Cuando un político, en campaña, se para frente a sus seguidores y empieza a hablar, seguramente dará a entender, entre otras cosas, que los problemas de hoy, si el gobierno anterior es de distinto partido, son culpa de los que gobernaron ayer; si es del mismo bando: que hay que progresar y tener unidad y que hay que ir por más. Esto plantea un montón de contradicciones: si “A” está en el poder, el siguiente candidato de “A” sólo tendrá que hacerlo mejor, mientras que los candidatos de “B”, “C” y “D”, dirán que “A” lo ha hecho mal y que hay que reconstruir el tejido social. Todo está bien. Todo está mal.
A juzgar por la cantidad de chabacanería que pronuncia sistemáticamente la mayoría de los políticos cuando prometen esto y aquello en sus campañas, podríamos decir que planear una elección no precisa mentes brillantes. Las intuiciones son las que rigen sus propuestas: “¿que hay violencia? La erradicamos.”; “¿que sus hijos no tienen educación? Se la proporcionamos.”; “¿que no tienen ni un quinto para comer? Les damos pan.”; “¿que la inseguridad no los deja en paz? Combatimos el crimen.” Frases que no por ser ciertas son menos ridículas: los ciudadanos saben cuáles son los problemas y cuál es el escenario al que habría que aspirar. En otras palabras: conocen el punto de partida y la meta. Los políticos venden el qué. La gente compra el quién. Nos debería importar el cómo.
Aceptemos algo: las promesas tienen cierto grado de nobleza que nadie puede negar; sin embargo, no se necesita ser un genio para examinar el discurso y notar que no hay nada concreto. Pareciera que si nos interesa el quién sin considerar el cómo, entonces vemos que, por una parte, el fenómeno adquiere la forma de un juego donde no valen las ideas, y, por otra, cualquier persona es candidateable.
Lo anterior cobra tintes casi de ciencia ficción. Me explico: si los políticos así lo desearan, podrían ser personajes virtuales. Es más: ni siquiera tendrían que ser humanos.
Hay de dos sopas: o Calígula fue un genio; o Calígula fue un demente. Acaso la anécdota por la que ha pasado a la historia sea aquélla que tiene por personaje principal a Incitatus, su caballo. Se dice que el equino fue cónsul de Bitinia y que tenía los mismos privilegios que el Emperador (oro, fama y placer -supongo que tuvo muchas yeguas-). La caricatura del poder.
El programa The Awful Truth, conducido por el director norteamericano Michael Moore, en el año 2000, lanzó un breve documental intitulado The Choice. El punto nuclear del ensayo: proponer a una planta, un ficus de nombre Ficus, para que contendiera por un puesto político del distrito número 11 del Estado de New Jersey. Ficus y su equipo se presentaron en varios foros, promovieron sus propuestas, atacaron a sus contrincantes. Vamos, Ficus fue un candidato íntegro. No ganó, pero obtuvo muchos votos.
El 4 de mayo, en redes sociales, se dio a conocer un nuevo candidato que va por la presidencia municipal de Xalapa. Más exacto: un candigato. Su nombre: Morris. Su perfil: es un gato. Días después, en Puebla, surgió una candigata: Maya. Estos extravagantes candidatos confirman que en este campo del quehacer humano, cualquier animal puede contender por un puesto político. No se necesita que el candidato sea inteligente. Tampoco que hable. Zoon politikon.
La reflexión es la siguiente: la gente no es tonta y sabe que los discursos no tienen contenido. ¿Qué hace? Ridiculiza a los políticos. ¿Qué debería hacer? Tomar otras medidas: el chiste va a estar bueno por un rato, pero no se elevará jamás a otra categoría. Los políticos continuarán con su mismo mecanismo de elección.
Michael Moore y Ficus asistieron al Daily Record para ser entrevistados. Una de las preguntas formuladas a la plantita fue “¿Cuál es su posición al respecto de la reforma sobre los impuestos?”. Ficus, naturalmente, respondió en silencio. Moore, después de la brillante contestación, dijo: “Verá, eso es lo bello, no va a escuchar nada.” Ojalá no tuviéramos que llegar a esas bromas.
Coda:
En Aguascalientes tenemos otro tipo de fauna política (por ejemplo: un gallo que quiere combatir ratas, mapaches y, curiosamente, gatos: http://goo.gl/IWohs) que, en función del partido político al que pertenezca, nos repite lo mismo de siempre: ora el gobernante anterior ha hecho un mal trabajo, ora el gobernante anterior ha sido un genio.
Si así están las aguas, estaría bueno que se presentara un distinto animal. Estaría mejor que las propuestas dejaran de pasar por la intuición y se construyeran con argumentos sólidos. Estaría perfecto que se presentara otra clase de animales. Un hombre inteligente, coherente y consecuente, por ejemplo. Pero esto es complicado. Incluso cacofónico.
@jorge_terrones