resultaron tan rentables. Hay aquí una asunto que debe aclarase no sólo por un imperativo ético, sino, sobre todo, para dilucidar si supuso o no algún acto ilícito. Si no lo hubo –e insistimos en el principio de presunción de inocencia- excelente. Si lo hubo debe investigarse y sancionarse.
4.
Una democracia sana no requiere de chivos expiatorios ni de la caza de brujas. Sus ritos de pasaje y expiación son de otra naturaleza. Entre ellos los que ofrece la vigencia del Estado de Derecho sobre todo en los asuntos públicos. Para ello no se requiere de santos ni de llamamientos permanentes a la pureza cívica o política. Lo que demanda es algo más terrenal y alcanzable: que el ejercicio de gobierno recupere su sentido y finalidad pública y que, en consecuencia, las instituciones sepan poner atajos a las tentaciones de privatizar –vía patrimonialista- la función pública. El caso de Luis Armando Reynoso es una buena prueba para evaluar la salud de tres instituciones fundamentales de nuestra democracia: el poder judicial, el poder ejecutivo y la prensa.