En el futbol, como en la vida, la desigualdad no se debe de ocultar
Si las reglas de la batalla incluyen al continente más retrasado en la redonda, por considerarlo un reporte de mortales y no de semidioses, como la natación o el atletismo, no es problema de ellos, un equipo de simples trabajadores, honradores del oficio y ganadores, como el mejor del continente. Si bien la tierra del canguro desertó por considerarse superior, el nivel de la parvada de Tahití es el nivel de todo el continente, y sea como sea, es campeón lo que le da el inalterable derecho de participar en la Copa Confederaciones. De ahí que las críticas a la FIFA por permitir que equipos de esta calidad participen me parecen detestables.
Por eso las marchas y manifestaciones en contra no sólo de la organización de esta Copa, sino que en el fondo es en contra de la comercialización tan absurda y millonaria que se hace de un juego. Y Tahití es una prueba de que es sólo eso, un juego. Este conjunto de aves, soñadoras y paradisiacas, como son los jugadores de esa selección, nos dan la muestra de que el futbol es un juego, de que hay que divertirse y gozarlo, de que es un hobbie y no de vida o muerte. Pone en su plano real a la redonda, si bien en el escaparate de felicidad de todo un país y en el reflejo de la sociedad, como diría el grande Galeano, también en el plano de la triste realidad para muchos, no es diplomático, ni se gana ni se pierde una guerra, ni es cuestión de patriotismo.
Tahití nos conmovió con el festejo de un insignificante gol, con la voluntad de jugarle al tú por tú a España, con el atrevimiento de sonreír después de una derrota 10-0. Con los aplausos de las tribunas a su voluntad de jugar. No sólo son atrevidos en visitar la basílica del futbol, y enfrentar a las élites del juego, sino que son atrevidos en encarar, en disfrutar, en festejar y romper los mitos y formalidades del futbol. Es una historia conmovedora y que no tiene fin, sólo moraleja. El futbol es un juego que se disfruta, se pierda o se gane, todo está en la felicidad que se provoca.