No quedó lejos aquel 29 de enero de este año cuando el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica anunciara el tema a la reforma migratoria. Seis meses después y aprobada la ley, sigue siendo confusa la información. Tal vez ésa sea la intención del gobierno de las barras y las estrellas, generar incertidumbre y dejar que las interpretaciones fluyan despertando suspicacias.
Las cifras no han cambiado de seis meses a la fecha, siguen siendo alrededor de 6 millones de mexicanos que viven de manera ilegal en el vecino país, soportando la fobia por parte de los güeros hacia los nuestros.
Cada vez son más los pasajeros que se atreven a abordar a “La Bestia” con la única meta de encontrar el bienestar familiar y social que sus gobiernos de origen no pueden proporcionar, (incluyendo el nuestro).
Es por eso que urge a la administración del Presidente Obama poner en marcha un programa o proyecto que regule y controle la entrada de personas indocumentadas o ilegales al país más endeudado del mundo, dejando intactos a los paisanos que ya están dentro, por lo menos es una de las ideas que se manejaron.
En su momento el Senador Republicano por Florida Marco Rubio dijo:
“No es un regalo ni una amnistía, es la gestión de un permiso de trabajo y un estatus probatorio en el país, y después de un tiempo tendrán la oportunidad para aplicar por una green card”.
Existen deudas de caballeros por pagar, recuerde que para este segundo periodo de mandato de Obama el 71 por ciento de los votos que adquirió fueron voto hispano, sería absurdo ignorar la fuerza de ese sector de la población, no quedó de otra, los republicanos tuvieron que entender el fenómeno.
Pero entonces, ¿por qué es tan dura la reforma integral a las leyes de inmigración?
Porque el gobierno del tío Sam no sabe qué hacer con 11 millones de indocumentados que viven entre ellos, además de explotarlos y tratarlos como ciudadanos de tercera categoría, porque existe racismo, claramente aceptado y abierto, por eso la necesidad de apuntalar la frontera con el tercer mundo, la cual será reforzada con la construcción de un muro de mil 126 kilómetros y 20 mil agentes más.
La frontera norte tiene 3 mil 326 kilómetros, con esta nueva muralla, solamente estaremos detrás de los 7 mil 300 kilómetros de la histórica Muralla China.
Casi como enemigos, como estar en conflicto bélico, la militarización de la frontera con el armamento y la tecnología de punta, el Congreso de los Estados Unidos nos está ubicando en el rubro de países en guerra, esa militarización es equiparable a la frontera entre las Coreas. ¿Y el gobierno mexicano, qué postura adoptó? La tibia frase de “las bardas no unen”…
José Antonio Meade, quien trabaja como secretario de Relaciones Exteriores fijó la débil postura de la administración peñista aseverando que “estamos convencidos de que las bardas no unen, las bardas no son la solución al fenómeno migratorio y no son congruentes con una frontera moderna y segura, no contribuyen al desarrollo de la región competitiva que ambos países buscamos impulsar”.
Queda claro que no somos socios de los vecinos del norte, no somos una sociedad “amiga”, somos los vecinos migrantes a los que pueden violentarse los derechos civiles y humanos. La economía fronteriza se verá seriamente amenazada con esta postura, mientras que el gobierno norteamericano gastará 30 mil millones de dólares en sellar esos más de 3 mil kilómetros de franja divisoria.
Y para cerrar con broche de oro esta tan atinada intervención de la cancillería mexicana, don José Antonio dice que nuestro gobierno está convencido de la reforma migratoria porque “se va a proteger a los migrantes mexicanos”…
¿De qué o de quiénes, se van a proteger? De la “migra”, de los “polleros”, del crimen organizado, de los “gringos mata mexicanos”, de los gobiernos, ¿de qué?
Con una frontera vigilada con aeronaves no tripuladas, radares y monitores antisísmicos y con más de 20 mil agentes la seguridad del migrante está garantizada.
La postura norteamericana hacia el caso migración no es nueva, a lo largo de la historia de estas dos naciones se han dado momentos relevantes y menos agresivos como en 1986 cuando se legalizaron alrededor de 2.7 millones de inmigrantes sin papeles, más del 50 por ciento de origen mexicano. Sin embargo, 10 años después se amplían las razones por las que se puede deportar a una persona o inhabilitarla para ingresar al los Estados Unidos.
Fijemos una postura más contundente desde la sociedad, no desde la cúpula gubernamental, la cual se ha visto tibia y sumisa. Busquemos el diálogo y la estrategia, no están aquí y ahora los padres de nuestra patria para defendernos y los héroes nacionales al parecer se extinguieron cuando la sociedad dejó de defender sus ideales y creer todo lo que la tele dice.
Twitter: @ericazocar