Nunca hubiéramos aprendido nada si no hubiésemos pensado: este objeto es semejante a este otro. Por lo tanto, espero que manifieste las mismas propiedades.
Bertrand de Jouvenel
En muy poco tiempo más, si no es que ya ocurrió, al menos la mitad de la población mundial vivirá en ciudades. Además, la mayor proporción de las actividades económicas, del consumo de energía, de la polución ambiental acontecerá en los ámbitos urbanos. Las ciudades deben ser entonces tema de estudio y de reflexión si estamos interesados en los fenómenos naturales y socioeconómicos que ocurren -y ocurrirán- en su espacio geográfico.
Esta situación es un hecho evidente en el estado de Aguascalientes. Aquí, la ciudad capital significa la mayor proporción de la población estatal y es el sitio donde discurren asuntos que afectan a un buen número de gente. Y en rigor, la consideración anterior no debe tomarse como un juicio de valor; es, simplemente, un hecho.
De acuerdo a estos antecedentes resulta relevante desde mi perspectiva preguntarnos ¿hacia dónde va la ciudad de Aguascalientes?
Para responder, siquiera fragmentariamente, a esa pregunta me han resultado de gran utilidad algunos de los contenidos del documento Aguascalientes: Evolución Urbana y Regionalización elaborado por el Instituto Municipal de Planeación (Implan) bajo la dirección de Jesús Álvarez Gutiérrez.
Entre los propósitos principales de ese trabajo destaca la propuesta de organizar el territorio municipal en regiones. Si bien esta proposición comprende al municipio en su totalidad, nos referiremos aquí, por ahora, nada más a la ciudad.
En el caso urbano, se trata de agrupar elementos semejantes para constituir regiones más o menos homogéneas en su interior y separarlas por sus diferencias. En suma: se trata de proponer una partición del territorio de la ciudad en regiones que haga mínimas las diferencias en su interior y que maximicen las distinciones entre regiones distintas. A continuación se incluye un esquema cartográfico de esa regionalización.
Esquema
A su vez, las regiones están subdivididas en subregiones que el Implan llama Unidades Territoriales. Éstas han sido demarcadas con criterios semejantes a los que se emplearon en la delimitación de las primeras.
En primer lugar, debo decir que me llama la atención el propósito, manifiesto en el documento, de organizar regionalmente el territorio municipal, en particular, la ciudad de Aguascalientes. Esa necesidad de organización territorial se desprende, con toda naturalidad, según mi punto de vista, de las atribuciones que el artículo 115 constitucional confiere a la administración pública municipal. Casi todas las responsabilidades que atañen a la autoridad municipal implican un desempeño que tiene que ver con el espacio geográfico de la ciudad y del municipio en su conjunto.
Desde la recolección de basura hasta el establecimiento de los usos del suelo compatibles, condicionados y prohibidos, pasando por el mantenimiento de las luminarias, más un gran número de otras tareas cruciales para la vida diaria en la ciudad, es necesario saber en dónde hay que actuar y cuáles son los rasgos distintivos que caracterizan el lugar que requiere la acción. Todas esas tareas demandan un conocimiento del territorio que favorezca acciones eficaces y eficientes. Además, que ofrezca un principio de organización de la acción municipal. La división en regiones y unidades territoriales supone que hay semejanza en los problemas que se deben afrontar al interior de una región y que esos problemas son distintos en distintas regiones. Esto es: si la ciudad está constituida por partes diferentes, entonces en cada una de estas partes se requerirán acciones distintas. Por consiguiente, es deseable que la explotación racional de este trabajo que se comenta traiga consigo un cada vez más eficiente y eficaz desempeño de la administración pública municipal, al menos en su gestión territorial.
Por otra parte, me llama la atención, asimismo, que se asiente en el propio trabajo que el criterio básico para regionalizar la ciudad fue de orden cronológico. Es decir, los cambios en la estructura urbana de las diferentes partes de la ciudad están en estrecha dependencia con la época en que esa parte fue construida. Por lo tanto, si esa apreciación es correcta, la cronología de la ciudad debería mostrarnos las tendencias básicas de su evolución. Ahora bien, ¿cómo evaluar la naturaleza y dirección de esos cambios en el tiempo?
Propongo que establezcamos una “regla” virtual que nos permita “medir” las características básicas de la transformación cronológica de la estructura física de la ciudad. En un extremo de esa regla pongamos la ciudad compacta con una razonable densidad neta de población. En el otro extremo estaría la ciudad extendida con una baja densidad de población en términos comparativos. En el primer extremo estaría también la vivienda multifamiliar, el uso intensivo del transporte público, la diversidad de usos del suelo compatibles, los amplios espacios públicos, la equidad en el equipamiento e infraestructura urbana, la no segmentación de la población. En el extremo opuesto estaría la vivienda unifamiliar, el uso cada vez más amplio del transporte privado, los usos del suelo especializados, la inequitativa cobertura en equipamiento e infraestructuras urbanas, los espacios públicos reducidos y una notoria segmentación de la población.
Preguntémonos ahora: ¿cuál es el extremo deseable? No creo disponer de una respuesta concluyente, pero veamos lo que ocurre en el ámbito internacional. De acuerdo con la encuesta sobre la calidad de vida en las ciudades del mundo, realizada anualmente por la prestigiosa consultoría Mercer, las ciudades que ocupan los cinco primeros lugares en 2012 son: Viena, Zurich, Auckland, Munich y Vancouver. La primera ciudad norteamericana en aparecer en esa lista es San Francisco, en el lugar 30, seguida por Boston en el lugar 35. La primera ciudad latinoamericana se registra en el lugar 77 y es Montevideo en el Uruguay. La ciudad en el último lugar es Puerto Príncipe en Haití.
En esta lista hay tres ciudades europeas que, en mi opinión, tienden a acercarse al primer extremo de la regla. No conozco Auckland ni Vancouver, pero creo también que tienden hacia el mismo extremo. Ahora parece pertinente preguntarnos: ¿hacia dónde evoluciona la ciudad de Aguascalientes?
Si es correcta la apreciación de que la estructura de las partes de la ciudad cambia en función de la época en fueron construidas, según dice el Implan, entonces debemos encontrar cambios que apunten a una cierta posición entre los extremos de la regla de medición propuesta. En este sentido, las partes más nuevas deberán diferir de las más antiguas y mostrarnos hacia dónde se orienta el cambio.
Es evidente que en los últimos tiempos la tendencia de la ciudad de acuerdo a la construcción de sus partes más nuevas es a convertirse en una ciudad cada vez más extendida. Es evidente también que la ciudad tiende a favorecer más firmemente la vivienda unifamiliar que la vivienda multifamiliar. Parece claro, asimismo, que el uso del transporte privado, a base del automóvil, se incrementa con mayor intensidad con el paso del tiempo.
Desde otro punto de vista, las áreas verdes, por ejemplo, se distribuyen un tanto arbitrariamente en la ciudad y hay notorios cambios en la superficie verde por habitante. Es más, hasta antes de la construcción de las primeras etapas de la Línea Verde, la región denominada Cumbres, de las más recientemente construidas, estaba entre las que tenían los mínimos de superficie verde por habitante. En la región Universidad hay 34.5 metros cuadrados de área verde por habitante; en Cumbres había sólo 1.13 metros cuadrados. Estas cifras muestran que con el paso del tiempo las áreas verdes por habitante habían propendido a disminuir.
La diversidad en el uso del suelo experimenta una tendencia similar. En las áreas nuevas la diversidad de los usos del suelo compatibles va siendo menor que en las áreas más antiguas. Según el índice empleado, el Centro de la ciudad tiene la mayor diversidad; la menor está nuevamente en la región Cumbres. Este asunto de la diversidad es quizá uno de los temas cruciales en la calidad de vida de las ciudades. Ya Christopher Alexander, el eminente arquitecto vienés avecindado en California, postuló la necesidad de la variedad de usos del suelo compatibles para que una ciudad tenga una vida intensa. Quizá alguno de mis lectores recuerde que ya dediqué un artículo a ese asunto. Por ello, nada más les recuerdo, a manera de ejemplo ilustrativo, que los centros comerciales, a partir de las nueve de la noche, son espacios inútiles, además de sus efectos nocivos en la generación de las islas de calor. Por el contrario, quien visite el Callejón del Codo, en donde coexisten vivienda, comercio y lugares de reunión y esparcimiento, encontrará, hoy en día, a casi cualquier hora, una muy intensa actividad. Me parece que la calle Madero con su actual remodelación y Zaragoza van por el buen camino.
Si consideramos un criterio de accesibilidad consistente en el número de vialidades primarias que “tocan” una región, también encontramos disparidades. En ese caso, como en otros ya comentados, las regiones más nuevas son la que se encuentran en peores condiciones: el mínimo de conectividad afecta a la región Cumbres.
Finalmente es observable una clara segmentación de la población. Por decirlo de una manera esquemática: las personas de edad, de 65 años y más viven en las partes antiguas de la ciudad; los jóvenes en las partes más nuevas.
Una revisión de las consideraciones anteriores nos lleva a concluir, al menos de modo preliminar, que las tendencias observables en la evolución de la ciudad de Aguascalientes la posicionan en un punto de la regla de medición lejano del primer extremo. Esto es, nos estamos distanciando de las características urbanas que definen a las ciudades con una alta calidad de vida. Al menos, eso es lo que está ocurriendo según la consulta de Mercer. Por supuesto, hay otros temas que cuentan en la calidad de vida que ofrece una ciudad y que no hemos considerado aquí: la calidad de sus servicios y equipamiento, la seguridad en general, incluida la jurídica, la cultura, las posibilidades del esparcimiento, la salud pública, entre otros elementos…
En algunas ocasiones, cuando he preguntado por la justificación de esta estrategia urbana favorable a la ciudad expandida se me ha respondido que es la única opción para ofrecer vivienda a precios accesibles a los grupos más débiles económicamente. Esta respuesta, desde mi punto de vista, es sólo parcialmente válida, ya que proceder de este modo considera únicamente los costos privados, pero no los costos sociales, es decir, los costos que debe pagar toda la sociedad por una estrategia urbana de ese tipo. Pero eso es otra historia…
Ahí quedan esas consideraciones. Creo que valdría la pena examinar las ideas respecto al futuro de la ciudad, en materia de la calidad de vida que ofrece, con cuidado y profesionalismo. En ese sentido, el documento elaborado por el Implan, en que se han basado las apreciaciones que anteceden, merecería una revisión exhaustiva por parte de todos los interesados en el futuro de la ciudad. Ese documento hace explícitas algunas de las tendencias más relevantes de la evolución de esta área urbana. Nos ayudaría a responder preguntas significativas como las siguientes: ¿Queremos que la ciudad siga con su tendencia hacia la continuada expansión de su superficie? ¿Queremos que la ciudad siga uniformizándose y perdiendo diversidad, reduciendo sus espacios públicos per cápita, favoreciendo el transporte privado, creando zonas urbanas de difícil acceso? Yo en lo personal no creo que deba ser así. Pero sería bueno escuchar otras opiniones.