La buena educación se propone que cada alumna y alumno constituya en su interior un estado del alma profundo, se convierta en sujeto consciente, capaz de orientarse al correr de los años en la búsqueda del sentido de las cosas.
Pablo Latapí
Hace algunos meses salió una noticia en los periódicos que me llamó mucho la atención, sobre todo porque me transportó a una época en la que educar y aprender eran actividades que se realizaban en todo momento y lugar.
Resulta que la maestra de una de las escuelas con mayor prestigio de Manhattan en Nueva York, les ponía a sus alumnos una serie de problemas de matemáticas, donde el tema eran los esclavos y los latigazos que sufrían. Esto causó una enorme indignación y polémica, volviéndose una noticia que se difundió rápidamente por medios de comunicación y redes sociales y que se convirtió en tema obligado de conversación en diferentes foros.
Los problemas eran algo así como: “En un barco de esclavos, había 3 mil 799 esclavos. Un día los esclavos tomaron el control del barco y murieron mil 897. ¿Cuántos esclavos sobrevivieron?” o bien “Un esclavo recibía un latigazo cinco veces al día. ¿Cuántas veces fue azotado en un mes de 31 días? Otro esclavo recibió nueve latigazos en un día. ¿Cuántos latigazos recibió en un mes? ¿Cuántas veces fueron azotados los dos esclavos en un mes?”.
Estos problemas me recordaron a los que a veces me dictaban en el colegio cuando era niña, con la diferencia de que el tema siempre era sobre algún valor que el maestro consideraba que debía reforzar. Recuerdo uno sobre un pobre que a las puertas de la iglesia pedía limosna y que cuando los feligreses iban a misa el domingo, le daban una cantidad de dinero. El problema consistía en averiguar cuánto capital había juntado, gracias a la generosidad de las personas. En ese tipo de problema, el mensaje incluía un recordatorio sobre la obligación de ir a misa el domingo y la importancia de dar limosna a los pobres.
Como ese problema, había otros muchos que incidían en diferentes valores, como el compañerismo, la laboriosidad o la obediencia. La idea era aprovechar cualquier oportunidad para que, sin importar la asignatura, todo estuviera impregnado de una enseñanza valoral. Por supuesto que eran temas que estaban a la vista de todos, muy concretos y cercanos, cosa que no ocurre con los problemas sobre esclavos y su maltrato, ya que, además de ser algo lejano en el tiempo, deja en los alumnos la idea de que calcular los latigazos es más importante que el sufrimiento y la humillación que ocasionan. Lamentablemente la maestra no supo aprovechar la ocasión para elegir un contenido positivo en los problemas de matemáticas y así poder enseñar a sus alumnos algo más que operaciones aritméticas. Fue algo desafortunado y desagradable.
Creo que, a pesar de que la nueva pedagogía estigmatiza la educación tradicional, lo cierto es que había muy buenos maestros y la mayoría de los educandos salían con muy buena preparación. Si bien es cierto que había formas y actuaciones que hoy nos parecen antipedagógicas, había también mucha vocación por parte de los maestros, mucho apoyo de los padres y menos distractores para los alumnos. Soy consciente de que era un mundo más abarcable y predecible y los cambios eran tan lentos que los contenidos programáticos no sufrían demasiadas modificaciones, por lo que el oficio de enseñar era más fácil de adquirir y los valores se insertaban en todas y cada una de las actividades escolares.
Por su parte, los medios de comunicación en esa época, que eran escasos y simples, colaboraban con esa educación de toda hora y en cualquier lugar y procuraban transmitir también una serie de enseñanzas positivas que le daban continuidad a lo que se enseñaba en la escuela. La formación no paraba nunca, era como si toda la sociedad se hubieran puesto de acuerdo para construir un frente común a favor de una educación en valores.
Sé que suena algo ingenuo el pretender que ocurra lo mismo en esta época donde la información es tan vasta que sería imposible abarcarla; con maestros que no siempre tienen vocación, cuya preparación es deficiente o que no son ejemplo para nadie; con padres que en muchas ocasiones delegan en la escuela la tarea de educar a los hijos; con empresas que no contemplan el apoyo a la familia; y sobre todo con medios de comunicación avanzadísimos y modernos, pero sin un sentido social en el desempeño de su trabajo. Sin embargo, creo que sería hermoso que hubiera unidad y congruencia entre todos los que están involucrados, directa o indirectamente, en la educación. Seguramente todo sería diferente si se aprovechara aquello que reforzara lo bueno y lo positivo.
La educación es una actividad que no cesa nunca y que se realiza de manera formal o informal en todo momento. Ser conscientes de ello nos convierte a todos en educadores, con la misma responsabilidad que tienen los padres o maestros, así que cuanto antes se asuma esa tarea, más pronto veremos una sociedad de gente buena y bien educada. Decía Betty Baxter Anderson: “Cuando eres un educador siempre estás en el lugar apropiado a su debido tiempo. No hay horas malas para aprender”.
Twitter: @petrallamas