El síndrome de Stendhal o una sobredosis de belleza artística / Discere - LJA Aguascalientes
21/11/2024

 

Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”. Stendhal

 

Con estas palabras, el gran autor francés, Henri Marie Beyle, más conocido por su pseudónimo de Stendhal describía las sensaciones que le estaba produciendo su visita a la iglesia de la Santa Croce en Florencia y las podemos leer en su obra: Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio. Nadie imaginaba en ese entonces que este cúmulo de emociones serían estudiadas y se llegaría a la conclusión de que forman parte de lo que hoy se conoce como “El síndrome de Stendhal”

Este síndrome fue descrito por primera vez por la psiquiatra Graziella Magherini en 1989, directora del Departamento de Salud Mental de Florencia y del Servicio Psiquiátrico del Hospital de Santa María Nuova. Suena lógico que sea una doctora de Florencia quien se haya preocupado de estudiarlo en más de 100 casos, concluyendo que se produce cuando existe la conjunción de una serie de elementos.

Es un síndrome que afecta principalmente a los turistas, pero sólo a aquéllos que tienen una sensibilidad singular y a la que se le agregan otras circunstancias, como el hecho de estar lejos de su contexto habitual, con la confusión de espacios y horarios y  expuestos a una gran cantidad de obras artísticas. Todos estos elementos pueden llegar a provocarles taquicardias, mareos, depresiones y otras muchas manifestaciones de la psique. Se puede decir que tienen una especie de sobredosis de belleza artística. La propia doctora Magherini la describe como: “La reacción romántica ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico”.

Cuando leí al respecto me pareció algo exagerado e irreal eso de estar a punto del desmayo ante la presencia de obras de arte hermosas. No dudo que, la iglesia de la Santa Croce del siglo XIII en Florencia, emocione con su arquitectura gótica tan particular, pero no acababa de creerme que eso provocara reacciones tan intensas. Mi incredulidad terminó cuando en estos días tuve la oportunidad de visitar la iglesia de Santa María Tonantzintla ubicada en San Andrés Cholula, del Estado de Puebla, en México. Estoy segura de que si Stendhal la hubiera conocido, se le habrían agudizado aún más los síntomas del síndrome que ahora lleva su nombre.

Los guías de turistas que se encargan de explicarte la historia y el significado de todos y cada uno de los elementos que la decoran, pierden su tiempo porque ante la contemplación de un barroco tan sui generis, con un abigarrado conglomerado de angelitos y demás figuras que llenan todo el espacio, el espectador se desconecta y entonces sucede lo que diría Stendhal: “el corazón late y sientes que la vida se agota, por lo que caminas con miedo a caerte”. En Santa María Tonantzintla es inevitable sufrir el famoso “Síndrome de Stendhal” y es en ese momento cuando empiezas a entender la turbación y el desfallecimiento que describe el autor francés ante la contemplación de una enorme cantidad de obras de arte y a cual más bella. Creo que los que tienen la fortuna de conocer este templo, entenderán lo que digo.

Santa María Tonantzintla es una iglesia del barroco popular mexicano del siglo XVI, cuyo nombre es un mestizaje entre el de la virgen María y una especie de adjetivo de origen Náhuatl que la califica y que significa “lugar de nuestra madrecita”. El interior es una descripción del cielo que se supone está viendo la virgen, desde luego con una perspectiva indígena y con significados prehispánicos. En él hay muchos angelitos morenos y con rasgos indígenas que se entrelazan con grecas blancas bordeadas de oro. También podemos verlos mezclándose con frutas, flores, maíz o chiles y en algunas ocasiones lucen penachos de colores o dorados. Toda la iglesia parece desbordarse con estas hermosas e ingenuas figuras que decoran la nave.


Su altar barroco, majestuoso y completamente cubierto de hoja de oro, curiosamente no es lo más llamativo, ya que ese cielo tan especial, que llena por completo el techo y columnas de la iglesia, se lleva toda la atención e impide que puedas apreciar sus retablos laterales, las figuras que los presiden y otros muchos elementos que posee, por lo que se vuelve obligatoria una segunda o muchas más visitas para ir digiriendo tanta belleza. Otra característica que la hace diferente es su torre, ya que como la iglesia estuvo construida en cuatro etapas diferentes, la torre no quedó en la fachada sino más atrás, en medio de la nave. Es tan impresionante, que en 2011 fue nombrada como la iglesia más bonita del Estado de Puebla y para mí es, no sólo la más bonita, sino la más original de muchas de las que he visitado por el mundo. Decía Óscar Wilde que: “En el arte como en el amor la ternura es lo que da la fuerza” y créanme, esta iglesia es toda una ternura. [email protected]. Twitter: @petrallamas


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