- Encontrar la palabra justa para expresar la perspectiva que tienes sobre el mundo
- “¿Cuál es la utilidad de lo que hacemos, cuáles los límites de lo que hacemos?”
Platicamos con el escritor Yuri Herrera en un acogedor café de la colonia Juárez, donde el escritor mexicano nacido en 1970 en Actopan, y autor de Trabajos del Reino (Premio Binacional de Novela Border of Words 2003 y primer Premio Otras Voces, Otros Ámbitos, 2008) acostumbraba trabajar en alguna de sus estancias en la Ciudad de México. La editorial española Periférica ha publicado su tercer novela La transmigración de los cuerpos, que es protagonizada por un “coyote”, un hombre acostumbrado a mediar, a lucrar con la mentira, el Alfaqueque, quien en medio de una extraña epidemia que paraliza a la ciudad y al país entero podrá conquistar a la mujer que tanto desea, la Tres Veces Rubia.
Situado en un país que no es México pero que se le parece tanto, la atmósfera densa, angustiante de esta novela nos arrastra hasta conocer los extraños entresijos del poder, tras las sombras en una ciudad, que podría ser cualquiera de las muchas capitales mexicanas y todo de la mano (debería decir voz) del Alfaqueque. Una voz construida meticulosamente, palmo a palmo, que como bien menciona Herrera está basada en el personaje creado a partir de las Siete partidas de Alfonso X El Sabio, rey de Castilla, quien escribió este código normativo en donde aparece el personaje del Alfaqueque, hombre de honor que se encargaba de negociar los rescates de cristianos secuestrados por los musulmanes; un negociador, nos dice Yuri: “yo me tomo tiempo para escribir los libros, es decir no los fuerzo, voy dejando que vayan madurando las ideas, los personajes, las anécdotas, que se vayan articulando como naturalmente y me siento a escribir cuando ya tengo algo así como el envión de por dónde debe ir, cuando tengo claro el espacio en el cual todo va a confluir, el ritmo, las acciones, las emociones, entonces yo ya había estado pensando en esta novela desde que estaba escribiendo Señales que precederán el fin del mundo, ya había estado tomando notas; en 2009 regreso a México, después de terminar el doctorado, me tocó aquí la crisis de la influenza y por un momento pensé que todo el mundo iba a escribir su novela de la epidemia, pero por otro lado uno siempre puede encontrar una manera propia de contar las cosas y curiosamente no han salido más novelas contando la epidemia de la influenza, y fue muy interesante vivir eso y vivirlo desde la creación de una novela. Una vez que yo ordené todas mis notas me senté a escribir pero siempre que me siento a escribir las cosas cambian, el plan de escritura no es algo inamovible.
Javier Moro Hernández (JMH): Es tu novela que más guiños le hace a la realidad: las dos novelas anteriores se desarrollaban en ambientes, en universos atípicos, como despegados de la realidad y en esta nueva está la influenza como cuadro, como marco, pero también está la presencia constante de los militares, de los policías en la calle.
Yuri Herrera (YH): No es una novela testimonial, ni es periodismo narrativo, no estoy hablando de ningún evento reconocible en términos históricos, más bien estoy echando mano de la historia para contar mi propia historia, creo que esto es algo que trato de hacer tanto con el lenguaje como con las anécdotas; con el lenguaje yo tomo elementos de distintos espacios, distintas herencias para hacer mi propia cosa, y también con la historia me nutro de pedazos, de cosas que he vivido, de cosas que he leído, de cosas que he escuchado, yo te diría que el modelo de la ciudad es básicamente Pachuca, pero al mismo tiempo no es Pachuca.
JMH: Justo este proceso de la epidemia que no sabemos de qué se trata es lo que le permite a la historia desarrollarse, que no hubiera nadie en la calle, que el ambiente fuera un ambiente lleno de miedo, permite que el lector se centre en el personaje, en el Alfaqueque.
YH: Para mí era muy importante que no se supiera de qué se trataba, qué era, porque eso es parte del miedo, el salir y no saber exactamente qué está sucediendo, a quién te estás enfrentando, por más que te digan que es esto o es lo otro, siempre hay algo de incertidumbre y que es de algún modo algo que está viviendo mucha gente en este momento, no saber exactamente de dónde sale eso, entonces la epidemia en ese sentido funciona como un paralelo de este otro miedo en el que vivimos permanentemente.
JMH: Hay un reconocimiento en esta novela a los coyotes, estos personajes que te “ayudan” a realizar trámites en las delegaciones, es un personaje muy típico de la burocracia mexicana, un personaje que no pertenece oficialmente a ella pero que está ahí, siempre presente, y el Alfaqueque, tu personaje principal, es uno de ellos, alguien que no sabemos bien a bien a qué se dedica.
YH: En general son personajes siniestros, pero éste específicamente sin dejar de ser siniestro está tratando de construir o de preservar una ética propia en función de lo que a él le ha pasado en la vida, en función de sus propios fantasmas y es por eso que también lidia con los fantasmas de otros, para ver cómo es que él concilia lo que le ha sucedido y de lo que es responsable.
JMH: El Alfaqueque es un personaje que sabe que es bueno mintiendo, de eso trabaja, pero no se cree sus mentiras y lo dice abiertamente la primera vez que está con la Tres Veces Rubia.
YH: Claro porque éste no es un personaje puro ni un héroe, sino es alguien que está consciente de que la palabra, el verbo, puede servir para corromper, para manipular, pero también para lo contrario, como un antídoto, como resistencia, como vía de comunicación, y eso que a él le sirve en los dos sentidos con otras personas también le sirve consigo mismo para tratar de resolver sus dilemas personales.
JMH: ¿Has conocido “coyotes”?
YH: Sí, claro, he conocido “coyotes”, “madrinas”, un tío era “madrina” y otro era “coyote”, he conocido mucha gente de éstos y digamos que los personajes tienen pedazos de gente que he conocido, pero que yo tomo para construir algo más.
JMH: ¿Hay algo de ti en el personaje del Alfaqueque?
YH: Como decía Flaubert: la Tres Veces Rubia soy yo –nos dice Herrera antes de soltar la risa–, la verdad es que hay algo de mí en todos los personajes, irremediablemente uno va sacando sus miedos, sus deseos, sus obsesiones de distinta manera en los distintos personajes que va construyendo.
JMH: Lo preguntaba principalmente por el peso del lenguaje en tu obra, por la precisión con el que es usado, y el valor que le da el Alfaqueque a la palabra.
YH: Yo pienso mucho en eso, pienso en cuál es la utilidad de lo que hacemos, ¿cuáles son los límites de lo que hacemos?, ¿en qué medida escribiendo y leyendo y enseñando literatura, enseñando a escribir nosotros estamos ayudando a que la gente consiga lo que quiera hacer o sea útil? Es una cosa sobre la que siempre le estoy dando vueltas, ¿cuál es el valor, la utilidad o la función de lo que hacemos? Y creo que no hay una respuesta definitiva.
JMH: Me decías que es un proceso largo escribir una novela, pero algo que me llama mucho la atención en tu obra, en las tres novelas publicadas es la exactitud de las palabras con la que construyes, ¿cómo es tu proceso de escritura?
YH: En eso sí soy como completamente “flaubertiano” en este asunto de encontrar la palabra justa, pero la palabra justa para mí no significa encontrar la palabra que cada objeto tiene ya pegada ahí como si hubiera una sola manera, sino la palabra justa para expresar la perspectiva que tienes sobre el mundo, la manera que te emocionan a ti ciertas cosas, ciertas personas, ciertos objetos y una vez que me siento a escribir pienso mucho cada frase y, después, más que corregir, si no me gusta, más bien reescribo. El primer capítulo lo habré reescrito unas tres veces y ya después me seguí de largo: una vez que tengo una primera versión se lo enseño a un par de personas a las que le tengo confianza, leo sus comentarios, vuelvo a trabajarlo, rara vez hay cambios radicales y ya que me siento contento se lo mando a mi editor y Julián Rodríguez, mi editor en Periférica es un tipo que sabe muchísimo de literatura, un tipo muy respetuoso con muy buen ojo, y sí él hace alguna sugerencia, que por lo regular son mínimas, y más bien es eso, una sugerencia, una opinión.
JMH: Otro asunto que tiene que ver con el lenguaje que usas en tus novelas es el empleo de palabras que están ahí como parte del léxico popular, pero que reutilizas de otra manera, les das otro sentido.
YH: Yo lo veo a la manera en la que lo hacían los viejos pintores, o por lo menos el estereotipo que uno tiene de los viejos pintores: tienes una paleta con los distintos colores y con el pincel vas mezclando y acá lo pones, para mí esa paleta son el lenguaje popular, el lenguaje culto, mis lecturas, mis conversaciones íntimas, lo que converso en el trabajo y la idea es convertir todo eso en algo más, no simplemente transcribirlo, a mí no me interesa transcribir el lenguaje popular o lo mexicano, sino echar mano de eso y ponerlo a dialogar con otros insumos lingüísticos.
JMH: No te da miedo rehacer palabras o crear palabras que no existen pero que se entienden, que se encuentran vivas.
YH: No diría que miedo, pero sí trato de hacerlo de manera consecuente con el resto de la historia, es decir, que no sea una ocurrencia, sino que tenga que ver con la manera en la que está sucediendo el lenguaje, la historia, los personajes.
JMH: ¿Qué diferencias crees que existen entre tus tres novelas?
YH: Lo primero es que lo que yo llamo el núcleo de la historia, de la novela, para mí cada historia tiene un núcleo distinto a partir de lo cual prolifera todo lo demás: en la primera historia (Trabajos del Reino) es la relación entre los dos protagonistas, la relación entre el arte y el poder, entre el artista y el rey, a partir de ahí es que prolifera el ambiente, los conflictos; en la segunda novela (Señales que precederán al fin del mundo) el núcleo es un viaje, una línea dramática, yo sabía cómo iba a ser esa línea dramática y es a partir de ahí que se desarrolla la protagonista y todos lo que hay alrededor de ella; en esta tercera (La transmigración de los cuerpos) el núcleo es una atmósfera, yo sabía que la atmósfera iba a determinar todo lo demás, fuera de eso yo creo que hay vías, hay canales de comunicación entre los tres libros, en cierta manera de tratar el lenguaje, en la atención a ciertos términos.